lunes, 19 de enero de 2015

DIA 89 ARIGATO GOZAIMASU

DIA 89

15/ENERO/2015 ARIGATO GOZAIMASU

Brrrr, el día se ha levantado nublado de matarse. Yo llevo el cortavientos impermeable, pero la predicción es de lluvia y frío. Nada de fresquito, 6 grados de máxima. Es mi primer día de vacaciones "oficiales" de 2015. Y el cumple de mi hermano Jaime.

Hoy nos hemos levantado bien pronto para ir al mercado del pescado. La idea es picar algo a media mañana en los restaurantes del mercado. Por eso hemos tomado un té y unos bollos que tenía metidos en una bolsita de plástico bien envasados, que había comprado en Filipinas y se habían quedado guardados. Algo tiesecillos ya, pero comestibles.

Hemos pillado hora punta, pero no ha sido demasiado horrible. Al salir del metro llueve. Un guarda nos atiza un plano con instrucciones. El Mercado es de intermediarios. En él se hace la subasta del atún a las cinco de la mañana, pero este mes no está permitida la entrada de visitas y seguramente haya que reservar. Nos indican que no entorpezcamos la marcha del mercado, que cuidado con los carros que van rápido y no se hacen responsables de accidentes. La verdad es que los carros motorizados van a toda pastilla sin mirar. Tienes que apartarte tú. A Juanjo le ha pasado uno rozando y se me han puesto los pelos de punta. Pasamos las naves donde tienen el pescado en cajas de corcho y una pescadera nos indica el camino hacia los puestos del mercado.

Es un sitio antiguo, de suelo adoquinado. Los puestos se distribuyen en "calles", estrechas, por donde solo pasamos gente, y de uno en uno, y "avenidas", que evitamos, porque pasan los carritos "follaos". En fin, es un sitio con pescado "a punta de pala", de todos los tamaños, predominando los gigantes. Hemos visto cajas de mejillones en las que solo caben cuatro. Unos moluscos rarísimos, que se salían de su concha por mucho, pulpos grandotes, lenguados y meros que no te cuento, carne de ballena, que nos da repelús, y atún a mansalva. Es el Rey del mercado. Vemos como lo trocean, distinto del ronqueo de Cádiz, esto es más a lo bestia. Los atunes vienen en cajas de cartón con plástico del de burbujas. Una vez troceado, lo congelan o lo envasan al vacío, o lo envuelven en telas y los meten en cajas, o lo cortan en sashimi que te venden allí mismo. Algún pescado está vivo, en cubos. A esos les meten unos artefactos que sueltan burbujas. Otros, ya difuntos, los llenan de hielo, o los venden tal cual. O a trozos.

Se me hielan los pies. Llevo botas: en este sitio es imprescindible, porque tiran cubos de agua caliente o fría al suelo, hay agua, hielo...pero llevo calcetines no muy forros y con la humedad se me están quedando los dedos como cubitos. Juanjo no se ha puesto el chubasquero, aunque daba lluvia, y vemos que está lloviendo bastante. Teníamos pensado ir a dar un paseo hacia la zona centro, pero va a ser imposible.

Cuando empiezan a recoger los puestos, buscamos un sitio para comer. En el recinto del mercado, fuera de los puestos, hay varios restaurantes pequeñitos. Los más baratos tienen una cola de miedo, pero llueve mucho para estar esperando bajo la lluvia. Encontramos otro algo más caro, aunque los precios no son un disparate en ninguno. Unos 24 euros el plato más caro. Como un plato principal en un restaurante medio de España. De todas formas, nos toca esperar un poco. Tenemos una pareja de asiáticos delante de nosotros, y detrás una familia occidental.

