DÍA 40
26/NOVIEMBRE/2014 DE TRAQUETEO Y POLVO
Hoy vamos a ir al Parque Nacional Lircay. Hay un bus a las 7, pero yo no quiero madrugar y Juanjo tiene que llamar a España. Ya comenté que los negocios abren tarde y los locutorios, igual. Desayunamos abundante. Nos han dado bizcocho de jengibre casero con frutas. Delicioso!!.
Como no tengo gafas de sol, he sacado una gorra con visera para protegerme algo. Anoche nos dio Miguel Ángel un pegamento que se llama La Gotita, como el súper-glue. Y le pasa lo mismo. Que funciona la primera gota y luego se seca.
He intentado caminar sin las gafas de sol pero aún me molestan los resplandores. La visera me quita algo pero, finalmente, cazo unas gafas de sol de un puesto que me cuestan 2 Lucas, o sea, unos 3 euros. Una Luca le llaman a 1000 pesos. En las pelis argentinas hablan también de Lucas, si os habéis fijado, al hablar de dinero. Así que las gafas son de plástico puro, pero tendrán que servir, de momento, porque no tenemos tiempo de parar. Cuando me compre otras, me tomaré mi tiempo para que sean adecuadas. De momento, me apañaré.
Llegamos a la terminal. Vemos que, después del bus de las 7 no sale otro hasta las 12. Y vuelve a las 5 de la tarde. Iremos, en cualquier caso, porque la ciudad no tiene mucho más, rotos aparte.
Pasamos por la estación de ferrocarril para hacer tiempo, ya que hay un tren que va a Santiago. Pero solo hay 3 al día. Uno sale a las 7, que es demasiado pronto y otro a las 3 y tarda más que el bus. Autobuses hay "a cada rato".
Pero hace mucho calor, y nos sentamos al fresco en un parque junto a la estación. Vemos una mani y comentamos sobre los próximos pasos. Luego fuimos a la terminal. En la zona de los buses cercanos, los vehículos son furgonetas que van y vienen sin parar. El que tenemos que coger no es furgoneta. Es un autobús alto y desportillado, con pinta de próximo al desguace, lo que me indica que el camino que vamos a hacer debe ser complicado. Generalmente este tipo de autobuses se utilizan para caminos con mucho bache, mucha agua, barro...
Emprendimos el camino. Dentro hace mucho calor. Como siempre me pasa cuando viajo en malas condiciones, me quedo dormida. No sé por qué me pasa eso. Pero en cuanto me pongo algo más cómoda, se me pasa el sueño. Empezó a ocurrir,e viajando por la India hace muchos años- de todo hace ya muchos años-. En esa época yo no pegaba ojo y usaba pastillas para dormir, pero ni así. En cambio, viajando por la India en autobuses que ni te cuento, me quedaba seca. Especialmente si la cabeza se bamboleaba y hacia un calor infernal y el autobús traqueteaba como una batidora. Yo no entendía como podía quedarme dormida así, si en los aviones o en otro transporte normal no pegaba ojo. Otra cosa que me pasa es que me mareo en autobuses buenos y carreteras fantásticas, pero puedo incluso leer o escribir sin problemas si la carretera es un desastre y el bus una castaña y traquetea. Cuantos más brincos dé y más incómoda, mejor me va.
Subimos una empinada carretera, sin asfaltar. Vemos cerros rodeándonos. Al ir llegando, el conductor se para a hablar con todos los que se encuentra. Esas cosas ya no nos llaman la atención. Después de la experiencia de Panamá, donde a la gente la dejaban en la puerta de su casa, y una vez el conductor de una "chiva" nos llevará a su casa a recoger la comida, que le entregó su mujer dándole un beso y saludándonos, ya nada de eso nos extraña.
Al llegar, a las 2, el conductor nos indica hacia donde tenemos que ir. Resulta que hay 2 km de subida empinada hasta la administración y veo en un mapa que el mirador al que pensábamos que podíamos ir está bastante lejos. Yo tardé tres cuartos de hora en llegar. Achicharrada. Menos mal que llevaba la gorra. Pero llevaba también amarrado a al cintura el cortavientos, porque nos dijo Miguel Ángel que lleváramos algo, que arriba estaba "helado" . Pues menos mal...Al llegar, muerta de hambre, aunque íbamos comiendo cerezas que habíamos comprado en Talca -muy dulces, igual que los fresones (frutilla le llaman a la fresa) que también estaba dulce a más no poder. Calculando el tiempo, le dije a Juanjo que no iba a pagar la entrada, porque entre subida y bajada, no iba a estar más de una hora, y que se fuera él. Me dijo que no merecía la pena. Pero de repente, cuando saqué algo de comer, se marchó, pensaba yo que a ver un cartel, pero no volvía, no volvía...me puse a comer y un rato después fui a ver si lo veía, pero solo veía continuar el camino. Aproveché que había baños y calculé el tiempo. Si Juanjo a las 4 no ha vuelto, empezaré a bajar yo.
El bosque que nos rodea, aunque frondoso, tiene aspecto Mediterráneo. Hay robles, coníferas...Vuelve Juanjo, que ha encontrado un sendero corto, en cuya entrada había un guarda que le ha dejado pasar por la cara. Me cuenta a la vuelta que ha llegado a un mirador. Ha sacado fotos de los cerros. Me explica que hay unos árboles que tienen hongos parásitos. Volvemos a verlos al bajar. Hay lagartos, alguna especie de buitres y escuchamos al pájaro carpintero, pero no se deja ver.
Tomamos una cerveza en un bar mientras esperábamos al autobús de vuelta. La dueña del local nos explicó que van a asfaltar la carretera. Que en invierno esta zona se llena de nieve y que su casa se destruyó con el terremoto. Ahora tiene una muy bonita, de madera,que le construyó el gobierno.
Bajamos en el mismo autobús traqueteante. Eso significa que, cinco minutos más tarde de subir, en cuanto empezó a andar, me quedé dormida. Me dijo Juanjo que había visto cultivos de cerezos, pero me los he vuelto a perder. He despertado al llegar a la zona asfaltada.
Cargados de polvo y sudor del camino, fuimos al hostal a quitarnos la ropa, cepillar las botas y ducharnos. Yo iba metiendo ropa en jabón según me la quitaba. El calor y la costra eran agobiantes.
Ya limpios y perfumados fuimos a cenar. Primero dimos un paseo hacia la plaza de armas, que aún no habíamos visto. Pasamos por la zona de la marcha y tomamos una cerveza en una cervecería concurrida, donde una planchera mayor preparaba bocadillos de muchos tipos. Las camareras la llamaban Maestra. A las señoras nos llaman Dama en todas partes.
Desea la dama tomar algo?
Dama, qué puedo ofrecerle?
Caminando por la calle veo una pareja que andaba muy abrazadita. Él, un chico alto, le decía a ella, con ternura:
Las cucarachas resisten una explosión nuclear
En fin, dulzuras de enamorados.
Cenamos donde ayer, pero me paso a la pasta. Juanjo sigue con carne roja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario