El lugar donde vivo no deja de sorprenderme. El domingo hacía un día soleado y perfecto para pasear por la playa.
Así que salí de casa a pasear y tomar el sol en La Rábita. Estuve un rato en las rocas, relajándome junto a las olas, olvidando los estresantes días en el hospital de la semana de Reyes.
Se estaba tan a gusto que metí los pies en el agua, que no notaba muy fría, sintiendo las olas chocando contra ellos.
El lunes también amaneció despejado. Juanjo se levantó muy temprano y, cuando bajé a desayunar me preguntó si tenía ropa de abrigo. Una pregunta absurda, cómo no voy a tener...
Así que me propuso subir al puerto de La Ragua, a pasear por la nieve.
Me duché y vestí rápidamente y allá que nos fuimos. En algo menos de una hora estábamos aparcando en la cima.
Por el camino nos parecía que no iba a haber nieve, pero sí. Había. Y no sólo a los lados de la carretera, ni en las umbrías, sino a pleno sol.
Había unas pocas personas, deslizándose con trineos. Nosotros estuvimos paseando por el pinar, en un camino cubierto de nieve, algo helada, pero un paseo agradable al sol.
La cara norte de Sierra Nevada estaba espectacular. El brillo del sol en la nieve era pura magia, bajo un cielo asombrosamente azul.
El lugar donde vivo no deja de asombrarme. Granada. Magia pura
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