DIA 88
14/ENERO/2104 SENSACIÓN DE IRREALIDAD
Hoy hemos pedido un desayuno en el hotel, por no ponernos a buscar y llevar esa tarea hecha. Pero el desayuno que ponen es japonés, así que hemos tomado un cuenco de arroz y otro de sopa con tofu y gamas, una rodaja de salmón al grill, un cuenco pequeño con algas, otro con jengibre, otro con verduras encurtidas, otro con algo en vinagre que tenía huesecillo, unos trozos de tortilla dulce y varias tazas de té verde.
Moraditos. Juanjo no se ha comido todo el arroz, porque dice que no puede con los palillos, pero tendrá que acabar aprendiendo. Aquí no ponen otra cosa, ni cuchara para la sopa, que te la tomas bebida. A todo esto, tiene el oído fastidiado, parece que se ha pillado una otitis. Le estoy dando antiinflamatorios, pero no tengo antibiótico y no quiere que vayamos a un médico. Me tiene preocupada.
Hemos ido al metro. Para sacar el billete lo hemos hecho en una maquinita. Tras varias dudas,memos sacado el abono de un día para metro y tren. La única dificultad ha sido que al meter la tarjeta de crédito la devolvía. Una chica nos ha preguntado si podía ayudarnos y nos ha dicho que sólo admitía efectivo esa maquina. Hemos buscado la línea por la que tenemos que ir. No ha sido difícil y las estaciones están escritas en caracteres latinos y japoneses y van numeradas con números normales.
Hemos llegado a Asakusa, para ver el templo de Senso-Ji. Está muy bien indicado, y al lado de la salida del metro. Hay ricksaws que nos ofrece un chico, que acaba hablando con nosotros un poco de español. Anoche otro chico de una pescadería también nos dijo algo. Ambos lo están estudiando. En fin, sorpresas...Llegamos en dos minutos al templo, que es budista. En él se adora la imagen del Boddhisattva, Kannon, que es compasivo y se ocupa de aliviar las miserias. Su imagen fue encontrada milagrosamente en el río. Esa imagen está oculta por un lienzo, para esconderla de las miradas humanas, pero hay otras reproducciones en distintos templos más pequeños del recinto. La primera puerta del templo da a la calle. Y contiene una linterna roja muy grande, unos demonios que intentan dar miedo y las imágenes de los dioses del viento y del trueno Por ella se accede a la calle Nakamise, que son comercios de la época Edo, la época de los Shogun que abarca de mitad del SXVII hasta principio de 1800, en que se restauró el imperio. En ellos venden dulces, regalos, cacharritos a montones, etc. Después de la calle, se entra por otra puerta similar a la primera, pero con tres linternas, una roja en el centro y dos blancas a los lados. A nuestra izquierda tenemos la pagoda de cinco pisos. Antes de entrar en el altar principal, hay unas fuentes con cacitos parecidos a los de la sopa para lavarte las manos y purificarte antes de ir a rezar. También hay unas caritas de incienso que compras por 7 céntimos, que enciendes en un brasero y las pones en un pebetero, aspirando el humo del incienso para curar enfermedades. Como no tengo antibióticos para Juanjo, pongo unas varitas y aspiro el humo, a ver si a él le hace algo por proximidad. La gente saca de unos cacharros de metal con una ranura unas placas de metal, agitando el recipiente y haciéndolas salir por una ranura como las de las huchas. La placa tiene un número y hay que abrir el cajoncito de madera que corresponde al número que te ha salido. Si sacas un papel de buen presagio, te lo llevas. Si lo que sale es un mal presagio, mala suerte, entonces lo anudas en unos marcos de madera que tienen listones de alambre. También venden amuletos para la buena suerte, para la buena conducción, etc.
Una vez purificados, te acercas al templo. Se ve tras una red metálica, pero dentro hay una ceremonia a la que asiste un puñado de fieles. No hay mucho espacio en los lugares de oración, un sacerdote está de espaldas a los fieles frente al lienzo que tapa al Boddittsava, rezando, echando incienso, tocando un pequeño instrumento que suena a campaña suave. Los fieles rezan con él. El,templo está lleno de ornamentos dorados. A los lados del altar principal hay dos capillas pequeñas más hacia dentro, con Figuras que no distingo si son Budas, porque están más a oscuras. La gente del exterior se acerca y echa monedas en unos depósitos frente al altar con unas barras metálicas. Al tirar la monedas, resuenan en las barras. La gente se inclina, como cuando se saludan, y rezan. Al acabar, vuelven a inclinarse.
