4 de Noviembre de 2017 INESPERADO FINAL Hemos desayunado en el Albergue Juvenil. Ninguno de sus huéspedes tenemos menos de 55 años, siendo generoso. Esto es común en muchos países, donde la gente de todas las edades viaja alojándose en Hostels. Son sitios agradables, de buen precio, suelen estar limpios, puedes prepararte tu comida y tienen neveras, vajilla y utensilios de cocina. Hay dormitorios compartidos y dobles, con baño compartido o privado. En ellos conoces gente de todas partes. Muchos de ellos están en la red Hostelling International. Si sacas un carnet por pocos euros, te hacen descuentos en alojamientos y transportes. En España no es una forma de viajar habitual, hay muy pocos albergues. Como en otras cosas, aquí estamos fuera del mundo "civilizado". El sol pega fuerte. Tenemos el puerto a la vista, desayunamos en la terraza cubierta y lavamos la vajilla al terminar. Estamos un poco lentos. Me han imprimido los billetes que sacamos ayer, por llevarlos en papel, que aún nos parece más conveniente, aunque en el móvil daría lo mismo. Esta noche tendremos que rehacer el equipaje, para llevarnos lo justo. El tiempos parece estable, con temperaturas agradables. No creo que el vuelo sea turbulento. Dejamos la habitación y cogemos la furgoneta para encaminarnos a algún lugar próximo a Lisboa, pasando por Grandola (Vila Morena....) lugar mítico en la Revolución de los Claveles, qué historia tan bonita... Salimos hacia una zona de pinares, pensando si pararemos en las ruinas de Miróbriga...según las veamos, decidiremos...eh, un momento...Juanjo dice "hostias", se le ha encendido una luz amarilla en el panel. Es un fallo de motor. Miro los libros de la furgoneta. Indica muchísimas cosas pero dice que hay que llevar la furgoneta inmediatamente a un taller...no puede ser, por favor! Miramos los foros, puede ser algo de las emisiones, tubo de escape, algún filtro, que no sería muy grave, pero también inyectores, puede haber pérdida de potencia....Juanjo empieza a ponerse nervioso y decide volver a España. Lo cierto es que la furgoneta va a estar parada una semana, pero él está agobiado, dice que no puede estar pensando en si vamos a poder volver o no, que luego estaremos justos de tiempo y que no, que me vaya yo. Pero yo no voy a dejarle solo volviendo a España, no sea que tenga algún problema y necesite ayuda. Si pasa algo, es mejor estar acompañado, me parece. Así que anulamos los billetes entre islas que sacamos ayer. El de Ryanair a Azores no podemos cancelarlo pero, total, son 40 € por billete i/v, así que habrá que dejarlo para otra ocasión. A mí me parece que volvernos es bastante absurdo, el coche parece que va bien, pero Juanjo nota que no acelera como debería y que en algunos tramos no coge velocidad. Paramos a comer antes de la frontera, en Vila Verde. Se nota que estamos al lado de España y que casi todos los comensales son españoles, porque hay un ruido infernal, la gente hablando a voces. Con lo silenciosos y tranquilos que son los restaurantes en Portugal, aquí parece que nos volvemos locos con tanto grito y tanto ruido. Estoy pensando en la pereza que me da en volver a ver la mierda de las banderitas, movidas por rencores....
Hemos tomado bacalao antes de salir de Portugal. Lo cierto es que no lo habíamos probado ningún día. No era un viaje gastronómico y hemos comido de plato del día. Aquí lo hemos tomado Dorado y Asado. Buenos ambos. Tomamos una botella de Vinho Verde, que tiene algo de aguja y poca graduación y, tras echarse Juanjo una pequeña siesta en el asiento reclinado, volvemos del tirón hasta casa. Es un poco frustrante. Aunque Azores no es el destino de nuestras vidas, y podemos ir en cualquier momento, se nos han quedado las vacaciones en las más cortas de nuestra vida, junto con el viaje a Turquía, que fue también corto, por fuerza mayor. Estamos en casa. Estamos bien. La furgoneta ha aguantado hasta aquí. Nos ha llovido en Sevilla pero parece que aquí no ha caído ni una gota. Volvemos al verano. Preocupa mucho este tiempo tan anormal.
lunes, 6 de noviembre de 2017
INESPERADO FINAL
DULCÍSIMO MILFONTES
3 de Noviembre de 2014 DULCÍSIMO MILFONTES
La amable señora nos ha dado un desayuno rico, con mermelada casera. Y, después de pagarle y darle las gracias, hemos ido hacia la playa, en un día nublado, con aspecto de lluvia, por fin. Está subiendo la marea en la playa de Odeceixe. Unos surfistas salen ya del agua. El Río Grande desemboca en la misma playa. Muy grande no parece, pero posiblemente lo sea en otra época que no sea de sequía.
Hemos estado un rato observando la playa, pero no hemos bajado a la arena. A pesar de que la cama era cómoda, no he dormido bien y estoy algo destemplada. Empieza a llover y nos guarecemos sentados a unas mesas bajo un entoldado, decidiendo por dónde seguir.
Continuamos recorriendo la costa por las carreteras más pegadas al mar que podemos. Llueve intermitentemente, pero no nos molesta. Se agradece algo de agua, al fin.
Subiendo al norte, llegamos a Brejao, donde está la casa que perteneció a Amalia Rodrigues y que ahora es alojamiento, Herdade Amalia. La finca es muy grande y al fondo se ve una casa con buen aspecto, poco llamativa. No hemos podido ir a la playa que llaman "de Amalia" porque hay que hacer el camino a pie y está lloviendo bastante. Por las fotos, debe ser bonita.
En Zambujeira hemos visto unos acantilados preciosos. A nuestra izquierda, de piedra negra y, a nuestra derecha, de roca amarilla. Una pequeña cascada de agua cae por el de la derecha, quizá por la lluvia. Es un pueblo agradable.
Llegamos al cabo Sargao, que tiene un pequeño faro. Hemos visto una cosa rarísima: nidos de cigüeñas en los acantilados. Hasta tres nidos ha contado Juanjo. Muy raro.
Continuamos asomándonos a los acantilados donde hay posibilidad y seguimos quedándonos absortos mirando el paisaje. La Costa Alentejana es más abrupta que la Vicentina, algo más salvaje. El mar bate las rocas levantando espuma. Es un espectáculo precioso.
Por fin, llegamos a uno de los hitos del viaje. Llevamos hablando de este sitio todo el tiempo. La culpa la tiene Saramago, que dice en su libro: "Vilanova de Milfontes, con la desembocadura dulcísima del río Mira".
Hemos tenido la suerte de que se ha despejado un rato al llegar a MIlfontes, así que hemos visto en todo su esplendor la desembocadura del río. La carretera lo cruza por un puente, así que lo hemos visto perfecto. Luego nos hemos acercado a una punta en la misma desembocadura para contemplar el pueblo y el río desde allí, donde baten las olas al encontrarse con el agua del Mira. Se forma una barrera natural que permite que haya construcciones al borde y sobre el agua. ,e parecía ver visiones pero no; efectivamente, había una construcción sobre el agua. Era un edificio oficial, de salvamento. Y de él salían unos raíles hacia el agua.
Otra casa en la misma playa nos llamó la atención, La casa de la playa, se llama. Tal cual. Y sus dueños son afortunadísimos. Una casa sencilla, con una situación espectacular.
Tras contemplar un rato el río, ver los pequeños barcos anclados y observar el entorno tranquilamente, que parece que nos pasamos la vida en actitud contemplativa, fuimos a comer al pueblo un arroz de pato que estaba bueno pero, ni mucho menos tan rico como uno que nos pusieron una vez en Marvao, en un caldero, que estaba espectacular.
Hemos dado otro paseo por el pueblo, y recorrido una pasarela de madera al borde del agua. Estamos a gusto. No hace calor, hay un vientecillo suave y estamos en el dulcísimo lugar con el que tanto soñamos. No nos ha decepcionado. Me pregunto cómo llegó Saramago a ese calificativo, pero no esta mal puesto, en absoluto.
Nos marchamos con pena, pero vamos a continuar hacia el norte, que tenemos que llegar pasado mañana a Lisboa. Vamos a la zona protegida de la Isla de Persegueiro, otro sitio curioso. La isla es pequeña, con los restos de una fortaleza árabe. Otro sitio apetecible para quedarse. Es viernes. Me da la impresión de que está llegando gente par pasar el fin de semana.
Pasamos por un pueblo que nos ha gustado muchísimo. Porto Covo. Tiene pocas casas, un lugar para repostaje de caravanas y sitio para que aparquen frente a la playa. Hay unas caravanas enormes, camiones y autobuses acondicionados. Una de ellas se vende y tiene puestas en palos unas botellas de plástico cortadas en tiras por la parte inferior para hacer unas veletas muy graciosas. Decidimos que los pueblos Alentejanos nos gustan mucho más que los del Algarve. Son mucho más tranquilos. No tienen construcciones turísticas. Las hospederías son casas de pueblo normales.
Nos da pereza marcharnos de aquí. Yo pensaba que me gustaría quedarme, pero tenemos que avanzar un poco más, porque aún es temprano.
Cambia el paisaje de forma desagradable, con una térmica y puerto de carga. Chirría encontrar esas cosas después de un paisaje tan tranquilo. Llegamos a Sines. Yo mantengo en mi retina la mala sensación que me ha quedado al ver la térmica y no estoy muy receptiva para la ciudad portuaria que, la verdad, no es fea.
Juanjo opina que la playa se parece a la de La Concha. Me parece una exageración. Es una playa urbana, pequeña, pero comparar las rocas que la delimitan con el Igueldo, como que no...
Subimos hacia el centro y paramos para consultar en qué ciudad o pueblo de los cercanos en dirección a Lisboa podríamos quedarnos, pero vemos pocas posibilidades. Pensábamos en Grandola, (Vila Morena..) pero no hay sitios apenas y tiene precios altos. A un pequeño paseo de donde hemos aparcado hay un albergue juvenil, un "hostel", el Allmar, que nos parece conveniente. Nos dan un dormitorio privado, con baño, así que está bien. Queremos tranquilidad y un wifi bueno porque tenemos que ver bastantes cosas para el domingo, sacar billetes, buscar un aparcamiento, alojamiento...demasiadas cosas.
En el albergue, Pedro -no sé si encargado, dueño, o qué- nos entretiene un rato interrogándonos. Ha estudiado en Granada y parece que le gusta el palique.
Subimos a la habitación, empezamos a conectar los dispositivos a Internet, empezamos a ver algunas cosas y luego hemos salido a cenar a una "Adega", donde hacen pollos, carne y pescado a la brasa. La cocinera me mete en la cocina para que mire las cazuelas y decida qué pedir.
Hemos vuelto a la habitación a terminar de mirar lo urgente. La conexión a internet es buena
domingo, 5 de noviembre de 2017
COSTA VICENTINA
2 de Noviembre de 2017. Costa Vicentina
Hoy hemos amanecido con un día nublado, como otoñal, con aspecto de lluvia. El suelo está mojado, no sé si por lluvia o rocío, pero da impresión de que algo de agua nos va a caer. Me visto más de entretiempo, esperando un día fresco.
