sábado, 12 de octubre de 2019
Reparto de comidas en Moria., Zaporeak
Hemos quedado con Josi, de Zaporeak , para ir a ayudarles en la cocina porque ahora no tienen muchos voluntarios. Nos recoge en el puerto. Las cocinas están en un sitio bastante alejado del campo y es difícil llegar si no es en taxi, que no es barato, hasta ese punto.
Ya se encuentran allí varias personas: Concha, Roberto, Mariano, Idoia, Peio, Maru, Eneritz. Nos dan camisetas y delantales, nos enseñan un poco en lugar y empezamos a picar verduras. Jose va dando el orden y cantidad. Hoy va a hacer garbanzos en enormes perolas. Nunca he estado currando en una cocina de este tipo y me parece curioso. Las mondas se vuelcan en un contenedor para Compost.
Empezamos a picar verdura sobre tablas en la mesa grande. Empezamos por las cebollas y todas lloramos a lágrima viva. Pican muchísimo. Josi nos va marcando el orden: cebollas, pimientos, zanahorias, patatas...Mariano y Roberto las meten en la picadura.
Preparamos los envases para la comida: Concha tiene la lista de los grupos a repartir. Para voluntarios, los pequeños: 15, 35....40 para unas familias alojadas, tras el incendio de la semana pasada del contenedor, en una nave industrial que estaba adaptada para acoger y dar entretenimiento a los refugiados pero que ahora la policía ha cerrado. Las familias están allí de manera ilegal, pero allí siguen hasta que las echen.
Esta mañana ha aparecido la policía y la gente de la cocina se ha puesto muy tensa. Pueden cerrarles el local, de forma arbitraria, cuando les de la gana. Hay 170 envases diferentes que van para Kitchen No Borders, una ONG alemana que está haciendo un trabajo muy especial. Os lo contaré en privado.
Pero la policía les ha visto esta mañana llevando o entregando material en nuestra cocina y nos dicen que van a aparcar más lejos. No pueden relacionarles con nosotros o todo estará en riesgo. Para ellos y para nosotros.
El local en el que estamos es propiedad de un policía, que lo alquila a la ONG y vive arriba y por ello tenemos protección, pero sólo hasta cierto punto. Me refiero a que el local permanezca abierto.
Hasta hoy, las pitas se compraban a unos afganos, pero les han cerrado el local ayer y hoy van a comprarlas a una panadería que vende pitas industriales. Las he probado. Están tiesas. No saben si van a volver a dejarles abrir.
Nos ha contado Josi que el martes viene Julio, de la Móvil Kitchen, que se fueron en Septimbre y les ha sustituido una pareja de griegos, Nikos y Catherina, pero parece que la policía les ha cerrado o amenaza con cerrarles y Julio va a venir a intentar resolverlo.
Igual que en Chíos a Salvamento Marítimo les requisan el material, a las ONG que trabajan les impiden trabajar hasta donde sea posible. En realidad, todas están de forma alegal, ninguna tiene autorización expresa. Y tienen la amenaza diaria de ser expulsados, cerrados los locales o requisado el material. Para rescatar la furgoneta de Rowing tienen que pagar una multa, pero no tienen recursos para hacerlo.
Una furgoneta nos trae las verduras y fruta a diario. Descargamos los sacos e fruta, patatas...
En realidad, las ONG proporcionan recursos a la isla, porque todos los alimentos frescos se compran a productores locales. Los productos no perecederos los mandan desde el país Vasco. La semana que viene tiene que llegar un contenedor con material y productos.
Contamos manzanas: 11 para Rowing, las 40 de las familias, las 35 de un gimnasio para refugiados, las 170 de No Borders, las 300 de los voluntarios de Salam y 1000 para las mujeres y niños que van al local de Salam, la nave industrial, a recoger la comida. No conocemos el número. Vamos a hacer 1000, porque es el cálculo de gente que puede venir hoy.
La semana pasada estaban haciendo 700 comidas, pero está aumentando mucho el número de gente que se acerca. Hoy haremos 1400 comidas: garbanzos con verduras.
