DIA 113
8/FEBRERO/2015 NAMASTE
NAMASTE es el saludo que se hace en Nepal y en la India, juntando las manos e inclinando un poco la cabeza. Hoy nos vamos de Nepal, pero tenemos un viaje muy muy largo. Por eso nos hemos quedado descansando un rato más y bajado a desayunar a ultima hora. Como el vuelo nos va a pillar tarde y tenemos la impresión de que en el aeropuerto no va a haber nada, hemos rematado el desayuno con un trozo de tarta y café en el bar en el que cenamos la noche de la pizza. Pero la tarta era demasiado grande y me ha caído pesada. Se la acabó Juanjo, claro.
Mientras hacíamos el check out han llegado la pareja de argentinos que encontramos el primer día. Vienen de Buthan y cuentan maravillas. Nos dan buena información de cómo ir. Lo tendremos en cuenta por si acaso surge alguna vez la ocasión.
La recepcionista del hotel nos despide poniéndonos unos pañuelos blancos en el cuello. Nuestro taxista de cabecera estaba por los alrededores, pendiente. Nos dice que le recomendemos a nuestros amigos si vienen por aquí.
Llegamos al aeropuerto y, como suponíamos, es casi igual de cutre por la parte de salidas. Llegamos con tiempo, a pesar del correspondiente atasco, y facturamos de los primeros. No sé qué pasa con el billete de Juanjo que siempre me piden el impreso. Pero nunca me explican por qué. Y me tiene mosca.
Nos han dado las tarjetas de embarque hasta Ciudad del Cabo. Nos esperan un montón de horas de viaje, entre vuelos y esperas.
Pasamos la aduana. La seguridad la hemos pasado dos o tres veces, una al llegar al aeropuerto, para empezar. Luego, una vez pasada la poli, se hacen dos filas, una para hombres y otra para mujeres. Tengo suerte, porque casi solo vuelan hombres. Así que la fila de los tíos es larga de la muerte y en "chicas" pasas a toda pastilla. Nos sellan las tarjetas de embarque como que hemos pasado la seguridad.
Otra cosa curiosa ha sido que al hacer el checking, nos han pedido la reserva de hotel y preguntado cuantos días vamos a estar en Ciudad del Cabo. Yo supongo que es por si se pierden las maletas, para saber donde llevarlas.
Una vez pasada la seguridad, vamos hacia las puertas de embarque. Eso es un jaleo de mil demonios. Hay gente por todas partes, muchos chinos, indios...pero una abrumadora mayoría de tíos. Es imposible averiguar la puerta que te toca hasta que llega el avión, porque los colocan sobre la marcha. De todas formas, todos los asientos están llenos. Optamos por quedarnos de pie, de todas formas, y así pasearnos, aunque la verdad es que no hay nada que ver. Solo hay una tienda-bar que no tiene nada especial.
En la puerta de embarque me entretengo en contar las mujeres que volamos a Doha. Vamos siete en total. Tremendo. Vamos a volar todo el tiempo con Qatar, que parece una compañía seria y debe serlo porque, a pesar del pollo de aeropuerto, salimos a nuestra hora, más o menos.
El vuelo a Doha dura casi cinco horas, pero el avión es cómodo. Es un Boeing pequeño, pero vamos bien y nos dan de comer y cositas. Estábamos apostando si habría vino y sí que había. Pero la peña pide directamente whisky para comer. Llevan todo tipo de licores duros. Nosotros pasamos de ellos y nos tomamos nuestro vinito. Uno francés y uno chileno. Juanjo flipa con los chilenos. Hasta aquí han metido el vino, que no es bueno, en verdad.
En la pantalla ponemos el mapa de vuelo y sigue saliendo la Meca en la brújula. Otra cosa que sale siempre es la capitalina de Madagascar, Antananarivo, que me tiene fascinada.
Llegamos a Doha de noche. Salimos sin prisa, porque tenemos siete horas de espera. El aeropuerto es un despliegue de lujo alucinante. Enorme, además. Entro en el baño y vuelvo a estar en un sitio limpio, con papel, vaciado automático...en fin, un baño publico sensato, aunque no llega al nivel de los japoneses, con su taza caliente.
Bebo agua de una fuente muy fresca. Y pasamos por pasillos automáticos. Todo está brillante y se ve poca gente.
Pasamos el control de seguridad de Tránsito. Yo sigo llevando mi pañuelo. El guarda me saluda con un NAMASTE y me pregunta si vengo de Katmandú, por el pañuelo. Me dice que el es nepalí y me pregunta el tiempo que hemos estado y eso...
Llegamos a la zona central, de tiendas. Falta mucho or que asignen puerta a nuestro vuelo. Paseamos por las tiendas, buscando una petaquilla para el safari, pero todo el licor viene en botellas megagrndes, que no nos interesa llevar.
Hay cosas bastante divertidas, unos caramelos, que deben ser como los smarties, pero puestos en forma de flores, montando un bouquet precioso. Yo pensaba que eran de plástico. Pero, mientras los miraba, la señora de la tienda me sacó del error y me dijo que eran caramelos. Venden también dátiles de distintas formas, rellenos de pistachos, por ejemplo. Hay Backlava y delicias turcas, de Estambul. Hay muchas chocolaterías, una tienda de Godiva, y una que tiene aceites diferentes en botellitas peueñas, con trozos de pan cortado para que mojes y pruebes. Hemos probado un aceite puro de nuez de Tarragona. Viene en una botellita blanca y vale 9 dólares. Esa misma empresa tiene otros aceites, pero ese es curioso y está bueno.
Hay un parque infantil enorme en la sala central. Al lado, hay restaurantes y las tiendas de marca. Entro en Tiffany's que, como siempre, tiene un escaparate precioso. La tienda da igual, pero los escaparates de esa marca me parecen maravillosos por lo sencillo. Hay tiendas de todo lo que pidas: Mont Blanc, Vuitton...las joyerías están atestadas de gente. Se acercan, sobre todo, a las que venden pulseras de oro, las típicas esclavas.
Hay un bar que vende langostas, caviar, salmón, champán...pero no nos atrevemos a intentar tomarnos una copita, no sea que se nos acabe el presupuesto.
Juanjo se ha puesto a ver un partido de fútbol en una pared de una tienda de deportes con teles. Yo he ido a sentarme en los cómodos sillones que hay repartidos por los pasillos que dan a las puertas. Las puertas están divididas por letras y cada letra tiene un montón de números. Hay mucho trafico. Pero hay puertas donde apenas hay gente. En cada zona hay uno o varios puntos con ordenadores Mac, unos postes con Internet, zona para familias, algún bar y unas zonas para relajarse. Las zonas de relax están divididas: las de hombres tienen las puertas de cristal transparente. Las de mujeres tienen cristales blancos, que no dejan ver el interior. Cuando quedan aún tres horas para el embarque, me meto en una sala de relax. Hay sillones cómodos, para tumbarte y dormir o, al menos, tener las piernas. Me he quedado allí hasta que ha venido Juanjo a buscarme. La verdad es que no habían anunciado el vuelo, pero él, que estaba cerca de la puerta, ha visto que estaba la gente empezando a embarcar. Me ha pillado casi dormida.
En la puerta de al lado vemos un vuelo para Casablanca en el que todos van con chillabas y pantalones blancos. Son peregrinos de La Meca. El vuelo debe ser solo para ellos, porque todos van igual. Lo que te digo: otro mundo.
Nos toca esperar un ratito mas para subir al avión. Juanjo me dice que me fije en lo raro que es el morro de nuestro avión. Es como ahuevado. Si es verdad que es raro. En nuestro vuelo va todo gente rubita y solo un par de negros.
Entramos al avión y nos llevamos una sorpresa. La entrada es por un salón muy grande con un techo muy alto. En el centro, hay un mostrador grande con un centro de flores. A la izquierda está Bussiness, con pantallas individuales muy grandes. La zona turista también tiene el techo muy alto, y unos cajones para el equipaje enormes. Los asientos son cómodos y amplios. Tenemos manta, almohada y un neceser con calcetines, antifaz y tapones para los oídos. Las ventanillas no se cierran, sino que se oscurecen hasta el punto que quieras, dando a un botón. La pantalla de pelis es individual y táctil, pero hay un mando con pantalla luminosa justo debajo, así que tengo delante de mi dos pantallas luminosas: la grande para ver y la pequeña del mando. Me gustan las luces del techo: sobre los asientos son de color morado suave y las que dan al techo, color melocotón. El avión es un Boeing 787-8 de la gama Dreamline, y no creo que vuelva a montar en un avión tan chulo en la vida. Los Qataries tienen el Airbus enorme para ir a Londres y N. York. Juanjo dice que le gustaría ir en él. Pero este de ahora es alucinante. Hemos cenado con vinito a las tres de la mañana para nosotros, pero viene bien para dormir. Yo me he colocado el antifaz y los cascos y he dormido un poco. Tenemos casi 10 horas de vuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario