lunes, 6 de noviembre de 2017
DULCÍSIMO MILFONTES
3 de Noviembre de 2014 DULCÍSIMO MILFONTES
La amable señora nos ha dado un desayuno rico, con mermelada casera. Y, después de pagarle y darle las gracias, hemos ido hacia la playa, en un día nublado, con aspecto de lluvia, por fin. Está subiendo la marea en la playa de Odeceixe. Unos surfistas salen ya del agua. El Río Grande desemboca en la misma playa. Muy grande no parece, pero posiblemente lo sea en otra época que no sea de sequía.
Hemos estado un rato observando la playa, pero no hemos bajado a la arena. A pesar de que la cama era cómoda, no he dormido bien y estoy algo destemplada. Empieza a llover y nos guarecemos sentados a unas mesas bajo un entoldado, decidiendo por dónde seguir.
Continuamos recorriendo la costa por las carreteras más pegadas al mar que podemos. Llueve intermitentemente, pero no nos molesta. Se agradece algo de agua, al fin.
Subiendo al norte, llegamos a Brejao, donde está la casa que perteneció a Amalia Rodrigues y que ahora es alojamiento, Herdade Amalia. La finca es muy grande y al fondo se ve una casa con buen aspecto, poco llamativa. No hemos podido ir a la playa que llaman "de Amalia" porque hay que hacer el camino a pie y está lloviendo bastante. Por las fotos, debe ser bonita.
En Zambujeira hemos visto unos acantilados preciosos. A nuestra izquierda, de piedra negra y, a nuestra derecha, de roca amarilla. Una pequeña cascada de agua cae por el de la derecha, quizá por la lluvia. Es un pueblo agradable.
Llegamos al cabo Sargao, que tiene un pequeño faro. Hemos visto una cosa rarísima: nidos de cigüeñas en los acantilados. Hasta tres nidos ha contado Juanjo. Muy raro.
Continuamos asomándonos a los acantilados donde hay posibilidad y seguimos quedándonos absortos mirando el paisaje. La Costa Alentejana es más abrupta que la Vicentina, algo más salvaje. El mar bate las rocas levantando espuma. Es un espectáculo precioso.
Por fin, llegamos a uno de los hitos del viaje. Llevamos hablando de este sitio todo el tiempo. La culpa la tiene Saramago, que dice en su libro: "Vilanova de Milfontes, con la desembocadura dulcísima del río Mira".
Hemos tenido la suerte de que se ha despejado un rato al llegar a MIlfontes, así que hemos visto en todo su esplendor la desembocadura del río. La carretera lo cruza por un puente, así que lo hemos visto perfecto. Luego nos hemos acercado a una punta en la misma desembocadura para contemplar el pueblo y el río desde allí, donde baten las olas al encontrarse con el agua del Mira. Se forma una barrera natural que permite que haya construcciones al borde y sobre el agua. ,e parecía ver visiones pero no; efectivamente, había una construcción sobre el agua. Era un edificio oficial, de salvamento. Y de él salían unos raíles hacia el agua.
Otra casa en la misma playa nos llamó la atención, La casa de la playa, se llama. Tal cual. Y sus dueños son afortunadísimos. Una casa sencilla, con una situación espectacular.
Tras contemplar un rato el río, ver los pequeños barcos anclados y observar el entorno tranquilamente, que parece que nos pasamos la vida en actitud contemplativa, fuimos a comer al pueblo un arroz de pato que estaba bueno pero, ni mucho menos tan rico como uno que nos pusieron una vez en Marvao, en un caldero, que estaba espectacular.
Hemos dado otro paseo por el pueblo, y recorrido una pasarela de madera al borde del agua. Estamos a gusto. No hace calor, hay un vientecillo suave y estamos en el dulcísimo lugar con el que tanto soñamos. No nos ha decepcionado. Me pregunto cómo llegó Saramago a ese calificativo, pero no esta mal puesto, en absoluto.
Nos marchamos con pena, pero vamos a continuar hacia el norte, que tenemos que llegar pasado mañana a Lisboa. Vamos a la zona protegida de la Isla de Persegueiro, otro sitio curioso. La isla es pequeña, con los restos de una fortaleza árabe. Otro sitio apetecible para quedarse. Es viernes. Me da la impresión de que está llegando gente par pasar el fin de semana.
Pasamos por un pueblo que nos ha gustado muchísimo. Porto Covo. Tiene pocas casas, un lugar para repostaje de caravanas y sitio para que aparquen frente a la playa. Hay unas caravanas enormes, camiones y autobuses acondicionados. Una de ellas se vende y tiene puestas en palos unas botellas de plástico cortadas en tiras por la parte inferior para hacer unas veletas muy graciosas. Decidimos que los pueblos Alentejanos nos gustan mucho más que los del Algarve. Son mucho más tranquilos. No tienen construcciones turísticas. Las hospederías son casas de pueblo normales.
Nos da pereza marcharnos de aquí. Yo pensaba que me gustaría quedarme, pero tenemos que avanzar un poco más, porque aún es temprano.
Cambia el paisaje de forma desagradable, con una térmica y puerto de carga. Chirría encontrar esas cosas después de un paisaje tan tranquilo. Llegamos a Sines. Yo mantengo en mi retina la mala sensación que me ha quedado al ver la térmica y no estoy muy receptiva para la ciudad portuaria que, la verdad, no es fea.
Juanjo opina que la playa se parece a la de La Concha. Me parece una exageración. Es una playa urbana, pequeña, pero comparar las rocas que la delimitan con el Igueldo, como que no...
Subimos hacia el centro y paramos para consultar en qué ciudad o pueblo de los cercanos en dirección a Lisboa podríamos quedarnos, pero vemos pocas posibilidades. Pensábamos en Grandola, (Vila Morena..) pero no hay sitios apenas y tiene precios altos. A un pequeño paseo de donde hemos aparcado hay un albergue juvenil, un "hostel", el Allmar, que nos parece conveniente. Nos dan un dormitorio privado, con baño, así que está bien. Queremos tranquilidad y un wifi bueno porque tenemos que ver bastantes cosas para el domingo, sacar billetes, buscar un aparcamiento, alojamiento...demasiadas cosas.
En el albergue, Pedro -no sé si encargado, dueño, o qué- nos entretiene un rato interrogándonos. Ha estudiado en Granada y parece que le gusta el palique.
Subimos a la habitación, empezamos a conectar los dispositivos a Internet, empezamos a ver algunas cosas y luego hemos salido a cenar a una "Adega", donde hacen pollos, carne y pescado a la brasa. La cocinera me mete en la cocina para que mire las cazuelas y decida qué pedir.
Hemos vuelto a la habitación a terminar de mirar lo urgente. La conexión a internet es buena
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