martes, 4 de noviembre de 2014

DÍA 15 . A CALAFATE

DÍA 15

1/Noviembre/2014 A CALAFATE

Preparamos el equipaje. Vamos a dejar en Río Gallegos las dos maletas, y nos vamos a Calafate con las mochilas, incluyendo toda la ropa de abrigo por si hace frío en el Glaciar. Nos la guardan en el hotel, donde volveremos el lunes.

Preguntamos al taxista si es feriado hoy aquí por la festividad de los santos y nos dice que no, que aquí celebran la muerte de Kirchner. Suelto la carcajada
- Vaya, eso de celebrar la muerte tiene varias interpretaciones....

El viaje a Calafate dure unas 4 horas. El paisaje continúa siendo la misma estepa, aunque hacia el final la llanura va transformándose en un terreno más montañoso. Vemos bastantes guanacos y muchas ovejas aún sin esquilar. Bien gorditas de lana.

Como una hora antes de llegar, nos paran en un promontorio desde donde se ve el Lago Argentino, para que podamos verlo y hacer fotos. Se ven también los Andes nevados.

Mientras entrábamos en Calafate, Juanjo iba haciendo todo tipo de comentarios y aspavientos, aunque ya se lo esperaba. Él estuvo en 1988, cuando el pueblo era un sitio muy pequeño, con una calle central de tierra, pocas casas, y alguna persona que proporcionaba alojamiento en su casa. Yo estuve hacia el 95, y el pueblo era poco más o menos a como recordaba Juanjo. Aunque mis recuerdos no son tan claros, vagamente me acuerdo de un pueblo donde no había nada, donde fuimos las cuatro que íbamos en un coche a ver el glaciar, mientras el conductor esperaba con aire aburrido. Juanjo recuerda la casa donde se alojó, que ya no existe. Yo, ni idea. No recuerdo nada especial. Estará en mi diario.

Pero lo que ahora contemplamos es el pueblo típico organizado para "guiris". Restaurantes, muchas tiendas, agencias de viajes y transportes, todo tipo de ofertas para el Glaciar y, el colmo, un Casino.

Bajamos del bus en la terminal con ánimo de ir andando a buscar el hotel, pero un señor nos dijo que estaba bastante lejos, que cogiéramos un Remis. Al lado había una oficina de Remis, y montamos en un coche que estaba parado en la puerta. El conductor, con aspecto indígena tremendo, vino a vivir aquí en el 96. Nos dijo que le encantaban las vistas del lago que había desde el hotel Manantiales, donde íbamos.

El hotel, efectivamente, estaba al final del pueblo. Una casa en cuyo piso de arriba hay tres habitaciones y dos baños. Mientras aparecía el dueño, entré en uno de los baños y me quedé encerrada. Me daban instrucciones desde fuera para poder abrir la puerta y al final lo conseguí, tirando de la llave hacia fuera. El baño, al menos, está muy limpio. Pero el dueño, Norberto. Me dijo que usáramos el otro, que ese lo estaban utilizando unas chicas que estaban fuera. Así que, al menos, aunque no tenemos el baño dentro de la habitación, tenemos uno para nosotros.

Nos dio una habitación con una cama grande, armario y mesilla. El hombre me dijo que le pagara por la tarde, y nos fuimos andando hacia el centro, a comer algo. Andando por la carretera, apareció Norberto con un coche, diciendo que había ido a buscarnos para llevarnos y ya nos habíamos ido. Como el hotel está lejos, Norberto te lleva donde sea y a la hora que quieras en su coche.

Fuimos a la terminal, preguntamos los horarios para ir al glaciar. Vamos a ir mañana, domingo, en el primer bus de la mañana, para volver en el último de la tarde. Vale unos 15 euros por trayecto y persona. Hay que pagar entrada al parque, 21 euros. Así que hay que aprovechar el día. Planteamos la posibilidad de ir también el lunes a la mañana y llegar a coger el bus de las16:00a Río Gallegos y efectivamente, es una posibilidad que tiene contemplada la empresa. De hecho, podrías salir de Río Gallegos a las 3 am, llegar a Calafate a eso de las 7, coger el bus de las 8:15 al glaciar, y volver a tiempo de montar en el de las 16:00 de vuelta a Río Gallegos. No es nuestro caso, ni locos, pero podría hacerse.

Hace fresco, pero está despejado. Vamos al centro, donde ahora mismo está todo cerrado, locos por tomar un guiso, pero sólo hay lo que en todas partes: carne, pasta y pizza. Tomamos carne, mientras Juanjo ve dos cadenas de fútbol a la vez.

Caminamos luego un rato, pasamos el puente que pasa sobre el arroyo Calafate, que cruza el pueblo, y subimos unas escaleras hasta lo alto de una colina que domina el pueblo, desde donde se ven las montañas con nieve y se divisa, en parte, el lago Argentino.

Después volvimos hacia el pueblo. El sol pega fuerte, y veo un tipo tirado en una silla baja de la terraza de un bar, echándose la siesta, y le digo a Juanjo que me estoy hartando de ver tiendas y calles absurdas y que loquera me apetece de verdad es tirarme en la hierba jugosa de la colina y echarme una siesta al sol. Así que me voy para allá, mientras Juanjo se va a buscar la zona donde se alojó la otra vez.

En la colina hay grupos de gente y perros. Puse mi chaqueta en la hierba, y me tumbé sobre ella, quitándome todo menos la camiseta, aunque ganas me daban de quitármela también. Me dormí al sol, hasta que vinieron dos perros jugando, a retozar sobre mí, cosa que me molesta sobremanera.

Al rato vino Juanjo, que no había encontrado la casa, pero si una tienda antigua, donde entró a preguntar a una chica, quien llamó a su abuelo, que si recordaba la casa de la que Juanjo le hablaba, pero le dijo que ya no queda nada más.
Yo aquí ya no conozco a nadie - le dijo

Estuvimos tirados en la hierba hasta casi la puesta de sol. De repente, dijo Juanjo
Qué raro...¿te has dado cuenta de que aún no se ha puesto el sol y se ha ido todo el mundo?
Entonces vi cómo poco a poco, iban encendiéndose aspersores empezando desde abajo, así que nos levantamos rápido y nos fuimos hacia la plataforma. Juanjo opina que la puesta de sol no va a ser bonita, porque va a caer tras las montañas y, al no haber nubes, no vamos a ver reflejos. Efectivamente, así es, aunque a un Gringo que subió gritando:  "Five minutes" no le importaba nada, porque disparó fotos como si le fuera la vida en ello. También había dos chicas vascas jovencitas mirando el atardecer.

Entramos en el supermercado a comprar algo para cenar y para llevarnos mañana al glaciar. No hay nada atractivo. Lo de siempre: embutidos, empanadas....compré unos yogures, elegimos un vino para llevarnos mañana y compramos dos tipos de pan: de barra para Juanjo y del árabe para mí, que ya no puedo con tanto pan....

No encontramos Remis para volver. Generalmente les llaman por teléfono o radio, y no damos con ninguna oficina, así que volvimos andando, ya que a Juanjo no le molesta cargar con la bolsa. Tampoco es tan largo el camino: depende de lo cargado que vayas.

En el hostal encontramos la mesa de comedor llena de chicas jovencitas que hablaban un idioma que no localizábamos. Esperamos a que terminaran de cenar, y nos dijeron que eran de Israel y que lo que hablaban era hebreo. El español lo hablan sin apenas acento. No indagamos más, sólo queríamos cenar y acostarnos, que mañana hay que madrugar.

He intentado pagar a Norberto pero no ha querido. Ha dicho que mañana.




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