jueves, 7 de noviembre de 2019

Lágrimas

Estuvimos ayudando en el almacén de R4R. Clasificando pallets de ropa. Pudimos conseguir un abrigo a la mujer Siria y acompañarla a Med'Equali Team. Le han dado medicación para el tiroides y le harán analítica. Ha sido muy rápido y eficaz.
He visto entrar a muchos chicos con las piernas vendada con venda de gasa. Quizá quemaduras de los barcos.

En Med'Equali Team empiezan muy temprano. A las 7. La gente va a hacer cola a las 6,30 pero tengo la impresión de que ven a todos los que acuden. Parecen eficaces.

Hoy fuimos a ver Mazi, una escuela para chavales de 12 a 17 años. La organización se llama Still I Rise. Sobreviven con donaciones privadas, no quieren dinero oficial ni que les condicionen.

Hay clases de inglés, matemáticas, geografía, historia, arte, música, alemán, sexualidad... No pueden conseguir allí un título oficial pero sí prepararse para un examen por libre. Los niños desayunan y comen en el centro. Una empresa griega les prepara la comida.

Hemos hablado con Giuglia, una de las fundadoras. Es italiana y dice que va a quedarse hasta que todo se solucione. Serán años, pero es su vida, nos dice. Una mujer 7 encantadora.

Muchos de los niños están solos. Apenas puedo contener las lágrimas. Viven solos en el campo y tienen mucho miedo. A veces llegan con crisis de ansiedad y ataques de pánico. Hay una sala especial Paea relajar a los niños que llegan así. Se ocupan dos trabajadoras sociales y una terapeuta ocupacional. Desgraciadamente, no tienen psicóloga. Tengo la piel de gallina y abrazo a Giuglia al marcharnos.

Subimos al campo. Están los payasos de Flying Seagulls, una ONG que distrae a los niños en una carpa que han montado en un terreno de R4R.

Entramos a The Jungle cerca del puesto de policía. Aún hay barro de la lluvia de hace dos días. La gente sacó la ropa a la lluvia para que se lavara. En Samos Volunteers sólo pueden lavar una vez cada 3 meses. Y  en el campo sólo pueden hacerlo en cubos.

La parte que da al puesto de policía está copada por africanos. Apenas se puede andar entre las tiendas. Es un espacio muy pequeño, mucho peor que Moria. Caminamos como podemos, resbalando en el barro húmedo. La gente nos saluda. Hay muchísimos varones, pocas mujeres.

Un hombre nos quiere enseñar su tienda, para que veamos que se la ha fabricado él mismo. Nos conduce entre tiendas y llegamos a la suya, construida con palos que ha sacado de la basura y plástico. Nos dice que no entra agua pero tiene que cerrarla bien para que no entren ratas. El interior está cubierto de cartones y trozos de tiendas de Acnur. Nos dice que tiene que forrarla más para el frío, pero que no tiene dinero.

Nos ha contado su historia. Es de Ghana. Dispararon a su padre y lo mataron y a él le hirieron en la cabeza. Nos muestra una gran cicatriz y un informe médico porque desde entonces tiene dolor de cabeza y vértigos. Ha dejado a sus hijos en Ghana.

Ha llegado otro chico de Sierra Leona con otra historia triste, como deben ser todas las historias de los miles de personas que aquí viven. Hablaba mejor inglés y nos ha contado que era futbolista y muy conocido en África. Pero la familia de su madre mató a su padre por la posesión de una tierra. Él, por ley, si no muere, está obligado a quedarse con esa tierra. Pero si va, lo matan. Ha tenido que esconder a su mujer e hijos, llevar a sus hermanos a Ghana para que no los maten y él ha tenido que escapar de África porque entre países africanos no hay visados y, al ser tan conocido, pueden encontrarle en cualquier país africano y matarle. Él no quiere esa tierra, sólo quiere vivir. Nos dice que ganaba dinero jugando al fútbol, que estaba bien en su pueblo pero

-Fíjate dónde estoy ahora, aquí no se puede vivir--nos señala la cabaña y la cama.

Solo come arroz, saca cosas de la basura y las vende, para enviar el dinero, los 90 euros, a su familia. No quiere la comida del campo. Es mala y, de todas formas,  no llega para todos. Así que cocinan arroz y nada más. Hemos visto las fotos de sus hijos. Son preciosos. La niña tiene casi 4 años y el niño, casi 2. Está en contacto con ellos por el teléfono.

Nos dicen que no les dan entrevistas para marcharse, que sólo se las dan a los sirios. Esto no debe ser verdad, pero es la idea que tienen.

Solo quieren marcharse de aquí, pero me temo que van a pasar años antes de que puedan salir. Están atrapados en la Isla. No hay vida para ellos.

Apenas puedo contener las lágrimas cuando nos despedirnos. Les doy las gracias por contarnos su historia. Nos marchamos del campo. Por hoy no quiero saber nada más. Se me rompe el corazón y me siento impotente. Estos seres humanos sin futuro te parten el alma




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