martes, 4 de noviembre de 2014

DIA 16: EL GLACIAR CON MAYÚSCULAS. PERITO MORENO

En  recuerdo de Bego
DÍA 16


2/Noviembre/2014. EL GLACIAR CON MAYÚSCULAS

A eso de las 6 entraba mucha luz por la ventana y escuchamos a alguien preparar tazas en la mesa del desayuno.
Sobre las 7 subió Norberto, que iba a llevarnos a la terminal, a preguntarnos a qué hora queríamos ir. Desayunamos té, con agua que calentamos en un hervidor y café, ambos en bolsitas. Y tostaditas con mermelada.

A las 7:30 fuimos a la terminal. Echando cuentas decidimos intentar marcharnos el lunes más temprano, porque pagar otra vez la entrada al glaciar, transporte y demás va a ser mucha tela, y tenemos cosas que hacer en Río Gallegos, como reservar alojamiento, etc. Y Calafate no es apetecible para pasar toda la mañana. Pero no hay Internet -ya nos lo había dicho Norberto- se fue un rato la luz, pero Internet voló y, ya sabemos que si no hay Internet, ya no se puede hacer nada en esta vida. Así que, hasta que volvamos a la tarde, no podremos hacer el cambio.

A las 8:15 salimos para el glaciar en un autobús pequeño, con belgas, australianos, alemanes...vemos bastantes flamencos en el Lago Argentino. Es que, aunque no lo parezca, es verano, o lo que aquí llaman verano, y están viniendo. Por eso estamos viendo parejas de flamencos en sitios raros, y con este tiempo...

Hoy hace un día de sol que a los lugareños les llama la atención. Dicen que vamos a tener una suerte bárbara de ver el glaciar en un día así, que no es normal. No hay ni una nube ni sopla una leve brisa siquiera.

Pagamos la entrada como está mandado. En los boletos, que hacen mediante una tableta, nos pone la nacionalidad. En un momento tenemos los billetes con nuestro nombre y procedencia.

Hay gente que baja a hacer un trekking, y otras personas van a subir al barco que recorre el Brazo Rico, al que da una cara del glaciar que no se ve desde las pasarelas.

Nos dicen que hay 4 km de pasarelas. Nosotros recordábamos un mirador con una barandilla y estábamos un tanto aterrados de pasar el día en medio de mogollones de gente asomada al mismo sitio. Pero han construido una pasarela que sube y baja la ladera de la Península de Magallanes, hasta acercarte mucho al glaciar por la parte donde rompe, el Canal de los témpanos.

Juanjo y yo estamos asombrados de verlo tan cerca. Ambos recordábamos que se veía un tanto alejado. Pero el sistema de pasarelas que han montado tiene dos ventajas:
Te permite ver el glaciar desde diferentes perspectivas y alturas
Al haber tanta pasarela, la gente se dispersa y no se apelotona en un sitio.


El primer tramo que recorrimos fue el sendero inferior. No acercamos al punto de ruptura. A nuestra izquierda está el Brazo Rico y al frente, la parte de hielo que forma el puente por donde rompe. Juanjo estuvo en Octubre del 88, y la ruptura se había producido en Marzo de ese año. No volvió a romper hasta el 2003. Es muy curioso, porque la secuencia que más se repite desde que hay recuento, es cada 4 años. En cambio, tras ese lapso, que fue exagerado, las rupturas siguen una cadencia más homogénea, excepto la ultima: hubo una ruptura en 2012 y dos mini-rupturas en 2013.

En un panel hay una secuencia de fotos de un año. Aproximándose al momento de la ruptura, el montaje es por horas. Y las fotos de la ruptura en sí se ven como una explosión en el hielo.

En el glaciar, aparte de su tamaño - paredes de 50 a 60 m de alto y un perímetro de 5 km, con una superficie total de 542 km cuadrados - impresionan dos cosas: el azul del hielo y, sobre todo, los sonidos.

El azul se debe a que es el único color que no absorbe el hielo. Por eso se ve en distintos tonos de azul. Los sonidos, a los desprendimientos de los témpanos, en el frontal, cayendo al agua, y por dentro del glaciar. Así que se escuchan constantemente crujidos que provienen de la lengua, disparos, al caer pequeñas bolas de hielo, cañonazos, al caer trozos más grandes, y truenos prolongados, cuando caen témpanos.

A causa de la diferencia de velocidad de luz y sonido, que ya podrían las puñeteras estar algo más coordinadas, cuando escuchas el sonido, ya está cayendo el trozo, así que filmarlo es una lotería. Yo lo he intentado, y he tirado todos los vídeos, porque la cacería me ha salido fatal. Pero hemos visto caer trozos grandes, que quedan flotando, azules, en el agua del lago. Algunos son muy grandes, mayores que el barco que lleva a la gente a ver la pared. Contando con que los dos tercios del témpano quedan sumergidos, algunos pueden ser realmente muy grandes.

