viernes, 1 de noviembre de 2019

Samos, la prisión

Esta mañana hemos ido al campo de refugiados, a meternos en The Jungle y ver cómo están.

Mientras hacíamos unas fotos al campo desde la carretera se ha acercado un chico con la mano vendada preguntando si éramos periodistas. Le he dicho que sí. Nos dice que le han disparado anoche. La conversación ha sido dificultosa, con el Google translator. Nos dice que le ha disparado un griego ayer por la noche y señala hacia arriba de la carretera. Nos ha enseñado un informe del hospital, en griego, y una radiografía donde se ve un perdigón. Fue a la policía y le echaron sin hacerle ni caso, diciendo que se buscara un intérprete. Pero él no conoce a nadie. Le hemos dado el teléfono de los abogados y yo misma les he mandado un mensaje de whatsapp desde su teléfono, preguntando por Laura o Andrew.


  • Me está diciendo Luz ahora que teníamos que haberlo hecho de otra manera. Aunque Laura nos dijo que diéramos el teléfono y mandaran un mensaje, teníamos que habernos dejado de rollos y acompañarle a la oficina o lo que fuera, porque el chaval tenía cara de terror. Es sirio.


A la vez ha aparecido uno de los palestinos del parque. Hemos aprovechado para darle también el teléfono y que manden mensaje a los abogados. Pero daros prisa, les digo, porque Laura y Andrew se van en dos semanas.

Hemos subido a The Jungle. Las tiendas se extienden monte arriba. Tiendas pequeñas y unas cuadradas, en forma de cubo. Éstas están hechas con una estructura de madera cubierta de.plásticos.

Nos llama la atención un chico que está rastrillando la parte exterior de un cercado de alambre de espino que rodeaba unas cuantas tiendas. El cercado tiene una puerta sujeta con un pulpo elástico para mantenerla cerrada. Nos hacen pasar y nos enseñan las tiendas. Hay una amueblada con una mesita de madera y un jarrón de flores. Tiene un pequeño armario y alguna silla, con dos camas. Nos dicen que después del incendio, vino gente, griegos también, y les dieron algunos muebles.

Hay una ducha y un retrete que nos enseñan con orgullo. Lo ha hecho uno de ellos con una estructura de madera y recubrimiento de plástico. Se ve muy aseado. Fuera hay una parrilla y un tanque de agua.

Les damos la enhorabuena. Una delas casitas tiene una puerta hecha con el cabecero de una cama. Nos parece todo de lo más ingenioso. Con unos cuantos materiales se han construido un pueblito de cuatro casitas. El retrete y la ducha les permiten no tener que salir fuera por la noche, porque es peligroso.

Entre los habitantes de esa “familia” hay sirios, un palestino, iraquíes. La mujer es enfermera y querría ayudar en el hospital, pero no es posible y le digo que vaya a dar clase a We are One de temas sanitarios. El palestino es pintor, pero hay clases de dibujo en todas las organizaciones. Después de un buen rato de charla, hemos quedado en ir con ellos el lunes a We are One y a Armonia,, presentarles y que vean si pueden apuntarse a clase.

Mientras hablamos, escuchamos un altavoz. Nos dicen que es un recordatorio para las personas que tienen que ir a la entrevista.
El palestino tiene la cita para esa entrevista de solicitud de asilo en agosto de 2021.

Hemos salido del campo noqueadas de nuevo. Luz no ha podido contener las lágrimas. Anoche debió llover un poco y el terreno está resbaladizo. Es imposible vivir en estas condiciones. Tras el incendio hubo un traslado urgente de 700 personas, pero han llegado otras 400, por lo menos. Si llega el invierno, es posible que dejen de llegar barcos. Solo posible. Y que vayan trasladando gente al continente. Solo una probabilidad. En el continente las condiciones pueden ser hasta peores y nos dicen que la comida es muchísimo peor, pero no están cercados de agua y tienen una posibilidad de escapar por tierra. La única posibilidad real que tienen estos muchachos es poder entrar a otro país como ilegales. Es durísimo decir esto, pero así es.




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