23/10/2016 ADIÓS GALÁPAGOS
Hoy me he despertado viendo volar fragatas y pelícanos por delante de la terraza. Se están despidiendo. Tenemos que irnos. Ha sido una experiencia fantástica, pero ya se acaba.
Hemos salido del hotel a coger un taxi. Lo hemos hecho enseguida, aunque es domingo. El taxi nos deja en la terminal terrestre, donde nos montamos en un bus, que sale a las 7, una vez que se llena y se dirige hacia el canal que separa Santa Cruz con la isla de Baltra.
A partir de ahí, te sientes integrante de un rebaño. Te montan en un barco, te cobran, te montan luego en un bus y te depositan en la terminal del aeropuerto.
El vuelo de átame tenía que estar en el aire a la hora prevista, sí o sí. Así a Juanjo, que andaba buscando un café, no le dejaban.
En la sala de embarque había un pequeño stand con café Dolce Gusto y bizcocho. Se animó a pedir uno y, cuando iba a hacerlo, le han llamado por los altavoces. Ha tenido que ir a abrir su maleta porque han encontrado algo que no les cuadraba. El problema era la linterna, a la que ha tenido que sacarle las pilas. Muy raro.
Conseguimos tomar un café antes de embarcar y nos montaron en el vuelo pitando. A las 10, estábamos despegando. Un vuelo normal, con bastantes nubes, y llegamos a Guayaquil, viendo desde el aire el entorno de la ciudad, con sus dos Ríos.
Nos sorprendimos al llegar a la zona de recogida de maletas. Es muy bonita, con un jardín en un fondo, lleno de plantas tropicales, orquídeas, agua y sonido de pájaros.
Fuimos en taxi al hotel McSuites, donde nos tienen guardado parte del equipaje. Nos han dado la habitación y entramos con tiempo suficiente para que Juanjo vea un partido del Madrid, que empieza poco después.
Mientras, negocio con la recepcionista varias cosas. Me averigua si podemos sacar el billete de mañana. No. No podemos. Han abierto la web hace poco y nuestra ruta aún no está disponible, así que iremos a comprarlo. Y llama a un restaurante de pescado al que queremos ir en cuanto acabe el partido, a las 4. Está abierto hasta las 5, así que dicen que no hay problema.
El restaurante se llama Marrecife y es muy recomendado. Tomamos un ceviche de conchas negras, que a Juanjo le vuelven loco y unos platos de pescado exagerados. Últimamente no comemos tanto, así que nos ha parecido mucho. Pedimos unas copas de vino, veneno puro. No se puede pedir vino en Ecuador. Es caro y malo. Suele ser chileno o argentino, pero te ponen de los peorcitos.
Hemos ido a la terminal terrestre, a comprar los billetes y algo más. En la terminal hay un gran centro comercial. Juanjo se ha comprado una cerveza para la noche y yo un yogur.
Volvimos al hotel. Juanjo pensaba ir al malecón a hacer fotos, pero no tiene ganas y yo tampoco y ya hice el día anterior.
Nos quedamos tranquilitos. Por la noche vomité la comida. No sé si me sentó mal por la cantidad, algo del pescado, o el venenoso vino.
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