sábado, 4 de mayo de 2019

Saliendo a Edimburgo

Vaya día de locos.

Esta mañana me he despertado muy temprano, demasiado y al levantarme he notado una sensación desagradable.

Me he dado cuenta de que empezaban los síntomas de una infección urinaria. Muy desagradable. Mae mía... ¿cómo voy a viajar con esto?

He mandado un WhatsApp a Isabel, mi médica, pero la mujer me dice que no trabaja hoy.

He llamado a Elisa, por si estaba en urgencias y me dice que está en casa, que es fiesta en Motril.

He llamado a Marta, la residente de cirugía que está hoy de guardia y me va a poner Monurol en la tarjeta.

Más tranquila, he ido al metro a recargar la tarjeta de transportes y luego a la Farmacia. Parece que ya no hay problema para conseguir la medicación en una Comunidad diferente. Pero la boticaria me dice que no puede leer la tarjeta, que no tienen lector de chip y que las demás farmacias tampoco lo tienen.

Agobiada, me he ido al Centro de Salud, donde he visto una cara amiga. En la secretaría hay un chico que ha sido celador de Puerta de Hierro. Le explico el problema y me ha pasado con una médica muy amable, a la que le he contado mi lío. Me ga hecho una receta y he podido tomar mi primera dosis de antibiótico.

Mientras, me ha llamado Manolo, el albañil al que llevo esperando todo el invierno. Me dice que va a ir el lunes a casa.

Me lo temía. SABÍA que iba a llamar para estas fechas. Vamos, que lo veía venir. He llamado a Juanjo, va a tener que hacerse cargo de la obra. Vaya faena... Pero en mi zona no puedes perder la oportunidad de que vaya un albañil. Es suicida.

He llamado a Chus, a la que iba informando de mis desgracias y, finalmente le he dicho que ya había solucionado mis problemas.

Queda el marrón para Juanjo pero no se me ocurre otra salida.

Nos hemos encontrado Chus y yo en el metro y hemos ido al aeropuerto. Ella ha facturado y yo paso con equipaje de mano.

A las 18:30 hemos llegado a Edimburgo. Han tardado en sacar las maletas y la oficina de cambio ya está cerrada. Pero, por consejo de Pablo hemos descargado una app para transportes, m-ticket y nos hemos metido en el tranvia, con la ayuda de una mujer amabilísima para validar el billete.

Hemos alquilado una habitación por AirBNB, sistema que no me fascina, por el problema de la gentrificación, pero no había muchas opciones. El lunes es fiesta y hay puente. Está todo lleno.

Estamos en Bellevue Crescent, cerca de York Place y a un paseo de la ciudad vieja. Bien situadas.

La casa es una de las clásicas, con decoración de  inspiración japonesa. Muy limpia. Nos ha recibido una señora muy amable.

Han venido a buscarnos Pablo y Karen, un matrimonio español afincado aquí desde hace 5 años. Ella es enfermera y él tiene una tienda de productos españoles.

Nos han llevado a cenar al centro, a un restaurante muy bonito y abarrotado. Cenamos bien, rico.

La pareja es encantadora, son de la Resistencia Cafetera, fantásticos, como todos ellos. Hemos pasado un rato muy agradable y vamos a ver si podemos vernos mañana, porque Karen tiene turnos de 12 h y va a trabajar varios días seguidos. Todo el puente. Trabaja para una agencia y está a gusto, aunque con los problemas propios de la profesión.

Nos llevan a casa, les pilla de camino a la suya. Ellos viven en Leith, cerca del Puerto.

Nos acostamos calentitas. Las camas son cómodas y la casa, muy silenciosa.