Teníamos una cita con el administrador de Kara Tepe y hemos ido a verle. Nos ha enseñado ese campamento, para familias vulnerables, que se encuentra a la salida de Mitilene, frente a Hope Project y no lejos de One Happy Family. El administrador se llama Manus, nos dice que está en un periodo entre administradores. Un suplente, muy amable.
El campo acoge a 261 familias que se seleccionan entre los refugiados por reunir ciertas condiciones de vulnerabilidad, como personas discapacitadas y enfermas. La selección la hacen entre personal de ACNUR y médicos del gobierno.
La media de estancia es de 3 a 4 meses, máximo 1 año, y de allí pasan al continente, a Atenas, a otro campo o a un piso.
Este campo es municipal y no se parece en absoluto al de Moria. Tiene un montón de actividades, colegios para niños y adultos, campos de juego, comida puerta a puerta, salas de deporte, cine, música, violín, guitarra, idiomas, informática, bibliotecas.....una barbacoa, horno de pan, billetes de bus gratis, bicis para los niños, rampas para las sillas de ruedas, huerto, jardín, barbería, peluquería, una sala segura para mujeres, duchas y aseos suficientes y muchos colores en la pintura de cercados y de las distintas salas. Hay médicos y 4 psicólogos, nada menos. Es un oasis en medio del horror o, como piensa Luz, un lavado de cara para la isla.
Darían ganas de cantar alegres cancioncillas si no fuera porque no se nos va Moria de la mente, Qué diferencia entre el horror y el oasis de paz que es este campo. Pero, si la gente que llega aquí acaba en uno de esos campos del aislamiento donde están llevando a la gente que sacan de otros sitios, qué pasará con ellos? Qué sentirán tras estas “vacaciones” ?
Manus nos dice que en Moria ya hay 15000 personas, que se sepa. Acaba de llegarme una información de que en lo que va de octubre han llegado 14000 personas a las islas del Egeo. En lo que va de año, 119000 personas han intentado el viaje a las islas. Y la situación sólo puede empeorar, con el ataque de Erdogan a los kurdos y la inseguridad en Turquía.
Mientras, hemos ido a Moria, a meternos en el campo y hablar con la gente. Yo creo que la población afgana es mayoría. Se les reconoce bien por sus rasgos orientales. Pero es difícil comunicarse con ellos. Pocos habla inglés, pero sus caras y miradas muestran tristeza y seguramente terribles historias.
Muchos refugiados nos piden foto. Muchos niños quieren que les retratemos y posan, Caminamos en pasillos atestados de tiendas donde es imposible que la gente no acabe peleando por cualquier nimiedad, el hacinamiento provoca roces y disputas, lógico.
Nos rodea ropa tendida y concertinas. Una tienda grande hace de mezquita y escuchamos el rezo. Hay gente que vende fruta, ropa o productos de aseo. Hay quien hace pan y lo vende a 59 céntimos. Hemos encontrado al afgano que traducía alemán unos ofrece traernos un pan. Nos negamos con pena.
A Eva y Raquel, de Rowing, que entraron a hablar con una familia refugiada, la mujer les decía que querría ofrecerles un té, pero que no tenia. Ni eso tienen, qué pena...
Un grupo de jóvenes sirios nos piden una foto. Nos entendemos muy mal, pero nos dicen que uno lleva 3 años y otro 5. Nos parece increíble. El de los 5 años tiene los brazos llenos de cicatrices. Le señalo a las concertinas y el otro me dice que no, que se volvió loco. No sé qué haría. Moria es muy malo, insisten.
El chico de los 3 años es guapísimo, de pelo largo y mirada muy triste. Nos cuenta que sus padres murieron en un bombardeo y que sólo tiene a su germano, que está en Chios, pero no puede llegar hasta allí, no le dan permiso. Nos llenamos de pena y no sabemos qué decirle, solo desearle buena suerte.
Hace un par de días vimos que estaban echando piedras en una zona del olivar. Hoy estaba una ONG, Movement On The Ground está instalando tiendas de ACNUR con pallets y está trasladando a gente que viven en tiendas pequeñas sobre la tierra. Vemos familias trasladarse con sus colchonetas y botellas de plástico. Uno de la ONG se acerca para decirnos que no está permitido hacer fotos.
Nos hemos ido con Isabel, de Rowing, a Zaporeak, a recoger la comida. Hemos comido allí y nos hemos puesto a empatar. Siguen sin poder hacer el reparto de las 1000 comidas, pero tienen más pedidos. En total hemos emplatado unas 700. Pedidos pequeños más los 300 voluntarios y 200 para No Borders. Raúl se ha iniciado como empaquetador. Hoy les llegan 3 voluntarias. Les hemos dicho que nos llamen cuando nos necesiten. Para los pedidos de ahora hay gente suficiente, excepto hoy, que estaban bajo mínimos y les ha venido bien la ayuda.
Hablamos del sirio y de su situación. Nos sentimos impotentes. ¿Cómo podríamos hacer que se reuniera con su hermano? La impotencia es la sensación que nos inunda cada vez que visitamos un campo de refugiados. ¿Qué ha hecho esta gente para merecer este infierno en vida?
Cuando salimos del campo para reunirnos con Raúl, la imagen de un osito de peluche tendido en una tienda me golpea el alma. El osito, el niño al que pertenece...¿ Cómo será su historia? ¿Qué pensará de la vida?
Pero los niños nos rodean y nos sonríen. Les damos la mano y les acariciamos. No podemos hacer más.
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