Josi cocina en peroles enormes. Ya empieza a oler bien mientras preparamos el material. No nos queda ni un minuto libre, contando manzanas y poniéndolas en cajas con el número correspondiente, contando envases...Idoia y Eneritz cuentan y cortan las pitas. Es un trabajo duro porque se cortan con mucha dificultad.
Empezamos a empatar para el reparto de las 40, que son los primeros y se llevan lo del gimnasio, llega Isabel de Rowing sobre la una y se lleva la comida y a Luz. Hay un caso de violencia sexual en Rowing y Luz va a tratar a la víctima. Luego nos cuenta el caso. La gente tiene mucha necesidad de tratamiento psicológico o psiquiátrico. En MSF tienen un profesional, pero los Campos son en sí trituradoras de gente y las historias anteriores y el periplo hasta el campo machacan a las personas. Para rematar esas historias, las condiciones del campo, el hacinamiento, la falta de higiene, el hambre convierten a las personas en seres sin esperanza, que luchan por la comida, por una mínima dignidad y porque no les hagan daño.
Empezamos a emplatar: Dos personas designadas por Josi sirven la cantidad de legumbre que Josi marca: 400 gramos, dice. Se sirve un envase con dos cucharadas y se pesa. Cuando llevamos cierta cantidad, Josi nos dice que paremos. Tendrían que haber salido más envases. Hay que bajar a 350 gramos.
Paramos para comer nosotros unos minutos. Descansamos así un poco. Josi marca el tiempo: en 5 minutos empezamos.
Se emplatan los 300. Una sirve, otra pone la tapa y sella los laterales, otra sella las esquinas y otra los pone en la caja. Los envases tienen que sellarse bien. Josi no consiente entregar envases con la tapa mojada, hundida en el caldo. Por lo menos, dignidad.
Paramos 5 minutos y emplatamos los 1000. Rápidamente se carga el material en la furgoneta y nos vamos al reparto en los coches designados:
La furgoneta lleva la comida y tres personas, 5 vamos en el coche grande y el resto se van a casa de Zaporeak a preparar la cena o a descansar quien no quiera ir al campo. Eva y Raquel, de Rowing se han acercado, pero no hay más sitio para el reparto y se quedan con Maru y Mariano, recogiendo.
Llegamos a la nave donde se hace el reparto. Todo esto es ilegal, pero no queda otra. Al llegar, me pongo a llorar. Ya me lo habían advertido. No hay nadie que vaya al reparto y no llore, al menos una vez. Maru prefiere no ir porque lo pasa mal.
El espectáculo es terrible. En el exterior de la nave hay una cola de mujeres y niños sentados en el suelo. Salam, el " marquesito", como le llama Josi, está sentado en un sillón en el centro. Fuera de la verja, una cola de gente, mujeres y niños esperan por si tienen opción a comer. Después de todo el día trabajando, ves que la comida no va a llegar y lloras al ver a toda esta gente con cara de hambre y resignación, expectantes por saber si hoy van a poder comer una comida decente.
El reparto lo dirige Salam con sus voluntarios, pero todos vamos preparando las bolsas: un envase, un trozo de pita, una manzana, una cuchara... Algunas bolsas con dos envases. Cuando queda poca comida Dan dos envases para 3 y uno para dos. Se te parte el alma.
Hoy ha venido mucha gente. Los voluntarios sacan parte de sus 300 raciones y dejan pasar a alguna gente más de la que está afuera.
Luego sacan el resto de raciones y las reparten en el patio interior de la nave. Llegan desde dentro mujeres y niños. Y nosotros nos vamos. Nuestro trabajo acaba aquí y te vas con una sensación agridulce. El agotamiento lo compensa ver las caras de los niños con su comida, pero piensas en todos los que se quedan sin comer, o comiendo lo que reparte el catering oficial, escaso y de mala calidad, que les enferma y se te rompe algo por dentro.
Nos quedamos en el puerto y tomamos una cerveza con Eva y Raquel. Les enseño un video que hice de la cola, un poco camuflada con el móvil y se les pone cara de angustia.
Nos vamos a casa a cenar algo y dormir. No podemos escribir ni hacer nada más que acostarnos. Estamos agotadas. Peio lleva ta casi tres semanas, y lleva todo el día diciendo que está agotado. Lo entiendo. No hay ni un día de descanso. No puede ser. Si descansas, no comen.
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