28 de Octubre de 2017 Guadiana
Hemos tomado un "desayuno bueno" y luego nos disponemos a recorrer Beja, sus iglesias y museos.
Nos dirigimos hacia el Castillo, pero estaba cerrado. Vemos que pone un letrero de que se abre a las 9:30. Mientras, nos dirigimos a una de las iglesias, la de Santa María, pero está cerrada y solo podemos verla por fuera. Volvimos al castillo y seguía cerrado, así que nos fuimos al Museo regional, que está en un antiguo convento. La entrada va con el Museo Visigodo pero, en el regional nos informan de que no abren los fines de semana por falta de vigilantes, pero que la entrada nos vale hasta el lunes, que es como si Juan y Manuela, porque nos vamos dentro de un rato. Juanjo se empeña en preguntarle por el museo Alvito. Yo lo miro alucinada, porque no sabía que el museo visigodo se llamara así. Pero el vendedor de entradas tampoco y le miraba igualmente perplejo. La confusión es que Juanjo quiere pasar por Alvito, que es un pueblo, y se le ha ido la olla.
Visitamos el museo regional, que mantiene el decorado barroco de la iglesia, bastante polvoriento. Hay unas andas de plata y pinturas atribuidas a Rivera, algunas piezas arqueológicas, bifaces, lucernas....una sala capitular con una pintura en techo muy interesante y bonitos arcos de entrada y poco más. Se ve en un momento.
Vamos al castillo, que por fin está abierto y lo visitamos en poco rato. Es mejor visto por fuera. El interior no tiene gran cosa.
A su alrededor hay un mercadillo dominical de víveres. Unos pocos puestos. Hemos dado otro paseo por algunas callejuelas y decidimos irnos.
Hemos retrocedido hacia Viana do Alentejo, para visitar el castillo y su iglesia. Pasamos por Alvito, para que Juanjo se sintiera realizado, y por Cuba, donde nos perdimos un poco. "Más se perdió en Cuba"...no quedaba otra...
En Viana do Alentejo subimos al castillo. Había un bus de turistas en la puerta, que Juanjo intentó echar abajo con todas sus fuerzas, pero el conductor del bus le avisó de que esa no era la entrada, no fuera a cargarse el patrimonio nacional.
Entramos y visitamos la iglesia, de estilo manuelino, con unos detalles en piedra en form de caracola, un retablo enmarcado en piedra, y columnas pétreas con capiteles como orlas de flores que se repetían a media altura. No se podía subir al coro.
En el exterior, hay una portada manuelina preciosa. Esperamos un momento a que se fuera el grupo de turistas, que no le dejaban hacer a Juanjo la foto, porque dos señoras departían tan tranquilas delante justo del dintel. Y, además, el encargado nos iba a abrir la capilla de la parte inferior, que está muy deteriorada.
Salimos por la puerta que Juanjo intentó echar abajo. El encargado nos la abrió, no fuera que.
Emprendimos el retorno hacia Beja para coger la carretera que nos lleva a Serpa. Hace un calor de mil demonios. 32 grados. En Serpa paramos a comer porque hasta Mértola aún queda. Es sábado y mucha gente está comiendo en los restaurantes del pueblo, los camareros vuelan entre las mesas. Al final de la comida yo tengo un calor horroroso. Fui al baño y me di cuenta que es en el comedor en el que estamos, que estar resol y es insoportable. Entonces una camarera encendió el aire acondicionado. Cuando ya nos íbamos.
Juanjo ha acercado el coche al acueducto. Yo me he quedado en la furgo consultando internet y mapas porque una conocida me acaba de decir que los peajes son arcos electrónicos y que, si no has acoplado la tarjeta de crédito a la matrícula, te multan sí o si.
Así que, mientras Juanjo iba a ver el acueducto, que tiene buena pinta, he estado leyendo y descargando mapas de peajes. Decido que hay que hacer el trámite en Vila real de Santo Antonio, porque en Faro y en Lisboa la vamos a cagar fijo y nos vamos a encontrar en el Algarve en una de peaje electrónico a la primera de cambio.