No escuchamos apenas noticias de España, ni ls buscamos. Las redes sociales nos impiden estar completamente ajenos, pero la situación es tan surrealista que es mejor desconectar en lo posible
Tenorio nos ha dado un desayuno buffet, con un pan rico. Luego hemos iniciado nuestra ruta hacia el norte por la costa que inicia el cabo San Vicente. Paulatinamente va cambiando el color de los acantilados. En la Costa al oeste del Cabo era roca amarilla. Al norte es de colores de otros minerales: rojos, verdes, negro...
Vamos a Carrapateira. Es una playa que invita al paseo y eso hacemos. Hace fresco, está nublado, es agradable pasear junto al mar recibiendo en la cara la brisa de la mañana. Hay acantilados a ambos lados. A la playa se accede por pasarelas o camino de arena, a elegir. Me asomo a una parte de la playa a la derecha de la pasarela. Hay una cala menos grande, enmarcada entre acantilados. A mi izquierda, la playa mayor, que acaba en otro acantilado y un grupo de rocas entre las que se puede pasar mojándote los pies. El nublado del dia y la negrura de las rocas me han recordado a Mistery Bay, en Australia, aunque aquella es tremenda y en las rocas saltaba el agua mientras intentábamos capturar en foto la salpicadura de la espuma entre las rocas. Mistery Bay se llama así porque un grupo de naturalistas que estudiaban la fauna en barca, desaparecieron y nunca más se supo. En andaluz se resumiría en "Ande andarán" y, concretamente, en granaíno, en "Andepollastán".
Seguimos una carretera sin asfaltar que llevaba a un montón de miradores a lo largo de la costa. Se llegaba a casa uno de ellos por pasarelas. Entre mirador y mirador hay una distancia bastante escasa. Están situados en los promontorios. Inicialmente prensaba que estaban dispuestos para proporcionar un acceso cómodo, pero en uno de ellos he visto un cartel que advertía no del peligro, sino de la conservación del suelo, de la flora y pedía que se utilizaran las pasarelas con este fin.
Vamos asomándonos a los miradores, observando los acantilados. Hay algunos pescadores que osan bajar por ellos, para acercarse al agua. Incluso hay uno que se ha ido con una barca a una roca cercana y ahí está, como un Robinson, pescando en soledad.
Observamos que detrás de nosotros hay dunas. La duna es un elemento de la naturaleza interesante. En Doñana lo explican fenomenal. Aquí son muy visibles.
El paisaje se mantiene bastante parecido hasta que llegamos a uno de los hitos de triangulación. Nos aproximamos a la playa de Bordeira, un arenal muy grande, con una lengua de agua dulce y un chiringuito. Cae el sol de plano. Hace calor cuando desaparecen las nubes. La predicción de hoy era lluvia a las diez, luego se retrasa a las tres, a las cinco...y ya no parece ni que vaya a llover. Hay surfistas en el agua. Pero ayer el viento era cero y hoy solo una ligera brisa. No hay apenas olas. Están en el agua sin moverse, en círculo, esperando...
Avanzamos un poco más, se acerca la hora de comer y no parece que lleguemos a ningún núcleo urbano donde poder hacerlo ni hemos comprado nada. Llevamos solo fruta. Nos planteamos tomarla en cualquier parte cuando empieza a llover. Por fin, agua, tras tanta sequía. Encontramos un restaurante de carretera y tomamos el plato del día, un estofado de pavo. De postre, compartimos un flan, del que nos han cortado una porción enorme.
Salimos y vemos que, enfrente, hay un puesto de cerámica. Necesito unos apliques para el porche. Tenemos unas tejas muy antiguas que me regaló una compañera de Puerta de Hierro, pero vamos a poner algo que dé más luz. Hay una empresa sevillana de la que tenemos bastantes apliques en casa, pero son carísimos. Y además el dueño de la empresa es un anormal al que ha denunciado Teresa Rodríguez, la parlamentaria andaluza, porque hizo como que la besaba y la arrinconó. Un borrico rico.
Hemos encontrado unos apliques que nos pueden servir, por muchísimo menos dinero y hechos por gente honrada. Tendrán materiales menos buenos, pero mira...Mientras los buscábamos entre los expuestos al aire libre, nos caían chaparrones de agua que nos obligaban a refugiarnos, sin problemas, diciendo que ya era hora que cayera agua buena.
Hemos seguido la ruta hacia el norte y llegamos a Arrifana, un acantilado precioso, con dos murallones que miran a una columna de piedra situada en el mar. Un puerto pesquero pequeño observa la escena agazapado en un abrigo entre las rocas. En medio, una playa dorada. Lo observamos desde un mirador perteneciente a una pequeña fortaleza que tuvo una guarnición de doce soldados.
A nuestra derecha hay unos acantilados de piedra oscura con muchas rocas en el mar. Un espectáculo precioso. Las gaviotas están posadas en fila en una cornisa, como puntitos blancos.
Nos hemos metido por una pista infame buscando Monte Novo y la playa de Carriagem, pero hemos llegado a Vale Figueiras y, después de dar muchas vueltas, hemos renunciado a Carriagem.
Llegamos a otra playa: Monte de Clérigo, una serie más de acantilados. Ahí nos ha llamado la atención que hay pequeños aparcamientos para las caravanas, que van cogiendo posiciones para pasar la noche. Nos parece fantástico que tengan ese detalle.
La playa es preciosa también y hay un pueblito de pocas casas, muy curiosas en formas y colores. Un sitio agradable, muy diferente al Algarve. A todo esto, ya estamos en Alentejo de nuevo. Juanjo dice que es "nuestro" sitio, más que el Algarve, que está pensado para turistas.
A Aljezur llegamos una hora antes de anochecer. Hemos subido andando al castillo árabe, con un aljibe intacto y restos de silos y vemos aproximarse la lluvia, por lo que bajamos deprisa. Junto al mercado hay un aparcamiento para caravanas, con servicios gratuitos. En los aparcamientos del Lidl en otros sitios, también ofrecen que se aparquen y nos preguntamos qué demonios pasa en España que debe ser el único lugar de Europa y de los paises "occidentales" que no ofrecen estas cosas a los viajeros y que únicamente ponen trabas a la pernocta en sitios viables.
Nos encaminamos a Odeceixe, para pasar la noche. Hay una playa que merece la pena y en ella desemboca el río Grande. Vemos la puesta de sol desde la playa y buscamos un sitio para dormir. Lo suyo aquí habría sido dormir en la playa y cenar en la mesita plegable, pero ya está lloviendo francamente, así que buscamos algún sitio. Hemos encontrado una casa de huéspedes barata y limpia, Casa Celeste, con una anciana encantadora. Hemos dado un paseo por el pueblo y hemos ido a cenar tortilla y ensalada en uno de los bares, que da a un patio muy agradable. El pueblo está en cuesta, empedrado y limpio, muy agradable, vigilado por un molino de aspas bien conservado.
Vamos a dormir en una cama firme y cómoda. El local se ha llenado en un momento, hemos llegado todos a la vez, huyendo de la lluvia, supongo....la dueña no quiere que le paguemos hasta mañana. Nos va a dar de desayunar, nos ha dicho. Incluido en el precio. Un buen sitio. Lo recomiendo.
miércoles, 1 de noviembre de 2017
FINISTERRE DEL SUR
1 de Noviembre de 2017 FINISTERRE DEL SUR. LAGOS y CABO SAN VICENTE
Parece que ha llovido un poco esta noche, no mucho, a juzgar por los charcos. Hoy amanece nublado, lo que es una novedad en este viaje de "otoño" y parece que va a hacer menos calor, otra novedad.
Hemos desayunado en la terraza, al fresco, pero nos hemos ido antes de que llegara alguien de la recepción. Hemos ido directamente a Ponta da Piedade, un lugar mágico. Es un grupo de rocas en las que salta el agua formando huecos y cuevas. Un espectáculo prodigioso. De nuevo la luz del sol me pilla a trasmano para la foto, pero el sitio es alucinante. Hemos bajado por una escalera hasta un pequeño embarcadero. La escalera hace varios recodos y desde cada uno el espectáculo es diferente. En el embarcadero el agua salpica los pies. Mientras Juanjo hacía fotos abajo, he subido a sentarme en uno de los recodos, dejando la mente en blanco, simplemente contemplando la maravilla de este lugar del que no quisieras despegarte, como la catedral de ayer, olvidándome de todo lo irritante.
Está empezando a llegar gente. Entre guiris y día de fiesta, esto va a estar entretenido. Pero hemos conseguido verlo prácticamente solos. Llegan más coches y salimos huyendo, tras dar un vistazo más a los acantilados de la playa de al lado
Llegamos a Don Camilo, otra playa encajada entre murallas de roca. No hemos bajado porque se ve muy bien desde arriba. A continuación nos acercamos a Dona Ana, otra playa preciosa con muchos "menhires" en el mar. Además, raro en esta costa, la playa está a nivel de la calle, no hay que bajar escaleras, pero está más urbanizada, como es lógico. Vemos un esqueleto de edifico, como los que se ven en nuestras costas. Da mucha rabia.
Hemos parado en todos los pueblos costeros, yendo por las carreteras secundarias. Hemos pasado por Luz, Burgau, Salema....el paisaje va cambiando y alguna zona pasa de arbolado a arbustivo, similar a Cabo de Gata, lo cual me hace pensar que no deja de ser curioso que los dos extremos de la península sean tan parecidos. Las calas de Cabo de Gata son más contrastadas, de arenisca blanca y roca volcánica. Éstas son más amarillas y los acantilados más abruptos, pero hemos llegado a una explanada muy parecida al Playazo de Rodalquilar, por ejemplo.
Lógicamente nos dejamos aquí atrás montones de playas, pero es que hay la tira en toda la costa. Por fin, vamos un poco al interior para visitar en Figueira la ermita templaría de Nossa Senhora de Guadalupe, Es una ermita blanca tipo gótico, bordeada en piedra roja. A la entrada encontramos el primer símbolo templario. En los capiteles del dintel de entrada, el de la derecha tiene una cabeza, supongo que representa el Bafomet. En los capiteles del interior hay más cabezas, con y sin barba, una cabra y otros símbolos, unos de tipo vegetal y otros que no sé qué son, parecen vasijas. Me gustaría saber qué significan.
Aparte de los capiteles y alguna nervadura, el interior es muy sencillo, está decorada con nervaduras únicamente el ábside, y el sencillo altar de piedra está colocado bajo una vengan y únicamente contiene una pequeña imagen, pero esta iglesia también da buen rollo. Nos demoramos un poco en el interior, porque se está bien y finalmente vamos a ver un pequeño museo que cuenta episodios de la historia de Portugal, como la toma de Ceuta, que yo no sabía. Hay una zona de la casa donde se encuentra el museo, que tuvo que ser un cuadra. En los pesebres han puesto sacos de especias molidas: cúrcuma, jengibre, nuez moscada, pimienta blanca y negra y sus lugares de origen, que motivaron el desarrollo de la navegación y los descubrimientos.
En Raposeira, la iglesia debe ser digna de verse, pero sólo pudimos verla por fuera. En Vila do Bispo, en cambio, estaba abierta porque empezaba la Misa. Está llena de azulejos, tiene el techo pintado y es barroca con muchos dorados. Las lámparas son arañas de cristal. Juanjo dice que parece un palacio, más que una iglesia. Fuera huele rico. En un restaurante están empezando a dar comidas, pero es muy temprano.
