miércoles, 19 de octubre de 2016

GUAYAQUIL

12/10/2016 Guayaquil

Hoy es fiesta nacional en España y, en algún momento y en algunos lugares de Hispanoamérica puede que sea fiesta, pero le pregunté a la recepcionista y me miraba como sin entender por qué iba a ser fiesta el 12. En Ecuador no creo que lo celebren. Celebrarán su Independencia y punto, además de las fiestas añadidas en lugares especialmente festeros, como Latacunga, que parece que buscan cualquier excusa.

Leyendo tuits sobre la fiesta española, me entero de que la bandera de colorines que vimos en la fiesta de la Merced de Latacunga, es la de los pueblos indígenas andinos, y cada color significa una cosa, aunque la disposición de los cuadros y el nombre de la bandera varía según los paises. En Madrid la han colocado en el Distrito Centro y Esperancita ha montado uno de esos pollos monta habitualmente sin tener ni idea de lo que habla, sólo por intentar ridiculizar a Manuela Carmena, con lo que queda en ridículo ella misma, sin cortarse un pelo. En fin, la polémica me ha servido para conocer la historia de la bandera indígena, mira tú!.

Hemos llegado temprano a la terminal de buses. Pensábamos que saldríamos a as 9:45 y por otra ruta, pero nos han vendido en la boletería unos pasajes para las 8:10, que pasan por el Parque Nacional Cajas, que es una ruta más apetecible, pero en la Terminal nos habían dicho que tardaba más, lo que me parecía raro, porque en la Guía dice lo contrario. Nada. Tarda 4 horas igual, así que hemos tenido la fortuna de ver el Parque Nacional, que tiene un paisaje impresionante.

Primero hay que subir los Andes, dejando unos barrancos a nuestra derecha de los que no se ve el fondo. La carretera es buena, no da mala sensación, únicamente la impresión de la belleza del entorno, con elevados picos, profundos valles, el cambio de vegetación, de manto verde y arbolado a Páramo y después la bajada a bosque nublar, con grandes helechos, parecido a Nueva Zelanda. En fin, una belleza de paisaje. Viajamos por encima de las nubes a ratos, pero acabamos llegando a la zona de cultivos, aún en altitud, donde empezamos a ver arrozales y cacao. Mucho cacao. El chocolate de Ecuador es muy bueno. Es uno de los grandes chocolates de Origen, aunque creo, para mi gusto, que el mejor es el venezolano. El problema de comprar aquí el chocolate ecuatoriano, es que es de bajos porcentajes, porque les gusta dulce. Ayer compré en una tienda de Homero Ortega que vende recuerdos, artesanías, etc, uno al 85%, con azúcar de coco, pero el más común es de 65%. Demasiado dulce para mí.

Llegamos a la zona llana poco a poco, viendo tiendecitas al borde de la carretera que vendían banano, cuyo cultivo también estamos viendo por el camino a esta altitud, ya casi en llano.

Llegamos a la terminal de Guayaquil, que es muy grande. Parece un aeropuerto vista desde lejos. Allí me quedé con el equipaje y Juanjo fue a investigar la ruta de salida para la vuelta de Galápagos, porque dependerá de la forma de salir, si nos quedamos a dormir el 23 en Guayaquil, en Cuenca, o por el camino. La información que consigue Juanjo me dice que es la misma que yo había encontrado por Internet. La mejor salida será dormir en Guayaquil y salir temprano al día siguiente porque, si no, tendremos que hacer el trayecto de noche y no vamos a ver nada.

Nos fuimos al hotel en taxi. El taxista no tenía ni idea de la dirección que le dábamos. Eso siempre me desconcierta. Finalmente, indicándole que estaba por la zona del Hilton, fuimos buscando la dirección entre los tres. Guayaquil es una ciudad muy extendida, con diversas zonas y, aunque tiene una especie de circunvalación para llegar de unas a otras, se tarda un rato en moverse. Nosotros estamos situados entre el aeropuerto y la terminal terrestre, para tenerlos a mano, en una zona que tiene centros comerciales, el Hilton, pero bastante desangelada.

