viernes, 18 de febrero de 2011

Acarreando gatos

Aunque parezca mentira, me traje una gata de Madrid. A quien haya estado en casa, le parecerá un chiste, ya que hay por los alrededores gatos para aburrir, pero me pidieron el favor de traerme una, ya que su dueña no podía cuidarla por asuntos familiares. Yo ya advertí que no podía ocuparme de ella personalmente, que la soltaríamos por el jardín y que se buscara la vida, como hacen los tropecientos gatos que allí se encuentran. La verdad es que no vi la gata hasta que fue demasiado tarde. Era una gata blanca, con aspecto de princesa. Al verla se me mudó la color. Pensé en la panda de bestias que tenemos allá, que se pasan el día de gresca, llenos de heridas por las broncas que mantienen constantemente, con peleas a muerte por la comida, y pensé que, para emepzar, a esta gata se la cargaban.
Efectivamente, la gata estaba aterrada. Aunque intentamos que saliera a relacionarse, se metió bajo una escalera en la cuadra y no había manera de sacarla. Trabajé de noche y tuve unos días libres, que me pasé en el porche leyendo al sol, básicamente, así que aproveché para dejar la puerta de la cuadra abierta e intentar que la gata saliera. Lo hizo alguna vez, y se paseó un poco por el parterre frente al porche, la escalera de subida al mirador....pero en cuanto escuchaba el menor ruido, volvía a meterse en un rincón o dentro de  una caja y no había manera de que volviera a salir.
Los otros gatos se metían a curiosear por la cuadra y entonces, la gata blanca (se llama Blanquita: derroche de imaginación de la dueña) se incrustaba bajo la escalera aterrada.
Mechones aprovechaba para bufarla en cuanto podía. Es una gata de lo más broncas.
Durante los últimos años, la población de gatos ha variado mucho, pero hubo un momento en que no había gatos ni en casa ni por los alrededores. No sabemos qué pasaba. Salió por esas fechas una nota en el periódico que decía que en Albuñol estaban desapareciendo los gatos porque había una colonia de Lituanos que se los comían, pero nunca vi Lituanos por mi casa. Así que Juanjo se trajo a Mechones y a un siamés de un invernadero de Almería.  La idea es mantener por aquí una población de gatos para que cacen roedores y reptiles.
El siamés acabó desapareciendo, pensamos que succionado (abducido, decimos) por el motor del coche, donde le gustaba meterse y así Mechones se convirtió en la dueña de la casa.
Pero como le echábamos los restos de comida para que no se fuera, empezaron a llegar otros gatos que, más o menos, se mantuvieron por las cercanías. Llegó una pareja de gatas -madre e hija- que vivían en la casa vecina, pero un dia se trajeron su camada de tres gatos. Más tarde, una vecina de un cortijo de la parte alta, se marchó a vivir a La Rábita. Tenía un montón de gatos, que han ido bajando desde su casa y van y vienen.  El año pasado nacieron muchas camadas, pero de todas ellas sólo han sobrevivido tres gatos: Gatopardo, Hamilton (es negro con una manchita blanca tipo colgante de cuello) y otro mezclado con siamés, al que a veces llamamos Espanto, porque va con los pelos tiesos. Son hijos de Sombra, que es una gata gris ceniza. Antonio, el de la cabra, les pone nombres por su cuenta, y a Sombra le llama "La cenizoza", y dice que es "mu güena para cazar".
Antonio suele tener gatos también por su casa, pero vienen a la nuestra a comer, aunque él les llama de vez en cuando con un silbato cuando va a echarles algo.
Cuando vino Blanquita, me dijo la dueña que la había castrado. Me pareció horrible. Los gatos aquí se lo pasan pipa, en plan orgiástico. Me dio mucha pena que la pobre gata se quedara a dos velas, con la panda de machos bestias que hay por aquí. Este mes, además, que están en celo, están apareciendo machos de todos los colores.
El más persistente es un gato romano, pero han llegado dos gatos blancos y negros, uno de ellos con marcas de peleas,  el canelo que va y viene, y dos persas: uno blanco, que habría hecho una pareja perfecta con Blanquita, y uno de color gris mezclado con pardo.
Hay ya una gata blanca preñada, al menos, pero Mechones tiene cantidad de pretendientes. Ayer había tres intentando calzársela. Hoy hay más: se ha añadido el canelo al grupo. Pero no escucho mucha pelea. Quizá, como hay tanta gata, da para todos.
Me tuve que ir a Madrid, así que le pedí el favor a Mª Jesús de que se quedara con la gata blanca, porque veía que, como la soltara, se la iban a merendar y se iba a morir de hambre: no creo que sepa, ni se le ocurra, ponerse a cazar. A Mª Jesús se le acababa de escapar un gato persa macho, creo que de color canela, así que tenía en su casa todo el tinglado montado paa gatos: arena, cacharritos....Blanquita llegó en su caja, y enseguida se hizo al sitio. Le he dicho a Mª Jesús, que, si se la queda, por mí encantada, porque no me parece lógico dejarla encerrada en la cuadra, ya que es un bicho acostumbrado a estar con gente, ni fuera, porque cascaría en un pis-pas.