Vamos a Sagres, para visitar la fortaleza y el cabo San Vicente, Finisterre del Sur, le llama Saramago. Vamos primero a la fortaleza, una cosa blanca, enorme, que ocupa todo el ancho del promontorio. Dentro hay una ermita sin ningún interés y un paseo bastante largo, muy llano, que recorre todo el borde del promontorio, que es mucho más grande de lo que piensas cuando ves la fortaleza desde fuera. Periódicamente hay letreros con fotos de las especies animales y vegetales y de las rocas, con alguna explicación. Las rocas, erosionadas desde el Jurásico, son más bien pequeñas. En la zona rocosa hay montones de montañitas de piedra hechas por las personas que han pasado y querido dejar su marca. Me hace gracia esa costumbre. Yo hice algún montoncito en Camboya. Parecen jardines japoneses. Algunos están peligrosamente colocados al borde del acantilado y sobre ellos se posan las gaviotas.
Se ha hecho un poco tarde. Hemos pasado cerca de una hora recorriendo la fortaleza. Juanjo recuerda el olor cielo de Vila do Bispo y me pregunta qué tal si vamos allí a comer. Está a pocos km. La verdad es que no hemos sido nada originales. Es un lugar surfero y está lleno de "guiris". Además hay un camarero que nos mira de ladillo y se empeña en hablarnos en inglés. Me lo quedo mirando regular, porque en la mesa de al lado hay unos yanquis y una española, que le ha preguntado si habla español y le ha dicho que español no, como con mala leche. El otro camarero es más majo.
Hemos tomado gambas y feijoada de caracola, bastante buena. Y de postre, un trozo de tarta que yo creía de chocolate y resulta que es de algarroba y está buenísima.
Hemos ido al cabo San Vicente. Se puede entrar en el recinto del faro, hasta cierto punto, y hacemos fotos de ambos lados. Fuera hay caravanas aparcadas, un sitio chulo para quedarse, seguramente. A un lado está la playa de Beliche, entre acantilados.
Queda hora y media para la puesta de sol, así que nos vamos a ver más cosas. Justo entonces empiezan a llegar coches y autobuses, seguramente a ver la atracción y hacer la foto de la puesta. Los humanos somos un caso, la verdad.
Vemos la torre D'Aspa, que no es más que un mojón grande, como los de la red de triangulación, un poco más grande, quizá. Y nos acercamos a la playa de Castelejo donde hay surfistas y, la verdad, es una preciosidad. Se hace de noche y hay un reflejo rojo en el cielo espectacular, aunque propiamente el ocaso no se ha visto, a causa de las nubes.
Buscamos un sitio para dormir y vemos que en Sagres hay un apartotel baratísimo y con desayuno. Hemos ido y encontramos una habitación enorme. Más grande que un apartamento. Una cama enorme, un sofá grande, sillas, mesa y mesitas...y un wifi que va genial. Una bicoca. Tenorio, se llama el hotel. Además hay un recinto grande para dejar los coches.
Juanjo se ha ido a ver el fútbol y me ha traído un Sandwich. Yo tenía el diario atrasadillo. Ya me he puesto al día en este rato.
CATEDRALES GÓTICAS Y CATEDRALES NATURALES
31 de Octubre de 2017 CATEDRALES GÓTICAS Y CATEDRALES NATURALES
Hoy ha sido un día para enmarcar, la verdad. Después de los últimos comentarios de ayer, hoy me he encontrado al despertar que Juanjo estaba leyendo en el sofá del salón y me lee lo que dice Saramago de esta zona. En resumen, debía tener la misma sensación de desasosiego que tiene él, con tanto resort y tanto letrero en inglés y alemán. Además, debió ver el resort en el que estamos, porque menciona su nombre. La verdad es que ese malestar con estos barullos turísticos te hacen sentirte parte afectada, como ser humano, de cualquier país en el que te encuentres. Yo me siento apátrida, como Maruja Torres en un artículo de 2015 ( http://www.eldiario.es/zonacritica/lobotomia-estupidos_6_446265403.html )y, a la vez, parte de cualquier lugar del mundo en el que se haya abusado de esta manera de la construcción aunque, la verdad es que aquí no ha habido tantos desmanes en cuanto a rascacielos como en España.
En fin, desayunamos fruta y té mirando hacia la piscina. Aún no se ve movimiento de gente. El jardín está bonito a la luz de la mañana.
Salimos hacia Armaçao de Pera, un pueblo que aún conserva barcos de pesca y una zona grande en la playa con casetas para guardar redes y demás artes. Huele intensamente a mar.
Hemos dado una vuelta por la zona de los pescadores y luego dimos un paseo largo por la playa, que tiene unos acantilados bien bonitos. Es una playa larga, de arena dorada; detrás de ella se asoman las marismas, con algunos patos y poco más.
Volvimos por el paseo marítimo y alguna calle del pueblo. Hay una pequeña fortaleza que enmarca una ermita.
El coche lo tenemos en un aparcamiento donde puedes quedarte el tiempo que quieras, incluso de noche pernoctando por 1,50€. No es nuestro caso, ya que debemos seguir avanzando.
Antes de seguir viendo playas nos hemos desviado a Silves, no vayan a cerrar la catedral. Al llegar nos dimos cuenta de que no había peligro, porque cobran la entrada y el horario es continuado. La catedral es una absoluta maravilla. Es blanca y roja. Roja la piedra con distintas tonalidades, blancas las paredes. Hay un bosque de columnas muy altas y airosas en piedra roja, con los arcos blancos enmarcados en piedra igual que las nervaduras ojivales. El altar es muy sencillo, con la talla de una virgen de aspecto gótico enmarcada en azulejo y nada más. Hay unas capillas con imágenes doradas y varios sepulcros. Dos de ellos están en una capilla a un nivel inferior, dentro de arcos en la pared.
Aparte del placer visual que produce esta catedral, la sensación de tranquilidad y de paz interior es tremenda. Es uno de esos templos de los que no querrías marcharte, tanta es la buena sensación que produce.
La parte exterior es igualmente bonita. Blanca en su mayor parte, enmarcada en piedra roja. Las portadas y ventana en rojo, igual que el ábside, que es una maravilla.
Enfrente hay una pequeña iglesia que tiene una ventana manuelina divina.
Tras la catedral encontramos el castillo árabes, hecho igualmente en piedra roja. Debía llamarse Alhambra, dice Juanjo, La Roja. Su interior conserva restos de las habitaciones, baños y patios. Hemos paseado por el adarve y por los restos de habitación. Todo el lienzo de la muralla está hecho con la misma piedra roja en distintas tonalidades que la catedral. Es muy agradable, también.
Fuimos a ver la Cruz de Portugal, que es un crucero manuelina de buena talla con un crucificado en un lado y una piedad en otro, ángeles y ornamentos. Está cubierto. Es monumento nacional.
Comimos en un parque "de merendas" un pollo y ensalada que compramos en un supermercado, porque hacía buen día y no nos apetecía andar buscando una casa de comidas. Hemos intentado visitar la iglesia de Estombar pero está cerrada excepto en días de culto.
Así que cerramos el capítulo de Iglesias y catedrales y nos entregamos a la visita de las playas, donde vamos a encontrarnos con otro tipo de catedrales, hechas por la naturaleza.
Vamos a la playa de Nossa Senhora de Rocha, con unos acantilados impresionantes. En lo alto hay una ermita visigoda que tiene una imagen rarísima, pero un pórtico precioso con tres columnas en piedra. No hemos bajado a la playa, pero vemos desde arriba todo el esplendor de los acantilados que bordean las playas. En el mar, una enorme piedra parece un velero petrificado.
Seguimos a la playa de Marinha, dicen que la más bonita del mundo. No sé si lo es, pero yo me he vuelto loca al verla. Hay un acceso en sombra con unas escaleras comodísimas y un entorno limpio y cuidado. Un sendero muy bien enlosado recorre la parte superior. Yo he bajado a la playa, a la que se accede por una cala casi totalmente ocupada por un chiringuito. Grandes murallas de piedra arenisca amarilla en franjas de distintos tonos enmarcan la primera cala pero, la playa principal es un prodigio de grandes piedras, unas en la arena y otras en el mar, arcos, huecos, cuevas....Voy saltando entre las rocas para llegar, con ansiedad, a la última zona transitable a pie. Tengo el sol de frente y no puedo hacer las fotos como me gustaría, pero Juanjo está arriba, con la cámara buena y espero que esté retratando lo que yo no puedo.
De todas formas, siempre pasa igual. Lo que capta el ojo humano es imposible que lo retrate una cámara. Nos empeñamos, pero no puede ser. Aunque Juanjo hace unos encuadres que a veces destacan elementos que te pasarían desapercibidos.
Estoy muy cansada de subir y bajar, pero es tan bonito lo que estamos viendo que no me importa seguir. He caminado por el agua pero me habría dado un baño de buena gana, si hubiera llevado puesto el bañador. A pesar de la fecha, sigue haciendo calor y hay mucha gente en la playa bañándose.
Pasamos por la playa de Benajil y seguimos hacia Faro Carvoeiro, otros acantilados preciosos. Caminamos por un sendero que nos lleva a miradores desde donde observamos los arcos y grutas. Hay unos hervideros. No conseguimos ver el agua saltar, pero sí escuchamos el estruendo. Mientras Juanjo va hacia el faro, yo continúo el sendero en dirección contraria y descubro una gran cueva.
Lo cierto es que esta costa es algo espectacular. Lo suponía, pero me ha sorprendido.
Hemos buscado alojamiento en Lagos. Encontramos un apartamento muy barato. No había nadie en la recepción, pero había reservado un rato antes (hay muchos descuentos de ultima hora y, en esta época, salen muy baratos los alojamientos) y encontramos un documento a mi nombre y una llave. Entramos en la habitación y fuimos a comprar algo de comer.
Cenamos en la terraza, junto a la piscina. Hace buena noche. De repente, ha entrado un tipo que resultó ser el dueño. Eran dos. Estaban muy asombrados de que hubiéramos dado con la forma de entrar. La verdad es que me había llamado alguien preguntando a qué hora llegaba, fuimos lo antes que pudimos pensando que quien fuera tendría prisa por irse pero, además de no esperarnos, no conseguí llamarles por teléfono, no sé por qué. El caso es que aprovechamos para pagar porque me dijeron que habrá alguien "después de las 9" y me sonó a vete a saber a qué hora aparece alguien.
Me han dado un mapa y un montón de indicaciones con las playas de la zona. Estoy muerta de cansancio y estaba deseandito quese largaran de una vez, pero se turnaban para contarme cosas. Me he acostado sin escribir una letra. Estoy rota. Hemos andado, bajado y subido muchísimo.
POR LA COSTA DE ALGARVE
30 de Octubre de 2017 POR LA COSTA DE ALGARVE
En el hotel Princesa de Gilao nos han dado de desayunar. Está bien. Lo recomiendo. Antes de marcharnos, he visto que la luz de la mañana incidía en la ría y en la ciudad con una luz dorada y he hecho una foto.
Hemos salido buscando la Ilha de Tavira, pero hemos dado muchas vueltas. Finalmente, hemos dado con ella. Hay un embarcadero para cruzar personas y coches, pero no hemos pasado. Hay un camping y una playa larga.
