19/10/2016. EL MURO DE LAS LÁGRIMAS Y SUSTO DE JUANJO
Queriamos ir hoy a Los Túneles, pero temprano, y resulta que a esa hora hoy no hay hueco. Así que nos vamos al Muro de las Lagrimas. Es un sendero de cinco km desde su arranque, o sea, unos siete en total por trayecto, que acaba en los retos de una penitenciaria. Pero lo interesante es el camino en sí, porque tiene muchos hitos. Verdad que he comentado que casi siempre está nublado?. Pues hoy no. Hoy casca el sol UE no veas y, aunque hemos salido a eso de las 8, enseguida estábamos achicharrados. Llevo agua, galletas, toalla, llevamos puestos los bañadores porque el sendero va paralelo a la playa en bastante tramo, llevamos protector solar, cámaras....en fin, lo propio. Pasamos el cruce que lleva al criadero o al Muro y venos pasar las iguanas en dirección a la playa, todas en fila, por los sitios marcados como Paso de Iguanas.
Los humedales tienen cierto reconocimiento, pero no tienen ahora mucha agua. En la Poza de las Diablas hay algo más pero solo vemos un pato negro, de tamaño grande con el pico rojo. No sé el nombre. Hemos visto algún pato, pero poca cosa más. Entramos en playas de lava. En una se está formando una playa ecológica, una barrera natural de lava y trozos de conchas traídos por el mar, para poderte bañar sí que te arrastre el Pacífico a su seno. Los senderos hacia las playas están petados de iguanas. Antes de entrar al parque hay un letrero con instrucciones que leemos con atención. Dice, entre otras cosas, que no te salgas de los senderos. Buenos, pues en el primer desvío a La Playita, un lugar monísimo, con una buena playa de arena, manglar y un estante de lava, el sendero está abarrotado de iguanas y no nos ha quedado otra que salirnos del camino para poder sortearlas, porque no había hueco.
Le he dicho a Juanjo que, a la vuelta voy a bañarme ahí. Me dice que para entonces igual ha subido la marea, pero me da igual. Me voy a dar un baño allí, porque a la vuelta vendré cocida y no está muy lejos del pueblo.
La siguiente playa es la Playa del Amor, la ecológica. Hay una ensenada entre la lava donde puedes darte un chapuzón, pero hay que pasar sobre la lava. Hay una zona acotada con piedras de lava con un aviso porque es zona de anidamiento de iguanas y no se puede pasar. Pero el contraste de la lava con el azul del agua es chulo. Detrás, las olas el Pacífico rompen rugiendo. Luego vimos el túnel de lava, un hueco en el suelo vigilado por una iguana.
Hay algunos bosques de manzanillo y de manglar, que se agradecen, porque el sol cae de plano. En un puentecillo que da a una playa de lava corre una brisa muy fresca. Vamos aprovechando las pocas sombras para coger fuerzas para el siguiente tramo. Hay bosquecillos que parecen encantados, donde parece que va a salir un hada en cualquier momento. Otros, puros troncos de manglar blanco, tienen un aspecto algo espectral, pero en cada uno hay algo especial.
Subimos a un mirador desde donde se divisa parte de la isla, una montaña, campos de Opuntias, la mancha de los humedales y el Pacífico con su oleaje.
Me dice Juanjo en el mirador que él va a seguir hasta el Muro sin esperarme. Bueno, lleva todo el camino andando 200 m por delante, como hace habitualmente. Así que él sigue andando, yo me quedo un momento más tomando el aire en el cerro y sigo, algo más repuesta. No falta mucho para el Muro, pero hace un calor tremendo. Voy bebiendo agua a sorbitos, para que quede para cuando llegue donde está Juanjo, que suele beber de un largo trago, aunque de tarde en tarde, como los camellos.
Llegó al Muro y no veo a nadie, excepto a un chico que va en bici y nos cruzamos en el sendero final. Me parece rarísimo, porque el Muro está allí y no tengo ni idea de dónde se ha podido meter Juanjo, que me dijo que no se desviaría sin decírmelo.
El Muro es lo que queda de una penitenciaria, donde maltrataron a muchos prisioneros, y muchos murieron allí, construyendo ese muro absurdo, mal hecho, inútil. Me ha recordado el memorial al Holocausto que hay en Berlín, que me dio sensación de ahogo. Este Muro también da mal rollo. Leí el letrero que contaba la historia del Muro, le hice una foto para que quedara constancia de la absurda obra y subí hacia el camino. Seguía sin ver a Juanjo por ningún lado y me senté un momento en unos bancos que había bajo unos árboles, a beber un sorbo de agua. Pero la sombra era muy rala y hacía mucho calor. Llamé a Juanjo con un grito, pero no contestó nadie. Escuchaba las voces de gente joven y había unas bicis y mochilas donde yo estaba sentada. Vi un cerro con una escalera pero a alguien con camiseta blanca y Juanjo lleva una verde.