El recinto del templo contiene jardíncillos con Budas, esculturas, un estanque con carpas y varios templos más, que contenían varias imágenes de Kannon y templos dedicados a otras divinidades. No me di cuenta y pasé sobre un parterre de tierra. Cuando estaba ya metida en él, me di cuenta de que los habían rastrillado haciendo un dibujo en curvas. No sé si daba igual haberlo pisado, pero me dio mal rollo.
Recorrimos el recinto visitando los distintos rincones. Los recintos budistas están impregnados de un ambiente de paz, que te deja muy relajado, Me daba pereza irme de allí, pero salimos a la zona comercial, y a una galería que había en otra de las calles adyacentes, con muchos restaurantes, uno con una cinta en el mostrador que daba vueltas cargada de platillos que la gente iba cogiendo. Como hemos desayunado potente, no tenemos hambre para meternos en él, pero habría estado bien pillar una tapioca de esas. Lo que digo yo es que en esos sitios, debes tener que dejar que la cinta dé un par de vueltas antes de coger algo porque, si no, puede darte un ataque de ansiedad por querer probarlo todo.
Hemos ido a la estación central a sacar un billete para ir pasado mañana a Kyoto. La estación central se llama Tokyo. Para llegar hemos cogido metro y tren. Es enorme. Hemos preguntado en una Información, aprovechando que aquí no faltan, y nos han indicado como ir. La chica se ha despedido en español y nos ha hecho mucha gracia.
El billete lo hemos comprado en la boletería. Esta vez la vendedora hablaba inglés lo justo, así que me he esforzado en lo que recomiendan los libros, centrarte en las palabras clave, o sea, hablar en "indio". Con eso, un calendario, y una tabla de horarios,,hemos comprado el billete para el tren bala sin más problemas. Que los billetes son caros, pero eso ya lo sabíamos.
Luego hemos salido a ver la parte antigua de la estación, de ladrillo. Y a continuación nos hemos dirigido hacia el Palacio Imperial, para verlo por fuera, porque solo muestran a grupos muy restringidos una pequeña parte del palacio. Los árboles que lo rodean son los de las estampas japonesas, esos pinos cortados en ramas redondeadas. El,palacio está amurallado, con una construcción similar a las de los templos peruanos, pero no tan bien hecha, excepto un muro que hemos encontrado en las. Cercanías, y parecía totalmente de Cuzco. Al muro lo rodea un foso lleno de algas y con patos. En un estanque verano nadaban unos cisnes preciosos, con el cuello algo amarillo y las alas muy blancas, que abrían como los tocados de las bailarinas de El Lago de los Cisnes, algo precioso.
Dentro de las murallas distinguimos varios edificios tipo pagoda, de paredes blancas y el tejado negro. Unos estaban pegados a la muralla, como si fueran defensas, y había otros en el interior, uno de ellos más alto, y un edificio moderno, grande, pero de un estilo similar, que debe ser el que está en uso por los emperadores.
Hay unos puentes de acceso al palacio, uno con un arco y otro con dos, que son el objetivo de las cámaras de fotos.
El recinto amurallado tiene que abarcar un montón de hectáreas, parece enorme, pero no menos enorme es el parque que lo rodea. A lo lejos pasa el tráfico por una avenida ancha, en un silencio absoluto. Ha sonado una bocina a lo lejos y me ha sorprendido, porque en al ciudad no se oyen ruidos de motor, ni nada. Un ligero campanilleo cuando se ponen en verde para los peatones algunos semáforos. Pero en una ciudad de 36 millones de seres humanos que no se oiga nada, me parece de lo más sorprendente. Para seguir llamando la atención, vemos bastantes mujeres llevando bonitos kimonos, calzadas con chanclas con alzas y calcetines gordos. El silencio de las calles y las mujeres en kimono producen un efecto irreal.
Hemos vuelto al metro para visitar otro templo, esta vez sintoísta. Se llama Meiji Jingu, y lo recomiendan en todas partes, porque es un templo muy visitado. A la entrada hemos comido un plato caliente de caldo con verduras, fideos gordos y tempura en el mismo caldo, caliente que te matas, pero viene bien porque hace frío.
Para entrar al recinto del templo se pasa por una elevada puerta de madera, ante la que se inclina la gente que entra. A continuación recorres un parque muy grande. En la zona de restaurantes hay un museo con el tesoro. Este templo está dedicado a la memoria de unos emperadores que debían ser muy queridos, porque la gente llevó al sitio que eligieron para su recuerdo - ya que están enterraos en Kyoto- cientos de árboles de Japón y de todo el mundo.