Continuamos hacia Luz de Tavira, a unos pocos km. Allí, narra El Viajero que hay una iglesia bonita. Hemos dado con ella sin problemas, porque está al lado de la carretera. Efectivamente, es bonita, aunque tiene estilos mezclado, pero la bóveda de crucería es muy fina y las columnas altas. Es una iglesia muy airosa. En el lateral hay una portada manuelina espectacular. El pueblo tiene casas preciosas, alguna modernista.
Continuamos en dirección a Faro, parando en Estoi, Allí se encuentra el palacio por cuyos descuidados jardines vagó el viajero, entre plantas asilvestradas y estatuas decadentes. Ahora es una Pousada, con jardines preciosos que pueden verse sin problemas. Además, pueden visitarse sin problemas varías salas del palacio, muy bonitas, y la capilla, que es graciosa.
Hemos ido hasta las ruinas romanas de Milreu, pero es lunes y están cerradas. Es una pena, porque parecen estar bien restauradas.
En Olhao hemos parado a visitar el puerto, donde estaban secando unos tiburoncillos, parecidos a las pintarrojas, que nos dicen que se llaman "leitao". Los secan en cuatro días y suelen echarlos a los guisos.
Llegamos a Faro y aparcamos la furgo e el centro. En Faro hay una ciudadela, con varias puertas, una de ellas, la del Reposo, que nos conduce, Vila Adentro, a la Sé, la catedral, donde nos cobran por entrar. Es solo relativamente interesante, para mí. Se visita un museo de piezas sacras, incluyendo un relicario con los brazos de un santo. De verdad que nunca entenderé la manía de trocear a la peña. No subimos al campanario y el claustro no tiene más interés que una de las dichosas capillas de huesos a la que, por supuesto, no fuimos.
Hay más iglesias y, seguramente, más interesantes, pero estaban todas cerradas. Hemos dado un paseo por la ciudadela, con dificultad para hacer fotos, porque hay demasiados coches aparcados, aunque no circulando. La verdad es que hay un silencio en las calles que llama la atención. En Portugal la gente habla bajito, no a gritos, como en España y en los bares y restaurantes se escucha un sonido muy moderado.
Hemos comido el plato del día en la terraza de un restaurante y hemos seguido paseando por las calles e intentado ver otras iglesias, pero no ha sido posible. Había preguntado los horarios de barcos para recorrer la Ría Formosa, que tiene muchas islas. Isla Deserta es una de las famosas, un arenal. Pero se me han quitado las ganas y Juanjo no tiene ningún interés, así que finalmente nos marchamos.
Nos hemos acercado a la playa de Faro, muy grande, de arena dorada, en la que he metido las piernas en el agua un buen rato. Hay aparcadas algunas caravanas y tiene servicios y duchas y nos planteamos quedarnos a dormir en la furgo, pero solo son las tres de la tarde y queremos avanzar un poco más.
Nos ha costado un poco llegar a Almancil, donde visitamos la Iglesia de San Lorenzo. Cobran la entrada a 2€ y no dejan hacer fotos, pero la iglesia es impresionante. Llena de azulejos que relatan la vida y martirio de San Lorenzo, con un retablo dorado barroco.
Nos morimos de risa observando a la señora, tipo Rottenmeyer, que vigila que no hagamos fotos. De brazos cruzados, parece una maestra de las "hueso" y todos tenemos aspecto culpable, esperando a que se gire para sacar alguna foto, pero no hay manera. No nos quita ojo.
Hemos ido hasta Loule para ver dos iglesias pero está todo cerrado. Finalmente, vamos en dirección a Albufeira, que no lo tengo marcado como visitable, pero sí parece que la playa óleos d'Agua es interesante y hasta allí hemos ido para encontrar mogollón de hoteles y una cala pequeña, que debió ser preciosa antes de que construyeran tanta barbaridad. Tiene unas rocas que parecen ojos a la derecha, una pared de piedra a la izquierda y un monte de roca roja por detrás, pero yo no sé dónde se meterá tanta gente.
Se nos hace de noche y buscamos un sitio para dormir. A esta hora ya hay muchos hoteles con ofertas de última hora. Elegimos un resort de golf, porque por el precio y la valoración es una ganga. Además se me suma algún descuento de Booking. Juanjo elige el resort y le pregunto si está seguro de quere ir a un sitio así y dice que si, que si la valoración es fabulosa, el precio está muy bien....bueno, pues reservo eso.
Nos dan un apartamento con capacidad de al menos 5 personas, con todo tipo de utillaje, incluso plancha, lavaplatos y sombrilla de playa. Dos sofás, chimenea, armarios...
Decidimos ir a comprar algo para cenar y desayunar y nos hemos ido, porque Juanjo se ha empeñado, a Albufeira a comprar en el Pingo Doce, una cadena de supermercados que a Juanjo le han llamado la atención por el precio. Íbamos buscando una ensalada César o similar, pero no tenían lo que queríamos, así que hemos comprado varias cosas y nos hemos preparado una ensalada curiosa y hemos tomado un quesito "manteigoso" y una botella de un vino que se llama Landau, como nuestro amigo panameño.
Y después de advertirle a Juanjo que si tenía claro que quería quedarse en un resort, va y me dice que está deprimido, porque estas cosas le hacen pensar en los árboles destrozados para hacer esta cosa...y quién estará detrás de todo esto....en fin. Iba a matarlo.
Lo que me ha parecido rata, rata, es que el wifi lo cobran y caro. No lo hemos contratado. Por favor, que te cobren el wifi en 2017, que no les cuesta nada, es para matarlos.
En el hotel Princesa de Gilao nos han dado de desayunar. Está bien. Lo recomiendo. Antes de marcharnos, he visto que la luz de la mañana incidía en la ría y en la ciudad con una luz dorada y he hecho una foto.
Hemos salido buscando la Ilha de Tavira, pero hemos dado muchas vueltas. Finalmente, hemos dado con ella. Hay un embarcadero para cruzar personas y coches, pero no hemos pasado. Hay un camping y una playa larga.
Continuamos hacia Luz de Tavira, a unos pocos km. Allí, narra El Viajero que hay una iglesia bonita. Hemos dado con ella sin problemas, porque está al lado de la carretera. Efectivamente, es bonita, aunque tiene estilos mezclado, pero la bóveda de crucería es muy fina y las columnas altas. Es una iglesia muy airosa. En el lateral hay una portada manuelina espectacular. El pueblo tiene casas preciosas, alguna modernista.
Continuamos en dirección a Faro, parando en Estoi, Allí se encuentra el palacio por cuyos descuidados jardines vagó el viajero, entre plantas asilvestradas y estatuas decadentes. Ahora es una Pousada, con jardines preciosos que pueden verse sin problemas. Además, pueden visitarse sin problemas varías salas del palacio, muy bonitas, y la capilla, que es graciosa.
Hemos ido hasta las ruinas romanas de Milreu, pero es lunes y están cerradas. Es una pena, porque parecen estar bien restauradas.
En Olhao hemos parado a visitar el puerto, donde estaban secando unos tiburoncillos, parecidos a las pintarrojas, que nos dicen que se llaman "leitao". Los secan en cuatro días y suelen echarlos a los guisos.
Llegamos a Faro y aparcamos la furgo e el centro. En Faro hay una ciudadela, con varias puertas, una de ellas, la del Reposo, que nos conduce, Vila Adentro, a la Sé, la catedral, donde nos cobran por entrar. Es solo relativamente interesante, para mí. Se visita un museo de piezas sacras, incluyendo un relicario con los brazos de un santo. De verdad que nunca entenderé la manía de trocear a la peña. No subimos al campanario y el claustro no tiene más interés que una de las dichosas capillas de huesos a la que, por supuesto, no fuimos.
Hay más iglesias y, seguramente, más interesantes, pero estaban todas cerradas. Hemos dado un paseo por la ciudadela, con dificultad para hacer fotos, porque hay demasiados coches aparcados, aunque no circulando. La verdad es que hay un silencio en las calles que llama la atención. En Portugal la gente habla bajito, no a gritos, como en España y en los bares y restaurantes se escucha un sonido muy moderado.
Hemos comido el plato del día en la terraza de un restaurante y hemos seguido paseando por las calles e intentado ver otras iglesias, pero no ha sido posible. Había preguntado los horarios de barcos para recorrer la Ría Formosa, que tiene muchas islas. Isla Deserta es una de las famosas, un arenal. Pero se me han quitado las ganas y Juanjo no tiene ningún interés, así que finalmente nos marchamos.
Nos hemos acercado a la playa de Faro, muy grande, de arena dorada, en la que he metido las piernas en el agua un buen rato. Hay aparcadas algunas caravanas y tiene servicios y duchas y nos planteamos quedarnos a dormir en la furgo, pero solo son las tres de la tarde y queremos avanzar un poco más.
Nos ha costado un poco llegar a Almancil, donde visitamos la Iglesia de San Lorenzo. Cobran la entrada a 2€ y no dejan hacer fotos, pero la iglesia es impresionante. Llena de azulejos que relatan la vida y martirio de San Lorenzo, con un retablo dorado barroco.
Nos morimos de risa observando a la señora, tipo Rottenmeyer, que vigila que no hagamos fotos. De brazos cruzados, parece una maestra de las "hueso" y todos tenemos aspecto culpable, esperando a que se gire para sacar alguna foto, pero no hay manera. No nos quita ojo.
Hemos ido hasta Loule para ver dos iglesias pero está todo cerrado. Finalmente, vamos en dirección a Albufeira, que no lo tengo marcado como visitable, pero sí parece que la playa óleos d'Agua es interesante y hasta allí hemos ido para encontrar mogollón de hoteles y una cala pequeña, que debió ser preciosa antes de que construyeran tanta barbaridad. Tiene unas rocas que parecen ojos a la derecha, una pared de piedra a la izquierda y un monte de roca roja por detrás, pero yo no sé dónde se meterá tanta gente.
Se nos hace de noche y buscamos un sitio para dormir. A esta hora ya hay muchos hoteles con ofertas de última hora. Elegimos un resort de golf, porque por el precio y la valoración es una ganga. Además se me suma algún descuento de Booking. Juanjo elige el resort y le pregunto si está seguro de quere ir a un sitio así y dice que si, que si la valoración es fabulosa, el precio está muy bien....bueno, pues reservo eso.
Nos dan un apartamento con capacidad de al menos 5 personas, con todo tipo de utillaje, incluso plancha, lavaplatos y sombrilla de playa. Dos sofás, chimenea, armarios...
Decidimos ir a comprar algo para cenar y desayunar y nos hemos ido, porque Juanjo se ha empeñado, a Albufeira a comprar en el Pingo Doce, una cadena de supermercados que a Juanjo le han llamado la atención por el precio. Íbamos buscando una ensalada César o similar, pero no tenían lo que queríamos, así que hemos comprado varias cosas y nos hemos preparado una ensalada curiosa y hemos tomado un quesito "manteigoso" y una botella de un vino que se llama Landau, como nuestro amigo panameño.
Y después de advertirle a Juanjo que si tenía claro que quería quedarse en un resort, va y me dice que está deprimido, porque estas cosas le hacen pensar en los árboles destrozados para hacer esta cosa...y quién estará detrás de todo esto....en fin. Iba a matarlo.
Lo que me ha parecido rata, rata, es que el wifi lo cobran y caro. No lo hemos contratado. Por favor, que te cobren el wifi en 2017, que no les cuesta nada, es para matarlos.
domingo, 29 de octubre de 2017
DEL ALENTEJO AL ALGARVE
29 de Octubre de 2017. Del Alentejo al Algarve
Esta noche se ha cambiado la hora a la de invierno. Nos levantamos con un sol ya demasiado brillante. Hemos dejado el hotel y buscado una cafetería abierta. Desayunamos un bizcocho de manzana y almendra exquisito.
