domingo, 27 de octubre de 2019

El Cementerio de chalecos

LESVOS

Uno de los días que hemos estado en Lesvos hemos alquilado un coche. Hay lugares que queremos visitar y Raúl ha venido con nosotras. Esta es la patria de Safo, ve tú a saber lo que opinaría ahora del campo de concentración en el que se ha convertido su isla. 

Skala Kallonis es un pueblo pesquero que visitamos a la luz de la mañana. En él hay un busto de Aristóteles, con una inscripción que dice que estudió allí biología. Es un sitio muy tranquilo. Creo que escogió bien.

Continuamos hasta Petra y Molivos. Nuestro principal destino es el cementerio de chalecos. En un vertedero próximo a Molivos, que es una ciudad fortificada muy bien conservada, se depositan miles de chalecos y restos de ropa de los refugiados, junto con restos de dinguis rotos y carcasas de motores. Es desolador. Cuando ves un jersey de niño de 3 años, un vestido de niña como de 4 o 5, un chaleco de playa de niño, imaginas una cara infantil,desconcertada que no sabe qué le está pasando o quizá esté muerta, se te rompe el corazón.

Hemos pasado un rato largo, haciendo fotos e imaginando. Restos de chalecos enganchados en una alambrada y moviéndose con el viento son un símbolo de la cárcel en la que se van a encontrar atrapados quienes han conseguido llegar con vida. 

Luz llora y le paso el brazo por los hombros, sabiendo que no hay consuelo. La imagen es tan tremenda.

Luego nos han comentado que ahora hay muchos menos chalecos de los que había hasta ahora. Es un cementerio de la vergüenza y no es conveniente que haya testigos. Por eso es difícil encontrarlo y a la gente del pueblo es inútil que intentes preguntarle para que te ayuden a encontrarlo. No saben nada, no quieren darte información. Hay que esconderlo.

Después de comer paseamos por el bosque de árboles fósiles junto a Sigri. Está cerrado y tuvimos que saltar una alambrada. Luego nos acercamos a Skala Fressou. Es el lugar de nacimiento de Safo, una playa preciosa. 


Hemos vuelto cansados. El cementerio de los chalecos nos ha encogido el corazón. Las montañas de chalecos siguen creciendo ante la indiferencia de Europa y el ninguneo de los vecinos. Y la gente no para de llegar. Porque todas las personas merecen una vida. Todos merecemos un futuro y la UE se lo niega a esta gente que solo lucha por su vida.




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