2/ENERO/2014 BLUE MOUNTAINS
Me despierto. Las seis, me visto y despierto a Juanjo. Hemos recogido las cosas sin hacer ruido y marchado a desayunar a la gran cocina. Solo había tres o cuatro personas, alguna con un aire peculiar, dos hombres mayores que parecía que vivieran allí. Pero la cocina está bien abastecida de utensilios. En Australia y Nueva Zelanda hay depósitos de agua hirviendo con un grifo en algunas cocinas, así que no tienes que calentar el agua para el té o café, aunque suele haber hervidores también por todas partes.
Fuimos en coche hasta Leura, el pueblo donde se encuentran las cascadas Westworth. En el aparcamiento había varios coches y caravanas, con indicios claros de haber pasado allí la noche. Nos sigue llamando la atención de que, al contrario de Nueva Zelanda, donde prácticamente tienes que aparcar siempre en campings reglados, y pocas veces puedes dormir a tu bola, en Australia casi nunca pone prohibido acampar o pasar la noche casi en ninguna parte. Como hay muchas zonas con servicios, es fácil quedarte en cualquier parte. Realmente ha sido una pena no poder alquilar una caravana pequeña.
Estudiamos el mapa de los senderos, con sus tiempos y dificultades. Hay uno de cinco horas y complicado, pero hay varios más cortos y que enlazan unos con otros, así que podemos iniciar uno y ver qué tal.
Empezamos por el sendero que lleva a las cascadas. Es como de una hora, con miradores por el camino. El sendero pasa por encima de las cascadas, mediante un puente de madera. Las cascadas no llevan mucha agua. El primer tramo cae a una pequeña laguna sobre la que se sitúa el puente y el siguiente tramo cae montaña abajo, unos 100 m.
De ahí pasamos a otro sendero, el Rocket Point, que lleva a un pasadizo bajo una roca, como una puerta. Al otro lado se divisa el valle. Es un circulo y volvimos a las cascadas. Como hemos caminado poco, decidimos seguir por otro sendero que se llama Bajo las Colinas y que conecta con otro llamado Paraguas de Helecho (Fernbrella). El sendero bajo las colinas pasa por debajo de rocas que forman túneles abiertos al bosque. Es muy fresco y puedes aprovechas para refrescarte bajo las pequeñas caídas de agua, como duchas, que lo bordean. Yo lo hice porque, a pesar de lo temprano de la hora y de lo sombreado del sendero, estoy sudando. Puede ser por la humedad, también. El sendero Fernbrella pasa entre un bosque de helechos. Un desvío lleva a un mirador pasando por una cascada dentro de una gruta. Un sitio bonito y fresco. Los miradores dan al cañón. Las montañas verticales enmarcan un valle boscoso muy tupido. Escuchamos los sonidos del bosque que va despertando. Los sonidos de la vida, dice Juanjo. Muchas cacatúas vuelan y graznan bajo nosotros. Algunos cuervos, también.
Caminamos hora y media. Yo he salido del bosque con la camisa empapada. Me he lavado en los servicios todo lo que he podido y empapado la cabeza. Tengo una pinta...
El aparcamiento, cuando salimos del bosque, está lleno de gente, coches y autobuses. Se van a achicharrar como empiecen a andar ahora. Aunque supongo que en su mayor parte se asomarán a los miradores próximos.
Volvimos en coche hacia Katoomba para ver los sitios que nos hemos dejado por el camino. Caminamos una media hora monte abajo para ver las cascadas de Leura, realmente bonitas, en un entorno de helechos. Aunque Juanjo se ha hecho partidario acérrimo de aquellas que vimos en Tasmania y ya no se deja impresionar. El Echo Point está imposible para dejar el coche. Hay gente a mansalva. Yo supongo que es que están de vacaciones por ser verano, aunque Aitor me ha dicho que siempre está todo igual, que la gente se mueve mucho y no trabajan muchas horas, así que siempre está todo lleno de gente. Avanzamos hacia otros miradores, pero es complicado parar por lo mismo.
Finalmente hemos vuelto a la taberna de ayer a tomarnos una cerveza fresquita. Hoy tienen un menú por cinco dólares (poco más de tres euros), pero tenemos unos sándwiches preparados y hemos ido una zona de picnic a tomarlos. Sigue haciendo calor, pero se está nublando a ratos.
Volvemos a Sydney. Hemos pensado ir a Manly a dar una vuelta y coger el Ferry, pero yo no quiero volver muy tarde, porque mañana madrugamos, hay que preparar equipaje de nuevo, reservar hotel en Manila, hemos quedado para cenar y tenemos que darnos una ducha colosal.
Para llegar a Manly hay que hacer una media hora más de camino, pero se nos ha complicado, porque el GPS se ha "perdido" en una autovia con muchas salidas y hemos salido por un sitio que no era, así que hemos tenido que recorrer mas camino y perder tiempo. Aparcar en Manly también tiene guasa. Hemos dejado el coche en una calle en cuesta que tiene restricciones de hora, pero no hemos dado con la maquinita y dejamos el coche tal cual. Veo que muchos coches aparcados en la misma calle no tienen ningún papelito.
Hemos ido hacia la playa. Hay muchísima gente tirada en la playa y en los parques y andando por la zona peatonal y no peatonal. Tremendo.
Con tanta pérdida de tiempo yo no encontraba sentido a coger el Ferry. De todas formas, nos hemos acercado al embarcadero. El Ferry está a punto de salir. Es un barco grande y viejo, pero va atestado de gente. No tiene sentido hacer un viaje de ida y vuelta para ir apelotonados dentro del barco con un montón de gente y, como ambos hemos recorrido en otra ocasión la bahía, desistimos de hacerlo ahora en esas condiciones. En cambio paseamos un poco más por Manly y tomamos un helado.
Fuimos hacia Canterbury, pero es la hora maldita de los atascos. Hemos tardado una hora, incluida pérdida de nuevo. Llegamos hechos un cascajo. Estaba Natalia en casa -y los tres gatos- Aitor ha llamado para preguntar si cenamos en la City o en el barrio. Finalmente optamos por el barrio, ya que ir otra vez en coche como que no. Hacemos las maletas, ducha, nos ponemos limpios y vamos a cenar al sitio donde no pudimos el otro día. Uno de los escasos No Chinos del barrio. Allí nos esperaban Aitor y Carlos. Tomamos unas cervezas y pedimos las cenas. Aitor y Carlos, que tienen un saque importante, han terminado sus filetes y pedido otros. Nos han contado que allí también hizo ayer un calor horroroso, que no salieron de casa y que por la noche tuvieron que encerrar a los gatos y abrir todas las puertas.
En casa hemos tomado unas cervezas de despedida, mientras buscaba hotel para mañana. Juanjo y yo nos hemos acostado no muy tarde, para levantarnos temprano. Han vuelto a dejar todas las puertas abiertas y a los gatos encerrados, para que corriera el aire.
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