DIA 114
9/FEBRERO/2015 CIUDAD DEL CABO
Amanecimos volando sobre África, quizás por Tanzania. Y nos dieron de desayunar entrando en Sudáfrica. Aún tenemos un tiempo de vuelo hasta Capetown. Había bastante cola, como siempre pasa, para entrar en el baño, pero no me resistí a cotillear cómo era, ya que el avión es distinto. Un pelín más grande de lo normal, pero equipado con jabón, colonias, toallitas húmedas...
Aterrizamos en Capetown bajo un sol radiante. Este aeropuerto da buen rollo. Nada más entrar, me sentí emocionada de estar en África, aunque eso siempre me pasa cada vez que voy a este continente. Pero la entrada daba buenas vibraciones. El aeropuerto es bonito y alegre. Hay una escultura hecha como de malla de un elefante, una zona que imita al barrio de colores, Bo'Kaap, unas rocas como los Boullders que veremos por la costa, y carteles con animales, tiendas que se llaman The Big Five, y un anuncio para que hagas donaciones para proteger a los rinocerontes, que siguen siendo perseguidos por su cuerno, supuestamente afrodisiaco.
Salieron las maletas enseguida y fuimos a buscar un taxi. Encontramos unos de precio fijo, para ir al centro por 200 Rand, que no es barato,,pero es aceptable. La sorpresa fue que, al llegar al hotel, el taxista dijo que no, que lo que marcaba el taxímetro, que era bastante más. Nos enfadamos mucho, pero nos han hecho la del guiri en los taxis. Nos han metido en uno que no era el que queríamos.
Hemos reservado un albergue que se llama Sunflowers (Girasoles) y está en Green Point cerca de V&A Waterfront. Tenemos una habitación privada con baño, pero no estará lista hasta las dos, así que, a pesar de la pájara, hemos dejado las maletas y nos hemos ido al Waterfront a dar una vuelta, que está a diez minutos andando. Pasamos por una información turística donde nos dan un mapa precioso de Capetown y nos acercamos a la puerta de Mandela, para intentar ir hoy a Robben Island, donde estuvo preso Madiba. Nos habían dicho que había que reservar, pero al llegar a la taquilla, el taquillero nos dice sin terminar de llegar; " A las tres". Le pagamos riendo, y nos fuimos a dar una vuelta.
El Waterfront es la versión turística y de zona de ocio del antiguo Puerto. Sigue siendo puerto, pero hay montones de restaurantes y tiendas, Alfred Mall es un centro comercial, con pocas tiendas, pero muy chulas. Hay un mercado de pescado, pero resulta que es un restaurante. El Mercado de Comida son puestos con comidas curiosas, pescado, bocatas, dulces, y venta de productos alimentarios diferentes. Nos dan a probar unas Cashew garrapiñadas.
Hay una torre del reloj junto a la puerta de Mandela que es como un pequeño faro de color amarillo. En el puerto están los barcos a Robben Island y algunos barcos deportivos, aunque no muchos. Pensamos comer algo antes de ir a la isla, así que nos sentamos en una taberna y pedimos unas cervezas y algo de comer. Tomamos unos higadiros de pollo en una salsa muy especiada y picante, muy ricos. Juanjo pidió una cesta de pescado variada, que es una fritura con patatas fritas, pero las gambas no eran frescas. Hemos tomado vino, regularcillo, por decir algo.
Hay una banda de música, que toca xilófonos de madera con buen ritmo. Van cambiando de sitio, pero se mueven por el Waterfront.
A las dos y media estamos en Mandela Gate, esperando para embarcar. Hay una tienda donde venden unas camisas que le gustan a Juanjo. Tienen el diseño de las que usaba Madiba pero, por esos mismo, cuestan unos 100 euros, así que no hay nada que hacer.
Montamos en un catamarán rápido, que nos deja en Robben Island en 20 minutos. Allí nos montan en un bus viejo y nos dan una vuelta por la isla, sin bajarnos nada más que en un punto desde donde se ve Capetown y hay pingüinos africanos, bastante parecidos a los magallánicos. La isla fue primero leprosería.
Finalmente nos bajan en la presión de máxima seguridad, donde viene a buscarnos un antiguo preso, que es quien hace la visita. Bueno, a los sudafricanos les entendemos bastante bien, pero a este hombre, ni papa. Todos somos guiris de distintos países, pocos de lengua inglesa nativa, y creo que nos estamos quedando todos a dos velas, aunque comprendemos el sentido general de lo que nos quiere decir. Nos cuenta las condiciones en las que vivían y la mejora que supuso la intervención de la ONU. Antes dormían sobre una manta directamente sobre el suelo y nos dice que pasaban mucho frío. De día trabajaban en las canteras, donde el sol se reflejaba en la piedra haciéndoles daño en los ojos. A Mandela tuvieron que operarle los ojos por ese motivo.
Nos enseño un cartel con lo que les daban de comer, diferenciando a los presos blancos de los negros e indios, que recibían bastante menos.
Vimos la celda de Mandela, en la que hay un montón de mantas, como las que usaba, un cubo, supongo que a modo de retrete y un cuenco de metal.
Recorrimos los patios y la sala donde les recibían y les daban su uniforme y las Normas. El señor estaba empeñado en que retratáramos todo lo que nos iba enseñando. Hubo un momento, en que desistí de escucharle, y Juanjo me dijo que había tirado la toalla hacia rato. La pájara que tenemos tras el vuelo no ayuda nada, además.
Volvimos al embarcadero. Esta vez nos tocó ir en un barco megalento, y tardamos una hora en volver. Hemos visto que está llegando el Rainbow Warrior, el barco de Greenpeace al puerto. Hemos legado casi de noche y nos hemos ido directamente al hotel. Menos mal, porque son las ocho menos veinte y la recepción solo funciona de 8 a 8, y no teníamos la habitación, así que la hemos pillado de milagro.
La habitación esta sorprendente bien para ser un backpackers. Tiene ventilador y un baño muy amplio, con jabones y champús. Además es tranquila
Nos hemos duchado y, como es fácil comprender, metido en la cama inmediatamente. Fundidos después de un viaje tan largo y de todo el día por ahí.
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