Dejamos Mértola y nos encaminamos a la carretera más próxima al Guadiana. Hay más vegetación, más espesa, olivos, encinas y alcornoques, pero más abundantes. Entramos en una buena carretera de montaña que nos conduce a Alcoutim, un pueblo pegado al río, con el consabido castillo y un embarcadero que traslada gente a España. Sanlúcar de Guadiana, justo enfrente, parece el pueblo gemelo del que estamos.
Un cartel habla del contrabando, paralelo al comercio normal, y a la compra en Portugal, de esclavos africanos por parte de los españoles, en el S XVIII.
Eso me recuerda que la abolición de la esclavitud en España fue muy tardía. No se acabó totalmente con ella hasta 1890.
Hemos dado un paseo por la ribera, asombrándonos de la cantidad de veleros atracados a lo largo del río. La gente desayuna en terrazas frente al cauce, que discurre tranquilo. Hace un "día de domingo", sol, sensación de pereza, agudizada por el cambio horario.
Salimos de Alcoutim rumbo al Algarve. Vamos a cruzar la frontera para pasar el peaje de entrada. Aprovechamos para echar gasolina y comprar el periódico dominical.
Pasamos por el arco de Easy Toll para acoplar la tarjeta a la matrícula, obligatorio para extranjeros, según leo en los carteles.
Luego iniciamos la visita al Algarve, empezando por Castro Marín, visitando su castillo, que fue templario, de la Orden de Cristo, la que recogió al Temple cuando fue perseguido. Hay una capilla poco interesante, una exposición horrible de instrumentos de tortura y unas vistas a las marismas, penosamente secas.
Pasamos del núcleo Urbano de Vila Real y, cruzando pinares, cogimos la carretera de la Costa que nos lleva a Tavira, que fue Fenicia.
Aparcamos el coche junto a la ría y fuimos a dar un paseo, buscando unas iglesias que parecen merecer una visita. Las hemos encontrado, pero están cerradas. Hemos subido al castillo, paseado por varias calles de ambos lados de la ría, que se cruza por dos puentes, romano uno de ellos.
Tavira es otra de las ciudades con casas palaciegas, muchas revestidas de azulejos. Hay una zona de casonas blancas, que da sensación de balneario. Está llena de turistas, básicamente ingleses. E ingleses son muchos de sus bares, tabernas irlandesas...Hemos ido a comer a la terraza en sombra de uno de los locales que ocupan parte del antiguo mercado. Frente a nosotros hay un hotel. Consulto la información y parece que tiene buen precio y una habitación libre, al menos. Estaba reservándolo, pero finalmente Juanjo se ha acercado a la recepción y lo ha hecho allí mismo, mientras nos traían la comida, que a Juanjo no le ha gustado nada. He pedido sardinas y han traído unas muy grandes, chamuscadas.
Hemos ido al hotel. La furgoneta se queda aparcada enfrente. Juanjo se ha ido a ver el fútbol. Yo he intentado escribir en la terraza, pero hace fresco, una sensación extraña...
Tras perder el Madrid con el Gerona, hemos salido a dar otro paseo y hemos cenado temprano un Sandwich enorme. Por qué la comida es tan grande en Portugal, por favor?
Esta noche se ha cambiado la hora a la de invierno. Nos levantamos con un sol ya demasiado brillante. Hemos dejado el hotel y buscado una cafetería abierta. Desayunamos un bizcocho de manzana y almendra exquisito.
Dejamos Mértola y nos encaminamos a la carretera más próxima al Guadiana. Hay más vegetación, más espesa, olivos, encinas y alcornoques, pero más abundantes. Entramos en una buena carretera de montaña que nos conduce a Alcoutim, un pueblo pegado al río, con el consabido castillo y un embarcadero que traslada gente a España. Sanlúcar de Guadiana, justo enfrente, parece el pueblo gemelo del que estamos.
Un cartel habla del contrabando, paralelo al comercio normal, y a la compra en Portugal, de esclavos africanos por parte de los españoles, en el S XVIII.
Eso me recuerda que la abolición de la esclavitud en España fue muy tardía. No se acabó totalmente con ella hasta 1890.
Hemos dado un paseo por la ribera, asombrándonos de la cantidad de veleros atracados a lo largo del río. La gente desayuna en terrazas frente al cauce, que discurre tranquilo. Hace un "día de domingo", sol, sensación de pereza, agudizada por el cambio horario.
Salimos de Alcoutim rumbo al Algarve. Vamos a cruzar la frontera para pasar el peaje de entrada. Aprovechamos para echar gasolina y comprar el periódico dominical.
Pasamos por el arco de Easy Toll para acoplar la tarjeta a la matrícula, obligatorio para extranjeros, según leo en los carteles.
Luego iniciamos la visita al Algarve, empezando por Castro Marín, visitando su castillo, que fue templario, de la Orden de Cristo, la que recogió al Temple cuando fue perseguido. Hay una capilla poco interesante, una exposición horrible de instrumentos de tortura y unas vistas a las marismas, penosamente secas.
Pasamos del núcleo Urbano de Vila Real y, cruzando pinares, cogimos la carretera de la Costa que nos lleva a Tavira, que fue Fenicia.
Aparcamos el coche junto a la ría y fuimos a dar un paseo, buscando unas iglesias que parecen merecer una visita. Las hemos encontrado, pero están cerradas. Hemos subido al castillo, paseado por varias calles de ambos lados de la ría, que se cruza por dos puentes, romano uno de ellos.
Tavira es otra de las ciudades con casas palaciegas, muchas revestidas de azulejos. Hay una zona de casonas blancas, que da sensación de balneario. Está llena de turistas, básicamente ingleses. E ingleses son muchos de sus bares, tabernas irlandesas...Hemos ido a comer a la terraza en sombra de uno de los locales que ocupan parte del antiguo mercado. Frente a nosotros hay un hotel. Consulto la información y parece que tiene buen precio y una habitación libre, al menos. Estaba reservándolo, pero finalmente Juanjo se ha acercado a la recepción y lo ha hecho allí mismo, mientras nos traían la comida, que a Juanjo no le ha gustado nada. He pedido sardinas y han traído unas muy grandes, chamuscadas.
Hemos ido al hotel. La furgoneta se queda aparcada enfrente. Juanjo se ha ido a ver el fútbol. Yo he intentado escribir en la terraza, pero hace fresco, una sensación extraña...
Tras perder el Madrid con el Gerona, hemos salido a dar otro paseo y hemos cenado temprano un Sandwich enorme. Por qué la comida es tan grande en Portugal, por favor?
GUADIANA
28 de Octubre de 2017 Guadiana
Hemos tomado un "desayuno bueno" y luego nos disponemos a recorrer Beja, sus iglesias y museos.
Nos dirigimos hacia el Castillo, pero estaba cerrado. Vemos que pone un letrero de que se abre a las 9:30. Mientras, nos dirigimos a una de las iglesias, la de Santa María, pero está cerrada y solo podemos verla por fuera. Volvimos al castillo y seguía cerrado, así que nos fuimos al Museo regional, que está en un antiguo convento. La entrada va con el Museo Visigodo pero, en el regional nos informan de que no abren los fines de semana por falta de vigilantes, pero que la entrada nos vale hasta el lunes, que es como si Juan y Manuela, porque nos vamos dentro de un rato. Juanjo se empeña en preguntarle por el museo Alvito. Yo lo miro alucinada, porque no sabía que el museo visigodo se llamara así. Pero el vendedor de entradas tampoco y le miraba igualmente perplejo. La confusión es que Juanjo quiere pasar por Alvito, que es un pueblo, y se le ha ido la olla.
Visitamos el museo regional, que mantiene el decorado barroco de la iglesia, bastante polvoriento. Hay unas andas de plata y pinturas atribuidas a Rivera, algunas piezas arqueológicas, bifaces, lucernas....una sala capitular con una pintura en techo muy interesante y bonitos arcos de entrada y poco más. Se ve en un momento.
Vamos al castillo, que por fin está abierto y lo visitamos en poco rato. Es mejor visto por fuera. El interior no tiene gran cosa.
A su alrededor hay un mercadillo dominical de víveres. Unos pocos puestos. Hemos dado otro paseo por algunas callejuelas y decidimos irnos.
Hemos retrocedido hacia Viana do Alentejo, para visitar el castillo y su iglesia. Pasamos por Alvito, para que Juanjo se sintiera realizado, y por Cuba, donde nos perdimos un poco. "Más se perdió en Cuba"...no quedaba otra...
En Viana do Alentejo subimos al castillo. Había un bus de turistas en la puerta, que Juanjo intentó echar abajo con todas sus fuerzas, pero el conductor del bus le avisó de que esa no era la entrada, no fuera a cargarse el patrimonio nacional.
Entramos y visitamos la iglesia, de estilo manuelino, con unos detalles en piedra en form de caracola, un retablo enmarcado en piedra, y columnas pétreas con capiteles como orlas de flores que se repetían a media altura. No se podía subir al coro.
En el exterior, hay una portada manuelina preciosa. Esperamos un momento a que se fuera el grupo de turistas, que no le dejaban hacer a Juanjo la foto, porque dos señoras departían tan tranquilas delante justo del dintel. Y, además, el encargado nos iba a abrir la capilla de la parte inferior, que está muy deteriorada.
Salimos por la puerta que Juanjo intentó echar abajo. El encargado nos la abrió, no fuera que.
Emprendimos el retorno hacia Beja para coger la carretera que nos lleva a Serpa. Hace un calor de mil demonios. 32 grados. En Serpa paramos a comer porque hasta Mértola aún queda. Es sábado y mucha gente está comiendo en los restaurantes del pueblo, los camareros vuelan entre las mesas. Al final de la comida yo tengo un calor horroroso. Fui al baño y me di cuenta que es en el comedor en el que estamos, que estar resol y es insoportable. Entonces una camarera encendió el aire acondicionado. Cuando ya nos íbamos.
Juanjo ha acercado el coche al acueducto. Yo me he quedado en la furgo consultando internet y mapas porque una conocida me acaba de decir que los peajes son arcos electrónicos y que, si no has acoplado la tarjeta de crédito a la matrícula, te multan sí o si.
Así que, mientras Juanjo iba a ver el acueducto, que tiene buena pinta, he estado leyendo y descargando mapas de peajes. Decido que hay que hacer el trámite en Vila real de Santo Antonio, porque en Faro y en Lisboa la vamos a cagar fijo y nos vamos a encontrar en el Algarve en una de peaje electrónico a la primera de cambio.
Vuelve Juanjo diciendo que el viajero y yo no tenemos ni puta idea, porque el acueducto es chulo y me enseña unas fotos bonitas.
Buscamos la carretera para ir hacia Mértola. La furgo está ardiendo. No tenemos aire acondicionado. No funciona, no ha dado tiempo a arreglarlo, pero pensamos que en estas fechas no sería importante. Craso error. Nos freímos, aunque Juanjo, que es atérmico, dice que no lo nota. He puesto una sobre camisa larga en la ventanilla, "caló style", porque el sol me cae de plano.