Hay unas estanterías muy grandes en el camino. Las primeras contienen barriles de Sake. Los productores mandan una cada año. Enfrente, barriles de vino de Borgoña. El emperador quiso modernizar un poco el país e importó ese vino. Los productores le hicieron el regalo de esos barriles, que allí están expuestos.. A la derecha dejamos los jardines de lirios, a los que no entramos,porque los lirios florecen en Junio. Un poco más allá, hay un lateral cubierto de linternas blancas, con un símbolo pintado. Te deja estupefacto. Después se pasa por otra puerta similar a la primera, y ya se entra en el recinto del templo, propiamente dicho. El templo es de tipo pagoda, pero muy sencillo. El Sintoísmo es la religión original de Japón y se basa en los principios de la naturaleza. Los espíritus a los que adoran se llaman Kami. No se puede entrar dentro del templo, hay que quedarse fuera. Pero en el patio hay unas piletas para purificarse las manos. Yo volví a lavármelas, como en el templo anterior. Y luego vi que la gente daba palmadas y se inclinaba, cuando llegaba a la parte superior del templo, después de tirar una moneda, como en el anterior, que rebotaba en las barras de hierro. Leí las instrucciones para el rezo: tirar la moneda, inclinarse dos veces, dar dos palmadas, rezar, volver a inclinarse. Vi hacerlo a la gente y de repente tuve el impulso de hacerlo yo también. Hice el rito y me concentré un momento pensando en los espíritus de la naturaleza. Entonces sentí una sensación rara, como si algo me tirara de dentro del cuerpo y me llevara hacia arriba. Me sentí rara y dejé la concentración, me incliné y me fui, mientras Juanjo se reía y me decía que me había pillado inclinándome.
Hay una fila larga de gente frente a la tienda que vende amuletos y flechas! . Enfrente hay un espacio para los matrimonios sintoístas, pero dice en la puerta que ni se entre si no se participa del acto. Nos hemos marchado. Arquitectónicamente, este templo es menos interesante, aunque el espacio que ocupa es realmente grande.
Hemos fue,to a coger el metro para ir a ver el cruce de Shibuya. Es un cruce de calles e el que hay varios pasos de peatones entrecruzándose. Parece ser que cruzan a la vez mil personas cuando se abren los semáforos. Nos han hecho una entrevista un poco absurda en la plaza, con una cámara.
A estas alturas me encuentro un poco cansada. Ya se va a hacer de noche, y decidimos ir hasta el templo que hemos visto esta mañana, el de Senso-Ji, para verlo iluminado. Tenemos que recorrer una línea entera del tren. Como lo hemos cogido al principio de la línea, podemos ir sentados y así descansar un poco.
El templo ya estaba cerrado, pero no el recinto, que estaba todo iluminado, La pagoda de cinco pisos y ele edificio principal iluminados, tienen un encanto especial. Hemos visto las figuras de los demonios guardianes, que esta mañana no distinguíamos, por el reflejo del sol. Son bastante feos. Las,linternas iluminadas, algunas linternas de templos pequeños, etc, dan un encanto especial a la zona. He vuelto a pasear por todo el recinto y decido que en ese sitio me encuentro muy a gusto. Me da mucha tranquilidad.
Vuelta hacia Ueno, nuestro barrio, que no está lejos de ese templo, y nos dirigimos hacia la calle de ls tiendecitas para cenar. Antes he preguntado en todas las farmacias que he encontrado para comprar un colirio para Juanjo, pero en ninguna tienen nada que contenga antibiótico. Nos dicen que vayamos a un médico, pero Juanjo no quiere.
Decidimos ir a cenar a un puesto de la calle que vimos ayer. Algo pasa, porque están cerrando todos los puestos. El que buscamos está casi vacío, me pongo junto a una estufa y pedimos la cena, sashimi de atún y salmón, que nos ponen en rodajas abundantes en un cuenco de arroz, Nos ponen también unas cervezas bien frías y una bandejita de tapa con otras clases de pescado. Tanto en los platos como en la "tapa" nos ponen una buena cantidad de wasabi.
Al acabar, hemos ido por otras callejuelas y hemos visto casas de comida abarrotadas de gente. Lo tenemos en cuenta para otro día. En una, con cinta giratoria en el mostrador, hemos visto un "tiesto" de wasabi enorme que rebosaba, y nos ha dado la risa. Madre mía, con los tobillos de mierdecilla que venden en España...pillas un "tiesto" de estos y flipas.
Nos hemos ido a dormir a continuación. Creo que Juanjo habría cenado algo más, pero yo estoy satisfecha con el plato que hemos comido. Lo que pasa es que Juanjo se cansa de coger arroz con los palillos y no se lo termina.
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