Así que me fui a primeros de Febrero a Madrid. Estaba haciendo unos días de playa alucinantes. El día que me marché de casa, tuve que pasar por Motril a hacer algunas cosas, y aproveché para comer en la playa, en el Roberto, en la barra de fuera: una tapa de tartar de atún. Antes di un paseo por la playa. Desde allá se veía Sierra Nevada con una capa de nieve espectacular


En Madrid había esa asquerosa capa amarilla de contaminación. Un día, entraba en coche por la Avenida de América y me metí en la mugre como si entrara en una capa de niebla, pero de color amarillo. Un asco!!
Volví un miércoles. Salí muy temprano de Madrid, y, para descansar de conducir, fui a tomar algo en Roberto antes de ir a trabajar. Había un temporal de viento y lluvia impresionante. Muy diferente al día que me iba. Hice fotos en el mismo sitio para contrastar. Esta vez enfocando hacia el mar


Bueno, ya sé que tengo que comprarme una cámara en condiciones o similar, para llevar en el bolso y poner fotos decentes. Todo se andará.

Mientras, como casi es primavera, voy a poner algunas fotos de plantas de casa que ya están floreciendo, como el romero, el aloe y estas florecillas olorosas que salen espontáneamente y por aquí llaman Palmicas. Hoy hace de nuevo un sol espléndido, los gatos retozan alegremente, las gatas están felices, los gatos machos satisfechos...

Vuelvo a marcharme. Me voy unos días a Praga, a pasmarme de frío. Curiosamente, ayer iba en el coche escuchando las noticias y saltó la emisora (la cobertura por esta zona es complicada por tanto cerro) a Radio Clásica, donde no suele saltar. Pero empezaba a sonar El Moldava, de Smetana. !Vaya casualidad!. Lo escuché entero.

sábado, 5 de febrero de 2011

Amanecer de sábado -Febrero 2011.

Trabajé esta noche y, como siempre me ocurre, empecé a disfrutar de la idea de disponer de un día tranquilo, sin nada especial que hacer.
Observé un mar en calma, como suele ocurrir a primera hora del día. Una bandada de garzas volaba frente a mí y a mi izquierda observé los picos de Sierra Nevada iluminados por la luz rosada del amanecer. La nieve así coloreada me hizo sonreír, feliz.
Conduje despacio, observando cómo iban cambiando las luces del comienzo del día. Al salir de uno de los pueblos del camino y llegar a un promontorio, vi el sol sobre el mar, con una luz dorada, creando sobre el agua un "claro de sol". Me dieron ganas de aplaudir y recordé aquella anécdota de Buñuel, Dalí y Lorca -nunca estoy segura de si fueron ellos- cuando una vez silbaron una puesta de sol que no les gustó.
Al pasar por Calahonda observé que la luz dorada iluminaba también la roca blanca que tanto me gusta, la que circunda el pueblo. Decidí seguir disfrutando un rato más del espectáculo y paré el coche en el promontorio desde el que se ve el pueblo. Las casas blancas también resplandecían en esa luz dorada, y no me resistí a hacer unas fotos con el móvil, maldiciéndome una vez más por no llevar conmigo una cámara sensata en el bolso.
Entretenida con las fotos y la vista, no me di cuenta hasta un rato después de que no estaba sola: había dos coches aparcados un poco más allá. Distinguí en uno a una pareja. Pensé que habían pasado la noche allá: no son horas para estar un sábado metidos en el coche si no habías estado en él anteriormente. O quizá hayan ido a disfrutar del amanecer tras una noche intensa de viernes.
Me retiré de allí discretamente, observando trozos de papel higiénico y cagarrutas en la zona donde había aparcado.
No todo es romanticismo en la vida, me dije riéndome...