Seguimos recorriendo esa zona del Alentejo de dehesas ralas, muy seca, muy llana, apenas se ven árboles distintos a algún alcornoque, encinas salpicadas y mucha hierba amarilla. El ganado está a la sombra. Los ríos, y embalses, secos. Hemos escuchado en la TV que están llevando camiones de agua a la zona de Viseu, porque ya no da para el abastecimiento normal. He escuchado en un programa de radio que hay pantanos en el norte que ya no son potables, a causa de la ceniza y material quemado que les ha caído.
Juanjo ha visto el desvío al Pulo do Lobo, pero dice que no vamos. Son unas cascadas del Guadiana, más bien un paso encañonado entre rocas de pizarra. Pero tenemos dudas sobre el acceso y con la sequía no sabemos si merece la pena. Continuamos camino a Mértola, viendo algunos pinares de repoblación y, por fin, llegamos al Guadiana y a Mértola, que tiene un enclave precioso, en un cañón donde el río se acaba ensanchando. A su paso por el pueblo el torrente se vuelve calmado, el reflejo es casi como el de un lago. Hay gente con motos acuáticas, patos bañándose en el río.
Aparcamos para buscar un alojamiento. Vemos uno a buen precio, Flor del Guadiana, que califican de Excelente y fuimos a preguntar. Está en las afueras del pueblo, pero es nuevo, está limpísimo, tiene terrazas y comodidades en la habitación. Además hay una cocina con nevera, cafetera, etc.
Me di una ducha y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. Además de la ubicación, resulta un pueblo muy agradable. Me gusta mucho. Las callejuelas, estrechas, empinadas y frescas, están bordeadas de pequeñas casas arregladas y agradables. Hay, además, unos cuantos edificios de interés arquitectónico. Hay un castillo, excavaciones de ruinas romanas y musulmanas.
La iglesia es una chulada. Es una antigua mezquita a la que han añadido un púlpito, bancos y altar, pero el mihrab hace de retablo delante del cual hay una virgen. El techo, abovedado, con columnas y capiteles islámicos, todos diferentes. Las puertas con arcos de herradura. Y, para cambiarle un poco el aspecto de mezquita, la puerta principal está adintelda con un portal renacentista.
Hoy es sábado y empieza alguna ceremonia, así que salimos para no molestar.
Seguimos recorriendo el pueblo. Hay una marca de una inundación, de la Terrible de 7 de Diciembre de 1875, en la mitad de la pared de uno de los edificios grandes. Abajo, en el cauce, vemos un puente de piedra reventado. Comprendemos que debió saltar el puente, igual que pasó en La Rábita y la ola debió llevarse por delante varias construcciones, entre ellas, un puerto romano que estaba situado donde está ahora el embarcadero, en el que vemos atracados varios veleros, lanchas y motos de agua.
Hay patos en el río, la luz de la tarde se refleja en las aguas. Es un sitio muy tranquilo, da mucha paz. Y además es muy bonito.
Hemos tomado unas cerveza en un bar al bajar la cuesta, una terraza donde vamos a aliviar el calor y la sed de subidas y bajadas todos los que hemos estado recorriendo las calles.
Hemos ido luego a cenar unas tortillas enormes en una terraza más cerca de la zona donde nos alojamos, después de cruzar a la otra orilla para que Juanjo hiciera unas fotos del reflejo en el rios del pueblo iluminado.
Hemos tomado un "desayuno bueno" y luego nos disponemos a recorrer Beja, sus iglesias y museos.
Nos dirigimos hacia el Castillo, pero estaba cerrado. Vemos que pone un letrero de que se abre a las 9:30. Mientras, nos dirigimos a una de las iglesias, la de Santa María, pero está cerrada y solo podemos verla por fuera. Volvimos al castillo y seguía cerrado, así que nos fuimos al Museo regional, que está en un antiguo convento. La entrada va con el Museo Visigodo pero, en el regional nos informan de que no abren los fines de semana por falta de vigilantes, pero que la entrada nos vale hasta el lunes, que es como si Juan y Manuela, porque nos vamos dentro de un rato. Juanjo se empeña en preguntarle por el museo Alvito. Yo lo miro alucinada, porque no sabía que el museo visigodo se llamara así. Pero el vendedor de entradas tampoco y le miraba igualmente perplejo. La confusión es que Juanjo quiere pasar por Alvito, que es un pueblo, y se le ha ido la olla.
Visitamos el museo regional, que mantiene el decorado barroco de la iglesia, bastante polvoriento. Hay unas andas de plata y pinturas atribuidas a Rivera, algunas piezas arqueológicas, bifaces, lucernas....una sala capitular con una pintura en techo muy interesante y bonitos arcos de entrada y poco más. Se ve en un momento.
Vamos al castillo, que por fin está abierto y lo visitamos en poco rato. Es mejor visto por fuera. El interior no tiene gran cosa.
A su alrededor hay un mercadillo dominical de víveres. Unos pocos puestos. Hemos dado otro paseo por algunas callejuelas y decidimos irnos.
Hemos retrocedido hacia Viana do Alentejo, para visitar el castillo y su iglesia. Pasamos por Alvito, para que Juanjo se sintiera realizado, y por Cuba, donde nos perdimos un poco. "Más se perdió en Cuba"...no quedaba otra...
En Viana do Alentejo subimos al castillo. Había un bus de turistas en la puerta, que Juanjo intentó echar abajo con todas sus fuerzas, pero el conductor del bus le avisó de que esa no era la entrada, no fuera a cargarse el patrimonio nacional.
Entramos y visitamos la iglesia, de estilo manuelino, con unos detalles en piedra en form de caracola, un retablo enmarcado en piedra, y columnas pétreas con capiteles como orlas de flores que se repetían a media altura. No se podía subir al coro.
En el exterior, hay una portada manuelina preciosa. Esperamos un momento a que se fuera el grupo de turistas, que no le dejaban hacer a Juanjo la foto, porque dos señoras departían tan tranquilas delante justo del dintel. Y, además, el encargado nos iba a abrir la capilla de la parte inferior, que está muy deteriorada.
Salimos por la puerta que Juanjo intentó echar abajo. El encargado nos la abrió, no fuera que.
Emprendimos el retorno hacia Beja para coger la carretera que nos lleva a Serpa. Hace un calor de mil demonios. 32 grados. En Serpa paramos a comer porque hasta Mértola aún queda. Es sábado y mucha gente está comiendo en los restaurantes del pueblo, los camareros vuelan entre las mesas. Al final de la comida yo tengo un calor horroroso. Fui al baño y me di cuenta que es en el comedor en el que estamos, que estar resol y es insoportable. Entonces una camarera encendió el aire acondicionado. Cuando ya nos íbamos.
Juanjo ha acercado el coche al acueducto. Yo me he quedado en la furgo consultando internet y mapas porque una conocida me acaba de decir que los peajes son arcos electrónicos y que, si no has acoplado la tarjeta de crédito a la matrícula, te multan sí o si.
Así que, mientras Juanjo iba a ver el acueducto, que tiene buena pinta, he estado leyendo y descargando mapas de peajes. Decido que hay que hacer el trámite en Vila real de Santo Antonio, porque en Faro y en Lisboa la vamos a cagar fijo y nos vamos a encontrar en el Algarve en una de peaje electrónico a la primera de cambio.
Vuelve Juanjo diciendo que el viajero y yo no tenemos ni puta idea, porque el acueducto es chulo y me enseña unas fotos bonitas.
Buscamos la carretera para ir hacia Mértola. La furgo está ardiendo. No tenemos aire acondicionado. No funciona, no ha dado tiempo a arreglarlo, pero pensamos que en estas fechas no sería importante. Craso error. Nos freímos, aunque Juanjo, que es atérmico, dice que no lo nota. He puesto una sobre camisa larga en la ventanilla, "caló style", porque el sol me cae de plano.
Seguimos recorriendo esa zona del Alentejo de dehesas ralas, muy seca, muy llana, apenas se ven árboles distintos a algún alcornoque, encinas salpicadas y mucha hierba amarilla. El ganado está a la sombra. Los ríos, y embalses, secos. Hemos escuchado en la TV que están llevando camiones de agua a la zona de Viseu, porque ya no da para el abastecimiento normal. He escuchado en un programa de radio que hay pantanos en el norte que ya no son potables, a causa de la ceniza y material quemado que les ha caído.
Juanjo ha visto el desvío al Pulo do Lobo, pero dice que no vamos. Son unas cascadas del Guadiana, más bien un paso encañonado entre rocas de pizarra. Pero tenemos dudas sobre el acceso y con la sequía no sabemos si merece la pena. Continuamos camino a Mértola, viendo algunos pinares de repoblación y, por fin, llegamos al Guadiana y a Mértola, que tiene un enclave precioso, en un cañón donde el río se acaba ensanchando. A su paso por el pueblo el torrente se vuelve calmado, el reflejo es casi como el de un lago. Hay gente con motos acuáticas, patos bañándose en el río.
Aparcamos para buscar un alojamiento. Vemos uno a buen precio, Flor del Guadiana, que califican de Excelente y fuimos a preguntar. Está en las afueras del pueblo, pero es nuevo, está limpísimo, tiene terrazas y comodidades en la habitación. Además hay una cocina con nevera, cafetera, etc.
Me di una ducha y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. Además de la ubicación, resulta un pueblo muy agradable. Me gusta mucho. Las callejuelas, estrechas, empinadas y frescas, están bordeadas de pequeñas casas arregladas y agradables. Hay, además, unos cuantos edificios de interés arquitectónico. Hay un castillo, excavaciones de ruinas romanas y musulmanas.
La iglesia es una chulada. Es una antigua mezquita a la que han añadido un púlpito, bancos y altar, pero el mihrab hace de retablo delante del cual hay una virgen. El techo, abovedado, con columnas y capiteles islámicos, todos diferentes. Las puertas con arcos de herradura. Y, para cambiarle un poco el aspecto de mezquita, la puerta principal está adintelda con un portal renacentista.
Hoy es sábado y empieza alguna ceremonia, así que salimos para no molestar.
Seguimos recorriendo el pueblo. Hay una marca de una inundación, de la Terrible de 7 de Diciembre de 1875, en la mitad de la pared de uno de los edificios grandes. Abajo, en el cauce, vemos un puente de piedra reventado. Comprendemos que debió saltar el puente, igual que pasó en La Rábita y la ola debió llevarse por delante varias construcciones, entre ellas, un puerto romano que estaba situado donde está ahora el embarcadero, en el que vemos atracados varios veleros, lanchas y motos de agua.
Hay patos en el río, la luz de la tarde se refleja en las aguas. Es un sitio muy tranquilo, da mucha paz. Y además es muy bonito.
Hemos tomado unas cerveza en un bar al bajar la cuesta, una terraza donde vamos a aliviar el calor y la sed de subidas y bajadas todos los que hemos estado recorriendo las calles.
Hemos ido luego a cenar unas tortillas enormes en una terraza más cerca de la zona donde nos alojamos, después de cruzar a la otra orilla para que Juanjo hiciera unas fotos del reflejo en el rios del pueblo iluminado.
sábado, 28 de octubre de 2017
CROMLECH Y CASTILLOS
27 de Octubre de 2017. Cromlech y castillos
Nos vamos de Évora, probando las "Queijadas", de dos tipos Las ponen tipo tartaletas, como los Pasteis de Belem. Muy buenas. Una de ellas menos dulce, más rica.
