martes, 22 de octubre de 2019

Reparto de cenas en Moria

Ayer nos tomamos el día de descanso. Habíamos quedado en ir a Moria a repartir cenas, pero Ana, de REMAR, ha tenido follón porque se están cancelando vuelos de la isla y tenía que transportar a los voluntarios. Así que hemos aprovechado para mandar mensajes a las ONGs de Samos, donde queremos ir a ver qué pasa, porque hay un lío terrible. Hubo un incendio en el campo la semana pasada y está el ambiente muy mal con la población. Ya estaba muy mal y ha empeorado.

Hoy, domingo, hemos comido pronto y nos hemos marchado a Moria. Nos encontramos con Ana a la entrada del campo. Hoy no hay mucha vigilancia y podemos pasar sin permiso. Recorremos parte del campo que ya conocíamos, los mercadillos, The Jungle (El olivar) y nos lleva a la “ casa” de una amiga afgana en The Jungle.

Una familia encantadora. La abuela, una mujer de 42 años, fue la tercera mujer de un hombre muy mayor y rico, por imperativo de la familia. Ha venido con su hijo hace más de un año y la hija ha llegado hace pocos meses, con su marido e hijo. El marido de la hija ha construido un horno de arcilla donde hacen pan y lo venden 3 veces al día. Esto les ayuda a mantenerse, porque los recién llegados no están recibiendo la ayuda de la UE.

Para meter el pan el el horno, utilizan una especie de guante que ocupa todo el brazo, muy acolchado para no quemarse y con una tabla. Ponen el pan sobre el guante y lo pegan a la pared del horno.
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Hay más gente que hace pan en The Jungle. El que entrega el catering es industrial pero, el que venden los refugiados que se han construido hornos está muy bueno. No hemos podido quedarnos a ver cómo lo hacen, porque Ana tenía prisa por ir a dar las cenas. Pero hemos tomado té, galletas y un trozo del pan que fabrican.

Son una familia bien guapa. Las mujeres son una belleza. Estamos perplejos de los guapos que son los afganos y de la variedad de etnias. Estos no se parecen en nada a los familiares de Yalda. Parecen de otro país.

 Nos marchamos con Ana al campo, a entregar las cenas del catering. El sitio da repelús. La gente espera metida en filas dentro de un recinto que, en el caso del de las mujeres, tiene aspecto de jaula.

Los hombres hacen una fila aparte. Nos dice Ana que a veces hay peleas por la comida. Las mujeres esperan sentadas dentro de un recinto que, como os digo, parece que están enjauladas. Me he quedado sorprendida y pregunto a Ana si estas son todas las mujeres del campo, porque hay 16000 personas y no me cuadra. Me dice que cada una recoge cena para varias personas. Que en la comida controlan lo que se llevan, pero que en la cena dan hasta que se acaba y que muchos repiten.

Sigue sin cuadrarnos la historia. Luz tiene una cara muy rara escuchando a Ana. La verdad es que Ana parece una persona estupenda, absolutamente entregada a la causa de los refugiados, a los que acoge en su casa, hace fiestas a los niños, se los lleva a la playa...lleva meses aquí y no descansa ningún día. Se levanta a las 5:30 y está todo el día trabajando, sin descansar nunca. Y se la ve siempre contenta, sonriente y cariñosa. Lo cierto es que todo el mundo le saluda con afecto.

Pero, aunque Ana es una mujer entregada a la causa, y se le nota, algo en el reparto de las cenas nos parece raro. A cada mujer le damos una bolsa con 4 pepinos, 4 huevos duros, 4 paquetitos de aceitunas, 4 sándwiches (unos bollitos pequeños) y unas pitas.

Yo me he puesto a preparar unas bolsas de comida que contenían un envase con unos nuggets de pollo y un bollo de pan blanco. Pregunto qué estoy preparando y me dicen que es la cena de los diabéticos. Me he quedado desconcertada. Los fritos son para los diabéticos. De lo más curioso.

Repartimos cenas a gran velocidad. La gente viene con sus bolsas y se lo ponemos dentro. Muchas mujeres nos dicen que son 6 personas, pero no se les da más. Los que están entregando las bolsas nos dicen que la gente está entrando por segunda vez y que pongamos menos comida. Hay gente que protesta. No tenemos medio de saber si realmente repiten o vienen por única vez. Cierran la puerta de la jaula para que no entre más gente cuando se está acabando la comida. Nosotros estamos en el interior de un cubículo cerrado con llave por dentro.

Fuera hay policía vigilando y los trabajadores del catering.

Ana nos lleva luego a visitar una zona de menores, la zona administrativa y la de cuarentena, donde retienen a los recién llegados hasta que comprueban su identidad, etc.

Ana se ha portado muy amablemente con nosotros, muy cariñosa, y nos ha llevado hasta la ciudad el su furgoneta aunque su casa está en dirección contraria y están todos muy cansados.

Pero después se nos ha confirmado que el catering oficial no cumple las condiciones sanitarias, la comida se ultracongela en Atenas y al transportarse a la isla se rompe la cadena de frío, lo que nos encaja con lo que nos cuentan muchos refugiados sobre problemas intestinales cuando la toman.

Ana es feliz con lo que hace, no tiene la culpa, pero nos tememos que el trasfondo de este suministro es más parecido a la idea previa que nos habían transmitido que a lo que nos está contando.

Hemos vuelto a casa con sensaciones encontradas. Ana es tan cariñosa que le coges cariño enseguida como persona, pero está haciendo el trabajo por el que pagan al catering.

En fin, una de las muestras de que lo que se refiere a los refugiados es bastante turbio por parte de las autoridades de Grecia y la UE

Otro tema es el de las características del campo. Ana nos dice que es muy seguro y que limpian todos los días, pero lo frecuente es ver las bolsas de basura acumuladas y sabemos, por parte de las víctimas, que se producen violaciones a diario. El campo de noche no tiene ninguna seguridad y los refugiados nos han dicho que por la noche pasan miedo.

Comentad este post, si os parece bien. Me gustaría conocer vuestras impresiones.





5 comentarios:

  1. Es difícil formarse una opinión sin estar allí, pero REMAR pertenece a los testigos de Jehová (y si no, a otra secta cristiana, pero creo que son los testigos) y tiene bastante mala fama. En Ecuador trabajé con una refugiada rusa que prefería dormir en la calle que quedarse con REMAR, y en Motril también tienen mala fama (o la tenían hace seis años, cuando yo vivía allí. Puede que las cosas hayan cambiado).

    A lo mejor ésta chica va de buena fe, pero por lo general las ONG asociadas a sectas cristianas suelen tener intereses por detrás.

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  2. Gracias Pablo. Creo que van por ahí los tiros

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  3. Lo que me parece indignante es que tengan que ser las ONG y otro tipo de entidades las que cubran un servicio humanutario que sería obligación de la UE y de sus estados miembros.
    Por lo demás, gracias por vuestra magnífica labor.

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  4. Gracias por tu comentario Pedro. Nos limitamos a intentar entender y difundir lo que vivimos.

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