Para comprender el tema de la ruptura es mejor ver un mapa del lugar. El Lago Argentino tiene un brazo, el Brazo Rico, que pasa por delante del glaciar. El glaciar, por esa parte, avanza hacia la Península de Magallanes, dejando un canal por donde desagua el Brazo Rico. Pero ese canal se va cerrando al aumentar el hielo, formando un dique. Como el Brazo Rico no tiene por donde desaguar, al cerrarse el paso,  va aumentando de tamaño y subiendo el nivel del agua hasta que rompe el punto del glaciar que se aproxima a la península. Las otras caras del glaciar avanzan hacia el lago, pero deben mantener siempre el mismo margen, más o menos, al ir cayendo el hielo del frontal hacia el Lago Argentino. Éste, a su vez, desagua por el Río Santa Cruz, que ya hemos encontrado por el camino, si recordáis...

El hielo que está en la parte baja del glaciar, por la parte de la ruptura, es oscuro, como sucio. Es la morrena, que arrastra piedras y tierra del valle sobre el que se desliza el glaciar. Éste avanza 2 m diarios. La parte que vemos puede tener cientos de años. Avanza por gravedad y por el empuje hielo que viene de las montañas.

Al caer el hielo, si el trozo es grande, queda una cicatriz azul claro en la pared. Nada más llegar ha caído un buen trozo y la cicatriz ha quedado bien marcada. Hay pináculos que estamos orando para que caigan, porque puede ser fascinante de ver...yo tengo una columna grandota localizada en la punta norte que tiene una grieta grande y que va a caerse en cualquier momento. Pero dice que nasti. Y ahí se queda, de momento.

Iceberg es una palabra eslava, del noruego, que significa Montaña de Hielo (Ice-Berg). Aquí los llaman témpanos, sin más, y así los llamaré en lo sucesivo, ya que Iceberg me parece más adecuado para los enormes trozos, algunos del tamaño de ciudades, que se desprenden de la Antártida o del Ártico. Los de los glaciares de Patagonia no son tan grandes, ya que proceden de glaciares de montaña y caen a los lagos y fiordos. Los témpanos que acaban de caer se ven de color azul, destacando al navegar sobre el lago.

Recorrimos todos los senderos, de punta a cabo, viendo el glaciar desde todas las perspectivas posibles. Es uno de los fenómenos naturales que puedes estar mirando eternamente, como las cataratas de Iguazú, por ejemplo. El glaciar atrae constantemente y te tiene siempre con un punto de tensión ya que, al estar prácticamente todo el tiempo sonando, diriges la vista al sitio de donde crees que viene el sonido, esperando ver la caída de un témpano.

Al fondo, ves prolongarse la lengua del glaciar hacia el cerro Moreno, pero hay otra lengua que viene de la derecha, según lo miras de frente, convergiendo ambas en la lengua principal.

Hay tanta luz que el reflejo es un problema para las fotos, porque en las hechas con mi móvil, apenas se distinguen los contornos. A Juanjo, con  la Nikon, le han quedado chulas.

Buscamos un balcón guapo para comer, y vamos hacia la zona norte,  donde encontramos un sitio majo para tomarnos la botella de vino a la salud del glaciar.
No hay sitio mejor para tomarte un vino ni, según Juanjo, "cena romántica" que se compare con esto, por muchas velitas que ponga.

Ciertamente, nos alegramos mucho de haber venido. Aparte de que el día que nos está haciendo es inmejorable, hemos podido ver el glaciar como no lo habíamos hecho antes y, además, pasar allí muchas horas, aunque nunca quieres irte.

Fuimos luego al Segundo Balcón, donde yo intenté echarme una siesta en un banco, al sol, pero los cañonazos te tienen todo el rato dando brincos y no hay manera.

Hacia las 5:30 vimos cómo se iban formando unas nubes sobre el cerro Moreno. Apareció una nube larga, de viento, y varias nubes lenticulares, las de tipo OVNI, que son las nubes de frío. Así que empezó a soplar un viento helado que, finalmente nos obligó a refugiarnos tras los cristales que hay en el primer balcón, que te quitan algo el viento. La mala pata es que por la tarde es cuando caen la mayor parte de los témpanos. A esa hora que estábamos refugiados, y ya pensando en volver al bus, estaban cayendo los témpanos casi constantemente, cuando el calor del día los ha calentado suficiente y pienso que, quizás, ayudados por el viento.

Volvimos a Calafate, despidiéndonos del glaciar. Da rabia irse, pero estoy contenta, porque hemos pasado un día fantástico. Y, como no estaba previsto, ha sido mucho mejor.

En Calafate hemos cambiado el billete de mañana y luego hemos ido a comer caliente. Me he quedado helada en la última parte el día, y solo quiero algo caliente, sopa o lo que sea. Hay un restaurante donde tienen guiso de lentejas que, aunque lleva poca lenteja y mucha carne, nos ha entonado. Nos han pedido un Remis para volver al hostal y yo me he metido en la cama inmediatamente, para seguir calentita.

He recordado mucho a Bego, con quien estuve allí, junto con otras amigas, y que se fue unos años más tarde. Creo que no volví a viajar con ella después de ir por Patagonia, y no sé si ni siquiera la vi después, porque creo que enfermó no mucho más tarde y ya no se movió de Bilbao. De todas formas, siempre estará en mi recuerdo. Y por eso este capítulo se lo he dedicado a ella.




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