Habíamos preguntado en la oficina de turismo la forma de llegar al Cromlech de los Almendros. Esta zona está abarrotada de monumentos megalíticos. Marcados en los mapas están un menhir en la misma zona que el Cromlech y un dolmen un poco más lejos. Había pensado ir también al dolmen, pero está deteriorado, al caerse una parte y los caminos son pistas de tierra, así que decido que veamos únicamente el Cromlech, que es un tipo de construcción megalítica que, si la he visto, no me acuerdo.
El Cromlech de los Almendros es muy grande, consta de 95 menhires, formando dos círculos concéntricos. Algunos de los menhires están tallados con círculos, bastones....Está dispuesto en dirección este-oeste en una ladera con hermosas vistas .
Volvimos a Évora para tomar la carretera hacia Vila Viçosa. Retrocedemos así hacia el norte y tendremos que hacer un círculo, pero es la única forma de ver Vila Viçosa, una ciudad rodeada de canteras de mármol.
Esta ciudad tiene un gran castillo y un aire palaciego, tipo Aranjuez. Hemos ido al castillo, antes que nada. En su recinto hay un pueblo de casas pequeñas, la iglesia de la Concepçao, patrona de Portugal y un museo de caza y arqueología, en una fortaleza con foso y un edificación más moderna que corresponde al museo.
La muralla exterior del castillo está rodeada de una pendiente suave de césped, en una elevación de terreno, no demasiado alta, muy cuidado exteriormente.
Pudimos entrar con la furgoneta y dejarla dentro. Visitamos la iglesia, observando que su acceso, una explanada de buen tamaño, esta embaldosada de mármol de dos colores, haciendo un dibujo.
La iglesia está llena de azulejos. En la entrada hay dos cajas de limosnas dinerarias, con distintos fines. Y un poco más dentro, dos armarios de cajones metidos en recintos cerrados, donde las limosnas consistían en trigo y aceite.
Nos acercamos a la fortaleza interior, rodeada de foso, donde se encuentra el museo, que no visitamos, por parecernos poco interesante. A continuación bajamos hacia la ciudad, afirmándonos en la idea de ciudad palaciega, con casas señoriales decoradas con tonos pastel, balcones y adornos en las fachadas, alguna recubierta de azulejos. Muy ancha la calle principal, que da a la entrada del castillo. Las aceras están recubiertas de trozos de mármol y de mármol son los bordillos, las marcas del asfalto para aparcar, las líneas de separación de carriles, los dinteles de las puertas y ventanas....suponemos que, dada la cercanía a las canteras, aquí resulta un material muy barato, usándolo para todo, igual que pasa en Macael.
La zona peatonal es de calles más estrechas, con bonitas casas. Es una ciudad limpia y agradable para pasearla. Nos encaminamos al palacio ducal, con dudas sobre si visitarlo por dentro o no. Al verlo por fuera, decidimos que no. Es excesivamente grande y debe tener varias rutas de visita. Parece que contiene ajuar de Don Dinis, que no nos interesa nada, y algo de pintura, además de alguna sala bien decorado, pero nos desanima el tamaño. La fachada está revestida en mármol en blanco y gris. Me resulta un poco agobiante.
La parte delantera del palacio es una explanada de mármol que contiene únicamente la estatua ecuestre de don Joao IV y al frente, un convento enorme, dando al conjunto un aspecto demasiado grande y desangelado.
Volvimos al coche y nos encaminamos a Redondo, un pueblo que tiene una zona amurallada y una iglesia que parece interesante, pero está cerrada. Imitando a El Viajero, comimos allí, en el Reí de los Grelhados, un plato de carne asada que daba miedo, pero estaba muy rico y una ensalada buena.
Subimos de nuevo a la fortaleza, pero la iglesia sigue cerrada. Hemos retratado una casa con golondrinas y sus nidos pintados en la fachada, y hemos salido de nuevo a la carretera.
Pasamos por Caridade, un pueblo pequeño y blanco y continuamos a Portel, otro pueblo con castillo. Sigue haciendo un calor de mil demonios. Mientras Juanjo sube a hacer fotos a la Torre del Homenaje, me he tirado en la hierba que rodea al castillo, tras comprobar que no estaba en buen estado dé conservación. Corría una brisa fresca que me ha aliviado mucho y he caminado por la hierba, aunque está algo áspera y nada húmeda.
Pasamos por Vidiriega por ser ciudad natal de Vasco da Gama, pero nos fuimos enseguida y continuamos hacia Beja, que está en obras y es un poco complicado llegar al centro. Nos quedamos a dormir en el Hotel Dona María. Pudimos dejar la furgoneta en la puerta. Tras ducha reparadora, salimos a dar una vuelta por la ciudad, viendo desde fuera los edificios que mañana intentaremos visitar. Tiene un castillo tremendo, pero la ciudad está bastante descuidada, con muchas casas antiguas abandonadas.
Hemos tomado una cerveza y luego, junto al hotel, hemos pedido una ensalada en la pizzería. Nos han puesto una enorme. Pero yo había pedido pan de ajo para acompañarla y nos han traído una pizza con queso y aceitunas, que es el pan de ajo aquí. Es tremendo. Los platos de pasta que servían daban miedo de verdad.
Nos vamos de Évora, probando las "Queijadas", de dos tipos Las ponen tipo tartaletas, como los Pasteis de Belem. Muy buenas. Una de ellas menos dulce, más rica.
Habíamos preguntado en la oficina de turismo la forma de llegar al Cromlech de los Almendros. Esta zona está abarrotada de monumentos megalíticos. Marcados en los mapas están un menhir en la misma zona que el Cromlech y un dolmen un poco más lejos. Había pensado ir también al dolmen, pero está deteriorado, al caerse una parte y los caminos son pistas de tierra, así que decido que veamos únicamente el Cromlech, que es un tipo de construcción megalítica que, si la he visto, no me acuerdo.
El Cromlech de los Almendros es muy grande, consta de 95 menhires, formando dos círculos concéntricos. Algunos de los menhires están tallados con círculos, bastones....Está dispuesto en dirección este-oeste en una ladera con hermosas vistas .
Volvimos a Évora para tomar la carretera hacia Vila Viçosa. Retrocedemos así hacia el norte y tendremos que hacer un círculo, pero es la única forma de ver Vila Viçosa, una ciudad rodeada de canteras de mármol.
Esta ciudad tiene un gran castillo y un aire palaciego, tipo Aranjuez. Hemos ido al castillo, antes que nada. En su recinto hay un pueblo de casas pequeñas, la iglesia de la Concepçao, patrona de Portugal y un museo de caza y arqueología, en una fortaleza con foso y un edificación más moderna que corresponde al museo.
La muralla exterior del castillo está rodeada de una pendiente suave de césped, en una elevación de terreno, no demasiado alta, muy cuidado exteriormente.
Pudimos entrar con la furgoneta y dejarla dentro. Visitamos la iglesia, observando que su acceso, una explanada de buen tamaño, esta embaldosada de mármol de dos colores, haciendo un dibujo.
La iglesia está llena de azulejos. En la entrada hay dos cajas de limosnas dinerarias, con distintos fines. Y un poco más dentro, dos armarios de cajones metidos en recintos cerrados, donde las limosnas consistían en trigo y aceite.
Nos acercamos a la fortaleza interior, rodeada de foso, donde se encuentra el museo, que no visitamos, por parecernos poco interesante. A continuación bajamos hacia la ciudad, afirmándonos en la idea de ciudad palaciega, con casas señoriales decoradas con tonos pastel, balcones y adornos en las fachadas, alguna recubierta de azulejos. Muy ancha la calle principal, que da a la entrada del castillo. Las aceras están recubiertas de trozos de mármol y de mármol son los bordillos, las marcas del asfalto para aparcar, las líneas de separación de carriles, los dinteles de las puertas y ventanas....suponemos que, dada la cercanía a las canteras, aquí resulta un material muy barato, usándolo para todo, igual que pasa en Macael.
La zona peatonal es de calles más estrechas, con bonitas casas. Es una ciudad limpia y agradable para pasearla. Nos encaminamos al palacio ducal, con dudas sobre si visitarlo por dentro o no. Al verlo por fuera, decidimos que no. Es excesivamente grande y debe tener varias rutas de visita. Parece que contiene ajuar de Don Dinis, que no nos interesa nada, y algo de pintura, además de alguna sala bien decorado, pero nos desanima el tamaño. La fachada está revestida en mármol en blanco y gris. Me resulta un poco agobiante.
La parte delantera del palacio es una explanada de mármol que contiene únicamente la estatua ecuestre de don Joao IV y al frente, un convento enorme, dando al conjunto un aspecto demasiado grande y desangelado.
Volvimos al coche y nos encaminamos a Redondo, un pueblo que tiene una zona amurallada y una iglesia que parece interesante, pero está cerrada. Imitando a El Viajero, comimos allí, en el Reí de los Grelhados, un plato de carne asada que daba miedo, pero estaba muy rico y una ensalada buena.
Subimos de nuevo a la fortaleza, pero la iglesia sigue cerrada. Hemos retratado una casa con golondrinas y sus nidos pintados en la fachada, y hemos salido de nuevo a la carretera.
Pasamos por Caridade, un pueblo pequeño y blanco y continuamos a Portel, otro pueblo con castillo. Sigue haciendo un calor de mil demonios. Mientras Juanjo sube a hacer fotos a la Torre del Homenaje, me he tirado en la hierba que rodea al castillo, tras comprobar que no estaba en buen estado dé conservación. Corría una brisa fresca que me ha aliviado mucho y he caminado por la hierba, aunque está algo áspera y nada húmeda.
Pasamos por Vidiriega por ser ciudad natal de Vasco da Gama, pero nos fuimos enseguida y continuamos hacia Beja, que está en obras y es un poco complicado llegar al centro. Nos quedamos a dormir en el Hotel Dona María. Pudimos dejar la furgoneta en la puerta. Tras ducha reparadora, salimos a dar una vuelta por la ciudad, viendo desde fuera los edificios que mañana intentaremos visitar. Tiene un castillo tremendo, pero la ciudad está bastante descuidada, con muchas casas antiguas abandonadas.
Hemos tomado una cerveza y luego, junto al hotel, hemos pedido una ensalada en la pizzería. Nos han puesto una enorme. Pero yo había pedido pan de ajo para acompañarla y nos han traído una pizza con queso y aceitunas, que es el pan de ajo aquí. Es tremendo. Los platos de pasta que servían daban miedo de verdad.
viernes, 27 de octubre de 2017
ÉVORA
26 de Octubre de 2017 Évora
Nos quedamos en el hotel Inn Murus, en el centro, junto a la Plaza das portas do Moura. No tiene cafetería, así que hemos ido a una pastelería a desayunar.
Luego hemos empezado el recorrido por Évora, siguiendo las instrucciones de El Viajero (Saramago).
La ventana manuelina de García de Resende, está justo al lado de nuestro hotel.
En el Largo da Porta da Moura hemos visto la casa Cordovil, árabe-manuelino, la portada de la iglesia do Carmo, bastante rara y una fuente que representa un orbe.
La catedral es de pago. Se pueden ver distintas cosas. Elegimos la iglesia y el claustro. El claustro está bien. Tiene unos sepulcros de obispos interesantes. Y en dos de ellos, curiosamente, no se representaba la figura del obispo. Únicamente el báculo y la mitra.
