Hoy, domingo, hay un Maratón en Estambul. Sultanhatmet está vallado entero por esa causa.
Hemos pasado entre las vallas para visitar el museo de Arte Islámico, que ha resultado ser interesantísimo. Hay una zona en la que se ha hecho la excavación de algunas gradas del antiguo Hipódromo y se ven a su nivel y desde el patio arriba, ya que están cubiertas por un cristal.
El resto del museo contiene diversos objetos de arte, puertas de mezquitas, alfombras y kilim, vasijas, joyas, armas, reliquias... Para entrar a la sala de las reliquias nos indicó el vigilante que nos cubriéramos la cabeza. Aparte de lo que sean, los cofres que las contienen son una preciosidad.
Es un museo muy nuevo. No sé cuándo lo abrieron pero tiene aspecto de ser muy reciente. Está muy bien y entra en la tarjeta de museos.
Pensábamos coger un taxi hasta Galata pero ha sido imposible a causa del maratón. El puente también está cortado y lo mismo el barrio Galata. Como vamos lejos del hotel, hemos cogido abrigo. Demasiado abrigo. Hace sol y calor y ni gota de viento. En el puente he tenido un calor terrible y hemos cogido un taxi para subir la pedazo cuesta hasta Tünel, que es donde se encuentra el monasterio de los derviches.
Antes de cruzar el puente pasamos por ka antigua estación del Orient Express, que es una preciosidad. Hacen allí otro espectáculo de derviches giróvagos a diario y tiene una acústica estupenda.
Sacamos entradas para la Sema, que es la ceremonia religiosa en la que los monjes entran en trance girando. Como será por la tarde, nos acercamos al museo de Arte Contemporáneo, que está cerca.
Nos ha gustado mucho. En la planta de arriba hay unos montajes fotográficos espectaculares, aunque pocas obras, porque la sala es pequeña.
La sala de la siguiente planta contiene unas obras interesantes de colección permanente y en las dos plantas inferiores hemos visto una exposición temporal que, justamente, acaba hoy, de un escultor que nos ha dejado impresionadas. El autor se llama Anthony Cragg por si a alguien le interesa. Chus tomó buena nota porque su hermana tiene una galería de arte y quería contárselo. Los materiales son bronce y madera, principalmente, pero tiene una escultura increíble hecha con miles de dados de jugar. Espectacular.
Hemos ido a buscar el café Ara, cuyo nombre proviene del fotógrafo turco Ara Güler. El local, además de ser de lo más agradable, está decorado con fotografías suyas. Teníamos la referencia de Orhan Pamuk que, en su libro titulado Estambul, habla de este café. Tomamos un falafel muy rico y unos ravioli turcos con salsa de yogur. Nada de alcohol fue posible, a pesar del calor. Ni una cervecita, así que tuvimos que conformarnos con un té.
Después nos acercamos al monasterio que, además, es museo y también nos entra en la tarjeta. Hay unos mausoleos a la entrada y el museo explica la vida monacal. Estos monjes realizan la Sema los domingos en una sala donde no cabe demasiada gente. Como nosotras estábamos en el museo a la hora que abrían las puertas exteriores, entramos de las primeras y elegimos sillas delanteras.
Una maestra de ceremonias nos dio una explicación en turco y en inglés sobre el compositor de la música y se puso un velo al iniciarse la ceremonia. En una galería superior músicos cantaban y tocaban diversos instrumentos. La música era algo monótona, y la ceremonia lenta. Los monjes, vestidos de blanco y cubiertos con capas negras y fez color tierra, saludaban a uno que iba vestido de negro con camisa blanca y un fez con cordón verde en la base. La ceremonia se saludos duró bastante rato. Yo estaba sentada justo en el centro de una fila y todos los monjes saludaban en mi dirección. Después me di cuenta que el Mihrab estaba justo detrás de mi.
En cierto momento, la mayoría de los monjes se quitaron las capas negras, fueron a saludar de nuevo al jefe y empezaron a girar, primero con los brazos cruzados sobre el pecho y abriéndolos poco a poco, un brazo más elevado que otro y la cabeza inclinada. Giraban un rato mientras otro vestido de negro pasaba entre ellos, vigilante. Cuando paraban se apoyaban entre sí en grupos de 2 o 3, supongo que para no marearse. En la última parte, los dos que iban de negro se unieron al grupo con una danza más lenta, abriéndose un poco la capa con una mano.
Nos habían pedido que estuviéramos en silencio, que no hiciéramos fotos y no aplaudiéramos, porque era una ceremonia, pero había gente que hacía fotos hasta con flash. De monda.
Acabó la ceremonia una hora más tarde y nos fuimos pensativas. Es un ritual realmente curioso.
Observo que estamos cerca del hotel Pera Palace, donde escribió Agatha Christie Asesinato en el Orient Express y vamos para allá. No recordaba que fuera tan bonito. Tomamos un vino en un salón precioso, con unas cúpulas en un techo muy elevado y una combinación de mármoles en distintos tonos realmente sublimes. Hay un antiguo ascensor en la escalera, de la época de la Torre Eiffel, preciosos comedores y un salón de té decorado en rosa muy apetecible. Había un señor tocando al piano Granada, casualmente. Chus está impresionada del sitio. Pasamos allí un buen rato, porque estábamos conodísimas.
Volvimos a Istikal Cadesi a tomar un vino y una tapa. Pero no encontramos ningún sitio que nos pareciera agradable, así que volvimos al café del otro día.
Más tarde volvimos caminando al hotel. Hace buena noche. Pero nos compramos un par de Blacklava por el camino para premiarnos, como diría Chelo
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