Guayaquil tiene fama de ciudad peligrosa y con poco que ver. Tras hacer el check-in comimos en el restaurante del mismo hotel, porque a la habitación le quedaba un rato para estar lista. Luego nos tumbamos un poco a descansar la espalda del bus y,Moro fin, nos decidimos a ir al malecón y a su entorno, que es la zona visitable.

La zona del malecón y alrededores tiene más pinta de ciudad normal, con casas tipo europeo, comercios, bancos, etc. Pero fuimos directos al malecón, donde han hecho algo realmente bonito, con paseos con farolas modernos y originales, unos jardines preciosos, fuentes, estanques, puentes...hay zonas con bares, una zona infantil chulisima, con carruseles de los clásicos, un jardín con representaciones de monstruos marinos, que abren unas bocas llenas de horribles dientes, una gran noria, un museo y un acceso al Barrio de Piedra, una colina de casas tradicionales que estaban hechas un asco anteriormente pero que han sido restauradas y vemos casas tipo colonial, con puertas de persiana, aireadas, con vistas al río, mucha vegetación y mucho color en las fachadas. Hay galerías de arte, restaurantes. Está muy bonito. Lo menos bonito es que hay que subir 444 escalones más un tramo para llegar a la cima, desde donde se ve el río Guaya, que forma islas, y se entremezcla con la ciudad, que está bordeada por dos Ríos, el Guaya y el Daule y además es costera, así que el entorno es bastante bonito, visto desde lo alto del cerro.

En el cerro hay un faro y una capilla dedicada a Santa Ana. Juanjo no se ha traído la cámara, porque no se fiaba, pero la verdad es que, tanto el malecón como el barrio de Piedra tienen una cantidad de seguridad impresionante, con vigilantes cada pocos metros y cámaras de vigilancia por todas partes.

Yo he hecho fotos con el móvil y Juanjo ha estado buscando encuadres para el próximo día. Bajamos de nuevo hacia el malecón, pero por otra parte de la escalera. Creo que es más bonito el primero, por donde hemos subido. En la subida una señora me ofrecía ver camisetas, cuando lo quede verdad necesitaba era una botella de oxígeno.

Ahora que al bajar ya no vamos echando el bofe, observamos que las casas tienen en la pared externa una pequeña foto del estado anterior de la vivienda y, de verdad que algunas estaban hechas jirones de madera. Ahora están bien. Es bonito, la verdad.

En el malecón se van encendiendo las luces. Una orquesta está ensayando porque hay un festival de artes, que supongo que será esta noche. La enorme noria se ilumina cambiando de colores.

A pesar de todo, decidimos irnos antes de que sea muy de noche, por si las moscas. Un taxista divertido nos lleva cerca de nuestro hotel. Vamos a tomar algo en un centro comercial que tiene unos pocos restaurantes. Entramos en uno que ofrece todo el cangrejo que puedas comer por 20 $. Alucinamos viendo los enormes cuencos de acero humeantes abarrotados de cangrejos. A la gente le ponen esos cuencos en la mesa, les dan una lámina de cristal grueso a modo de plato y una maza de madera para ir atizando a las cáscaras de los cangrejos. Todas las mesas tienen grupos de mujeres atizando a los cangrejos y tomando cerveza. Nos daba la risa con el espectáculo y el ruido de las mazas.

Los cangrejos son unas nécoras gorditas. Nosotros pedimos un tiradito de corvina y una ensalada de cangrejo, para tomarlo ya pelado. Regado con cerveza helada. Hemos sudado de lo lindo en el malecón y apetece cerveza fría.

Juanjo andaba preguntando al camarero cómo hacía para tener tantas mujeres juntas. Era curioso, la verdad.

Nos hemos ido andando al hotel, que no está lejos. Vemos casas y establecimientos con grandes rejas, a veces electrificadas. Es una zona rara y desangelada y no da tranquilidad, la verdad. Nos había advertido Santiago, el de Riobamba, que fuéramos en taxi de puerta a puerta en Guayaquil. Una vez le llegó al hotel una señora a la que habían hecho un Secuestro Express y llegaba que no podía ni hablar, la pobre, y tardó en contarle lo que le pasaba.

Llegamos al hotel sin más inconveniente y nos dimos una ducha fresca antes de acostarnos. No hemos apagado el aire esta noche. Si no, la habitación se pone muy caliente.


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