Vistamos la iglesia, que a El Viajero le gusta más que las de Batalha o Alcovaça. A mí las otras me gustan más, por austeras. Ésta tiene azulejos y unas capillas interesantes.
El templo romano, llamado de Diana, está en restauración. Junto a él, está la Pousada y la Iglesia de los Loios. Aquí pasa una cosa que quien viaje por aquí deberá decidir. La iglesia está bien, con mucho azulejo, Es resplandeciente y sencilla. Pero te cobran la entrada junto al palacio de los duques de Cadval, que está al lado y no merece la pena. 7 € por ambas cosas.
Hemos visto las termas romanas, en un edificio oficial. Y la plaza do Giraldo y el barrio árabe. Hemos pasado por el Palacio de los condes de Basto, que da a un pasadizo interesante y una plazoleta muy bonita. De ahí fuimos a la Universidad. Es interesante el claustro, al que dan las aulas, cubiertas de azulejos, cada una con un motivo (Filosofía y Metafísica, Meses del año, Escenas de campo, Geografia y astronomía....) Son pequeñas, pero con una cátedra enorme.
Al claustro también da la antigua capilla, que es salón de actos. Bastante bonita. No tanto como la de Alcalá de Henares.
En la planta superior hay un hall octogonal con azulejos y la antigua biblioteca, que se utiliza normalmente. Había gente estudiando. Tiene un techo precioso, cubierto de frescos.
Hemos visto de lejos el acueducto y también algunas partes de las murallas romana y medieval.
Finalmente hemos ido al jardín público, donde está el Palacio de Don Manuel, que contiene la Galería das damas, de estilo manuelino, como único resto del palacio original.
Vimos los Meninos da Graça, por fuera de la iglesia. Son unos gigantes, que están sobre los pilares de la iglesia de Nossa Senhora da Graça, y les llaman Meninos de coña. La iglesia estaba cerrada, pero vi el claustro desde el casino militar que está al lado.
En el barrio de la Morería comimos un Frango no Churrasco, muy barato y rico. Yo me fui a echar una siesta y darme una ducha, que sigue haciendo un calor horroroso. Este viaje era de otoño, en teoría,. No me adapto a estos calores.
Por la noche fuimos a uno de los restaurantes Bib Gourmand, al BL, en el barrio de la Morería, junto a la muralla romana. Está bien, sin tirar cohetes. La camarera y la dueña son amabilísimas. Nos dieron un agua con gas que sacan de una maquinit depuradora.
Pero llegamos al hotel con mucho sueño. Yo no pude ni escribir
miércoles, 25 de octubre de 2017
ENTRANDO EN PORTUGAL CON SARAMAGO
25 de Octubre de 2017. Entrando en Portugal con Saramago
Hemos salido a desayunar y luego a hacer recados. Yo necesito algunas cosas para llevar en el avión, que no sean frascos grandes y Juanjo ha ido a echar gasolina y revisar las ruedas.
En Mercadona me doy cuenta de que estoy mareada, pero me he tomado la tensión y está bien. Creo que tengo el cuello algo contracturado. Me molesta. Supongo que será eso, pero estoy como atontada.
Salimos de Aracena entre castaños, un camino precioso, para "cruzar la raya" y entrar en Portugal. Pasamos por Encinasola y dimos un paseo hasta el castillo, que está cerrado. Parece que estoy algo mejor.
Luego hemos seguido por carretera hasta Barrancos, en Portugal, y de allí a Mourao. Es la segunda vez que venimos. Este pueblo tiene unas chimeneas curiosísimas, redondas, muy particulares. La otra vez compramos reproducciones en cerámica, porque nos gustaron mucho. Pero no hemos sido capaces de averiguar dónde está la tienda de artesanía donde las compramos.
Subimos al castillo, dimos una vuelta por el pueblo y fuimos a comer a la Adega Velha (Bodega Vieja), una bodega antigua, con bóvedas, muebles antiguos interesantes y una colección de radios viejas alucinante.
Hemos tomado un cocido. Con garbanzos, las carnes y hierbabuena, que le da un toque especial. Y un jarrita de vino de la casa, bastante malo.
En Portugal la gente es silenciosa, no como en España, y se come tranquilo. Nos amenizan con música clásica, en tono suave. En la carta hay unas líneas que hablan de Bach y Mozart, pero no me ha dado tiempo de averiguar qué decía.
En la barra había un grupo de hombres cuando entramos y, mientras comemos, se han arrancado a cantar bastante bien, la verdad. La gente coreaba. Vemos, al salir, que el que dirige el canto lleva un vasillo de vino en la mano y se anima con él.
Hemos dado otro paseo y avanzado hacia Monsaraz, que está en un cerro, pasado el Guadiana. Es un pueblo medieval, fue templario y tiene unas vistas preciosas del río. Nunca me acuerdo cuál es el pueblo del cerro y cuál el del llano. Lo confundo. Y, a su vez, lío Monsaraz, con Marvao, que también está en un cerro.
En Portugal, como en el viaje anterior, seguimos las indicaciones de "El Viajero", como se denomina a sí mismo Saramago, en su libro Viaje a Portugal, que usamos como guía de viaje, igual que la otra vez.
Nos dice que se bañó en un recodo del Guadiana, porque estaba sudando. Nosotros estamos fritos también. Hemos puesto la furgoneta a la sombra de un olivo. Vuelvo a sentirme mareada y me he tumbado un rato en los asientos.
Hemos dado una vuelta por el pueblo, comprado agua..el pueblo está muy limpio, debe ser muy turístico. Mezcla de pizarra y cal, con el suelo empedrado. Tiendas de artesanía, una iglesia con un sepulcro interesante del S. XII, y bonitas vistas.
Corría algo de brisa, no se estaba mal a la sombra, pero nos hemos bebido de un tirón una botella de litro y medio de agua y nos hemos quedado con ganas de más.
Estamos cansados. Vamos hacia Évora. Reservo dos noches en una posada del centro. Es ciudad Patrimonio de la Humanidad y tiene muchas cosas que ver. En el otro viaje llovía a cantaros y no nos quedamos. Esta vez, justo lo contrario.
Ha sido laborioso llegar en coche al hotel. He tenido que buscarlo andando y la recepcionista ha venido conmigo para guiarnos entre las calles. Juanjo luego ha ido a aparcar la furgo fuera de la muralla, porque esta zona es de pago y hay que estar echando monedas cada 4 h.
Me he dado una ducha prodigiosa. Tiene sistema de hidromasaje y me he echado agua calentita al cuello.
Íbamos a salir a dar una vuelta, pero vuelvo a encontrarme rara, así que Juanjo ha salido a echar un vistazo a la furgo y a situarse, pero ha estado fuera poco más de una hora. Está cansado también. Para los días sucesivos, se espera más calor aún, hasta 30 grados. Un horror.
Hemos cenado unas ensaladas que compré en Mercadona esta mañana y nos hemos acostado pronto, para la hora de aquí, una menos que en España. Aquí tienen la hora que les corresponde por el uso horario, no como nosotros.
PD. Un alivio pasar el día sin ver las banderitas de los coj....
Hemos salido a desayunar y luego a hacer recados. Yo necesito algunas cosas para llevar en el avión, que no sean frascos grandes y Juanjo ha ido a echar gasolina y revisar las ruedas.
En Mercadona me doy cuenta de que estoy mareada, pero me he tomado la tensión y está bien. Creo que tengo el cuello algo contracturado. Me molesta. Supongo que será eso, pero estoy como atontada.
Salimos de Aracena entre castaños, un camino precioso, para "cruzar la raya" y entrar en Portugal. Pasamos por Encinasola y dimos un paseo hasta el castillo, que está cerrado. Parece que estoy algo mejor.
Luego hemos seguido por carretera hasta Barrancos, en Portugal, y de allí a Mourao. Es la segunda vez que venimos. Este pueblo tiene unas chimeneas curiosísimas, redondas, muy particulares. La otra vez compramos reproducciones en cerámica, porque nos gustaron mucho. Pero no hemos sido capaces de averiguar dónde está la tienda de artesanía donde las compramos.
Subimos al castillo, dimos una vuelta por el pueblo y fuimos a comer a la Adega Velha (Bodega Vieja), una bodega antigua, con bóvedas, muebles antiguos interesantes y una colección de radios viejas alucinante.
Hemos tomado un cocido. Con garbanzos, las carnes y hierbabuena, que le da un toque especial. Y un jarrita de vino de la casa, bastante malo.
En Portugal la gente es silenciosa, no como en España, y se come tranquilo. Nos amenizan con música clásica, en tono suave. En la carta hay unas líneas que hablan de Bach y Mozart, pero no me ha dado tiempo de averiguar qué decía.
En la barra había un grupo de hombres cuando entramos y, mientras comemos, se han arrancado a cantar bastante bien, la verdad. La gente coreaba. Vemos, al salir, que el que dirige el canto lleva un vasillo de vino en la mano y se anima con él.
Hemos dado otro paseo y avanzado hacia Monsaraz, que está en un cerro, pasado el Guadiana. Es un pueblo medieval, fue templario y tiene unas vistas preciosas del río. Nunca me acuerdo cuál es el pueblo del cerro y cuál el del llano. Lo confundo. Y, a su vez, lío Monsaraz, con Marvao, que también está en un cerro.
En Portugal, como en el viaje anterior, seguimos las indicaciones de "El Viajero", como se denomina a sí mismo Saramago, en su libro Viaje a Portugal, que usamos como guía de viaje, igual que la otra vez.
Nos dice que se bañó en un recodo del Guadiana, porque estaba sudando. Nosotros estamos fritos también. Hemos puesto la furgoneta a la sombra de un olivo. Vuelvo a sentirme mareada y me he tumbado un rato en los asientos.
Hemos dado una vuelta por el pueblo, comprado agua..el pueblo está muy limpio, debe ser muy turístico. Mezcla de pizarra y cal, con el suelo empedrado. Tiendas de artesanía, una iglesia con un sepulcro interesante del S. XII, y bonitas vistas.
Corría algo de brisa, no se estaba mal a la sombra, pero nos hemos bebido de un tirón una botella de litro y medio de agua y nos hemos quedado con ganas de más.
Estamos cansados. Vamos hacia Évora. Reservo dos noches en una posada del centro. Es ciudad Patrimonio de la Humanidad y tiene muchas cosas que ver. En el otro viaje llovía a cantaros y no nos quedamos. Esta vez, justo lo contrario.
Ha sido laborioso llegar en coche al hotel. He tenido que buscarlo andando y la recepcionista ha venido conmigo para guiarnos entre las calles. Juanjo luego ha ido a aparcar la furgo fuera de la muralla, porque esta zona es de pago y hay que estar echando monedas cada 4 h.
Me he dado una ducha prodigiosa. Tiene sistema de hidromasaje y me he echado agua calentita al cuello.
Íbamos a salir a dar una vuelta, pero vuelvo a encontrarme rara, así que Juanjo ha salido a echar un vistazo a la furgo y a situarse, pero ha estado fuera poco más de una hora. Está cansado también. Para los días sucesivos, se espera más calor aún, hasta 30 grados. Un horror.
Hemos cenado unas ensaladas que compré en Mercadona esta mañana y nos hemos acostado pronto, para la hora de aquí, una menos que en España. Aquí tienen la hora que les corresponde por el uso horario, no como nosotros.
PD. Un alivio pasar el día sin ver las banderitas de los coj....