El japonés en jefe, un señor mayor, sale a contarnos y luego vuelve con unos vasos de té caliente, que tomamos agradecidos. Poco después entramos a comer. El restaurante tiene el ancho de la barra con taburetes y el sitio justito para pasar por detrás. Los platos están en fotos en un folio grande, y se llaman A, B, C...Para empezar, pedimos una bandeja con cuatro tipos de atún presentado en nagiri (sobre un lecho de arroz) y algo de Maki (El enrollado con alga nori) Dos piezas para cada uno de cada clase. Uno viene marcado a la plancha, otro es tataki (el que se marca a la plancha solo por fuera), hay un trozo de lomo y otro de ventresca, con tiritas de grasa. Los dos últimos eran un espectáculo, especialmente el ultimo, que se deshacía en la boca. El Maki era de Tartar de atún, riquísimo. El señor mayor nos indicaba en alguno que no lo mojáramos en soja, porque ya traía su salsa. Nos han dado té y una sopa de miso que nos ha venido como dios, para el frío, y estaba buenísima. Hemos pedido otro plato más variado, de distintos pescados, con más Maki, uno de ellos con huevas y otro con un tipo de almeja, y otros de los de atún normal. Muy buenos todos, pero el primero que hemos pedido, el de atún, estaba colosal. También llamaba la atención la almeja, con un sabor especial, y las huevas, que tenían un sabor a mar intenso.

Después de pagar le he hecho un gesto al señor mayor de que se me saltaban las lágrimas. Preguntaba si por el picante, pero le dije que no, que estaba exquisito, y se tronchaba de risa.

Sigue cayendo agua sin tregua. Como estamos a pie de Metro y tenemos pase para todo el día, volvemos al hotel a coger chubasquero, cambiarme de calcetines y, ya de paso, organizar para dejar mañana el equipaje.  Le dije a la señora que queríamos volver el día 20 y se deshizo en Arigato Gozaimasu si de jar de inclinarse. Yo le sonreía, Juanjo me decía que no me riera, pero no me estaba riendo, le estaba sonriendo y ella a mi también,

Qué podemos hacer en un día que no tiene pinta de dejar de llover ni un ratito? Pues ir a un Museo, que estaremos a cubierto y calientes. Elegimos el Museo Nacional, que tiene más cacho. Está al lado de la estación, pero tenemos que andar un ratito.

Hemos pasado allí la tarde, viendo cerámica, esculturas, kimonos, objetos de decoración, armaduras y espadas, caligrafía, poemas, murales, biombos...todo exquisito. Hay varios recintos. En el principal vemos las obras de arte más importantes. Después visitamos un pabellón de arte asiático y, finalmente, otro que está precedido por estanques y que expone un tesoro ceremonial en el que había una cantidad enorme de pequeños Budas y Boddittsavas dorados en pedestales. No sé cómo lo hago que siempre voy directa, cuando hay templos o figuras a espuertas, a encontrar a Avalokiteshwara, el Buda de la Compasión. Debo tener algo en el inconsciente con ese Buda en concreto.

Ha sido divertido que, en todo el museo, hay montones de sitios para sentarse. En los sillones y bancos estaban sentados la mitad de los visitantes del museo, y la mitad de ellos dormidos. Con el día que hace, no nos extraña. Haríamos lo mismo. De vez en cuando escuchamos caer gran cantidad de agua sobre el tejado. Diluvia.

Hemos ido a cenar a un restaurante de la estación, después de darle una vuelta. Hoy no está el día para comer en la calle. Entramos en uno que nos gustó y nos sentamos en la barra. Juanjo salió con la camarera a enseñarle unos platos de plástico del escaparate para pedir la comida, porque no lo teníamos claro con la carta. A nuestro lado, un japonés que se estaba poniendo tibio a sake nos preguntó si nos ayudaba. Pegó la hebra con Juanjo y nos invitó a sake caliente, que venía fenomenal para el frío, y me dio un huevo en caldo con un pequeño trozo de grasa de atún por encima. Estaba buenísimo. El hombre estaba pidiendo unos rollos de Maki para llevar a su mujer, y se los prepararon en cajas. La verdad es que, en las tiendas donde venden Maki preparado, lo mismo podrías estar comprando comida que una pulsera, porque las cajas son espectaculares.

El señor se marchó sin consentir que le invitara Juanjo a nada, y pagamos la cuenta para irnos a dormirla.



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