Vuelve Juanjo diciendo que el viajero y yo no tenemos ni puta idea, porque el acueducto es chulo y me enseña unas fotos bonitas.
Buscamos la carretera para ir hacia Mértola. La furgo está ardiendo. No tenemos aire acondicionado. No funciona, no ha dado tiempo a arreglarlo, pero pensamos que en estas fechas no sería importante. Craso error. Nos freímos, aunque Juanjo, que es atérmico, dice que no lo nota. He puesto una sobre camisa larga en la ventanilla, "caló style", porque el sol me cae de plano.
Seguimos recorriendo esa zona del Alentejo de dehesas ralas, muy seca, muy llana, apenas se ven árboles distintos a algún alcornoque, encinas salpicadas y mucha hierba amarilla. El ganado está a la sombra. Los ríos, y embalses, secos. Hemos escuchado en la TV que están llevando camiones de agua a la zona de Viseu, porque ya no da para el abastecimiento normal. He escuchado en un programa de radio que hay pantanos en el norte que ya no son potables, a causa de la ceniza y material quemado que les ha caído.
Juanjo ha visto el desvío al Pulo do Lobo, pero dice que no vamos. Son unas cascadas del Guadiana, más bien un paso encañonado entre rocas de pizarra. Pero tenemos dudas sobre el acceso y con la sequía no sabemos si merece la pena. Continuamos camino a Mértola, viendo algunos pinares de repoblación y, por fin, llegamos al Guadiana y a Mértola, que tiene un enclave precioso, en un cañón donde el río se acaba ensanchando. A su paso por el pueblo el torrente se vuelve calmado, el reflejo es casi como el de un lago. Hay gente con motos acuáticas, patos bañándose en el río.
Aparcamos para buscar un alojamiento. Vemos uno a buen precio, Flor del Guadiana, que califican de Excelente y fuimos a preguntar. Está en las afueras del pueblo, pero es nuevo, está limpísimo, tiene terrazas y comodidades en la habitación. Además hay una cocina con nevera, cafetera, etc.
Me di una ducha y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. Además de la ubicación, resulta un pueblo muy agradable. Me gusta mucho. Las callejuelas, estrechas, empinadas y frescas, están bordeadas de pequeñas casas arregladas y agradables. Hay, además, unos cuantos edificios de interés arquitectónico. Hay un castillo, excavaciones de ruinas romanas y musulmanas.
La iglesia es una chulada. Es una antigua mezquita a la que han añadido un púlpito, bancos y altar, pero el mihrab hace de retablo delante del cual hay una virgen. El techo, abovedado, con columnas y capiteles islámicos, todos diferentes. Las puertas con arcos de herradura. Y, para cambiarle un poco el aspecto de mezquita, la puerta principal está adintelda con un portal renacentista.
Hoy es sábado y empieza alguna ceremonia, así que salimos para no molestar.
Seguimos recorriendo el pueblo. Hay una marca de una inundación, de la Terrible de 7 de Diciembre de 1875, en la mitad de la pared de uno de los edificios grandes. Abajo, en el cauce, vemos un puente de piedra reventado. Comprendemos que debió saltar el puente, igual que pasó en La Rábita y la ola debió llevarse por delante varias construcciones, entre ellas, un puerto romano que estaba situado donde está ahora el embarcadero, en el que vemos atracados varios veleros, lanchas y motos de agua.
Hay patos en el río, la luz de la tarde se refleja en las aguas. Es un sitio muy tranquilo, da mucha paz. Y además es muy bonito.
Hemos tomado unas cerveza en un bar al bajar la cuesta, una terraza donde vamos a aliviar el calor y la sed de subidas y bajadas todos los que hemos estado recorriendo las calles.
Hemos ido luego a cenar unas tortillas enormes en una terraza más cerca de la zona donde nos alojamos, después de cruzar a la otra orilla para que Juanjo hiciera unas fotos del reflejo en el rios del pueblo iluminado.
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