viernes, 30 de enero de 2015

DIA 97 BUS QUE TE CAGAS

DIA 97


 23/ENERO/2015 BUS QUE TE CAGAS

A las seis y poco estábamos en la oficina de buses esperando para subirnos. Me he acercado a una panadería y he comprado unos bollitos para desayunar, pero no nos hemos atrevido con el café de dalle. Hemos subido a un autobús medio vaya pero cómodo, con tapicerías divinas de la muerte, en dorado y brocado, cortinas con flecos y esas cosas como colgaduras redondas por encima. No sé cómo se llaman, que en una casa, a lo mejor, pero en un bus dan como la risa tonta. Nos ha tocado una ventanilla perjudicada, así que el,paisaje lo vemos regular, pero hay muchísimos pueblos, arrozales, palmeras en un entorno muy llano, pero salir de Saigón nos ha costado una hora de atasco.

El aire acondicionado del bus es mortal de necesidad. Yo me lo olía y me he llevado un chal. Nada más subir al bus, nos hemos puesto a rellenar papeles como locos para la frontera. El guía del bus se ocupa de darnos papeles y entregarnos en la frontera, además de cobrarnos las tasas de entrada: 35 dólares por barba. Yo ando preguntándome si finalmente nos pedirán fotos, las llevo preparadas, pero no. Hemos tardado un rato en pasar la frontera de Vietnam, pero al llegar a Camboya hemos encontrado nuestros pasaportes con unos visados preciosos, igual que los de Vietnam, pero éstos los habíamos hecho en España, aunque caros. 95 pavos por múltiples entradas, ya que entramos dos veces. Hemos ido a Vietnam por un tema de conexiones, pero ha sido mortal porque, en realidad, era un sitio de paso para ver Angkor. El rollo nos ha costado, aparte de la pasta gansa. un viaje de mil demonios

A eso de las 10 han parado para comer, pero a esa hora no teníamos ganas de meternos un plato de arroz con algo,,así que hemos tomado un panini pequeño que nos dieron en una caja junto con un bollito dulce.

Para llegar a Phnom Pehn hemos cruzado el Mekong en un Ferry en el que se ha metido el bus de cabeza y no hemos tenido que esperar, porque el Ferry ha salido inmediatamente. Phnom Pehn parece bastante grande y vemos muchísimas pagadas con terminaciones puntiagudas y largas en cada piso y mucho dorado en tejados. Hay montones de ellas, Tardamos un ratito en llegar a la terminal de autobuses y, una vez allí, tenemos que esperar un poco en la terminal. Confiábamos en que hubiera algo para comer allí, porque ya es mediodía, pero no hay nada más que bebidas. He comprado una cosa hecha de arroz frito y seco, como un snack, espaciado y picante.

Hemos montado en un bus algo más incómodo que el primero. Nos han dado toallitas heladas y otra cajita de pasteles que ha sido nuestra comida. El camino a Siem Reap es largo, más de trescientos km, y la carretera está en  obras, porque están haciéndola de dos carriles por cada sentido. Este bus va tan decorado como el otro, la televisión tiene un ribete de flores y sobre el conductor hay una romántica imagen de una silueta de hombre y otra de mujer cogiéndose de las manos, con una enorme flor abajo. He visto que el conductor es joven. Apuesto a que el póster se lo ha regalado su enamorada novia.

Sobre las siete paramos para cenar. Esta vez sí hemos pedido un plato de comida, que hemos tomado rápido porque vamos a salir enseguida. Nos ha parecido caro y hemos pagado en dólares. Quizá hubiéramos tenido que cambiar algo en la frontera. Pero aparece que los.dólares es en lo que mejor puedes pagar y los precios vienen en esa moneda, no en Riels.

Llegamos a Siem Reap cansados del viaje, pero allí nos estaba esperando un chico con un tuktuk, que nos ha llevado al hotel. El trayecto no es corto. Cruzamos el río de la ciudad y vamos a la zona del mercado nocturno, donde vemos pasmados que están las calles abarrotadas de gente y en muchos locales están dando masajes de pies, con los clientes en tumbonas bebiendo cocacolas.

En hotel Friendly Boutique es muy nuevo, y el personal anda algo despistado. Pero nos han dado una habitación muy grande, con zapatillas, batas tipo kimono. Está muy limpio. Hay ruido fuera. Música y una señora que no paraba de gritar. Cerramos bien las ventanas para escuchar el menor ruido posible y me puse los cascos, por no oír a la gritona, pero no por esas. Estamos rotos y nos hemos dormido a pesar dl jaleo.


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