Así que, como no contestaba, no aparecía y me estaba achicharrando, di la vuelta para emprender el camino de regreso, suponiendo que me alcanzaría enseguida.
La vuelta fue mejor, porque el aire daba de frente y refrescaba más. De todas formas, no paré hasta llegar al primero de los bosquecillos, para refrescarme y esperar a ver si veía venir a Juanjo. Me pasa que, cuando hace mucho calor se me hinchan los pies y notaba que los llevaba hinchados y las plantas de los píes doloridas. Tras esperar un rato, avancé hasta el siguiente bosquecillo y volví a esperar, pero nada. Pasé por las playas que dejamos antes, me asomé a la Playa del Amor, a ver si había subido la marea, incluso retrocedí un poco, después de asomarme a una playa de lava para entrar en el sendero del Estero, al que no habíamos entrado a la ida, pensando que podía dar a esa playa, pero había un área de picnic y el resto tenía mucha agua en el camino, así que volví a salir al sendero y a mirar si venía Juanjo, pero nada. Como en el puentecillo se estaba bien, era aquél en el que corría la brisa, me quedé otro poco. Ya me estaba pareciendo rarísimo que Juanjo no hubiera llegado. Pero, como a la ida le dije que iba a darme un baño a la vuelta en La Playita, supuse que iría allá.
Así que entré al sendero. Había una familia de alemanes sentados en una sombra con tres bancos, rodeados de iguanas. Yo notaba los pies para reventar, así que me quedé en bañador y me di un baño, para descansar el cuerpo y sobre todo los pies, que me ardían. La Playita tiene una zona de manglar, unos árboles con sombra, como ya he dicho, una zona de lava que forma una poza, por donde entran las iguanas al mar y una parte que da a las olas. Yo entré a las olas, que allí baten menos, y me quedé un rato relajándome y descansando. Estando en el agua vi pasar a Juanjo por el sendero, con la cabeza gacha, como camina habitualmente, sin mirar a ningún lado. Si hubiera levantado la cabeza me habría visto, porque yo estaba gritándole y haciéndole señas, pero no podía hacer nada más, porque era imposible salir en línea recta hacia dónde estaba él, así que le vi marcharse hacia el pueblo y no podía explicarme por qué no había entrado en la playa, como le había dicho.
Como la cosa no tenía remedio, y no iba a salir chorreando, porque todavía quedaba camino, me quedé allí, secándome y viendo las iguanas, los pelícanos, las gaviotas negras de ojo blanco, y unos lobos marinos que retozaban en el agua. Llegó una pareja de Peruanos y estuve un rato hablando con el hombre mientras se bañaba en la poza, donde yo había vuelto a meter un rato las piernas, porque aún me dolían los pies. Estaba entrando una corriente fresca porque empezaba a subir la marea y me alivió mucho ese ratito. Terminé de secarme, me lavé los pies para ponerme los zapatos con parte del agua que llevaba para Juanjo porque, total, ya se estará tomando una cerveza en el pueblo casi fijo, como así era.
Dije adiós a los peruanos y salí de nuevo al sendero. Esta mañana no había guardaparques, pero ahora sí está en la garita. Le dije Buenos Días, y luego pensé si ya serían Buenas tardes....
Llegué al pueblo más animada y relajada y, al acercarme al hotel, llegaba Juanjo en bici. Me hizo gracia que se hubiera alquilado una para dar una vuelta, pero resulta que lo había hecho para ir a buscarme. En fin, yo creo que en lugares donde no hay posibilidad de comunicación si pasa algo, no deberíamos separarnos tanto, pero supongo que no volverá a pasar, o si, vete tú a saber!
Devolvió la bici y yo fui a darme una ducha para quitarme la sal. No voy a ir a Concha Perla porque ya está subiendo la marea, no me pase lo de ayer. Curiosamente hay algo de conexión a Internet, así que he mandado unas fotos y he chateado con mis colegas. Estaban mosqueadas porque llevaba días sin mandar nada, pero ya les he explicado que en las islas lo de Internet es una lotería. Pero les han gustado mucho las fotos, aunque a Fani las iguanas le dan "yuyu".
Hemos salido a un restaurante local a tomar un menú de sopa de camarones con unos fideos larguísimos y yo me he manchado la camisa. Menos mal que en la azotea se seca la ropa en un vuelo!. Luego hemos tomado carne empanada (apanada) con papas fritas y les hemos echado salsa de ají. Es tarde ya para comer aquí, casi las tres, y ya no tenían algunas de las opciones del menú, pero hemos tomado cerveza y yo he pedido un helado de los de Frigo, que aquí se llaman Pingüino, de naranjilla, en forma de cono truncado.
Hemos descansado un rato y luego hemos salido a ver la puesta de sol, que yo quería verla y hacer fotos. Hemos paseado por la playa y por distintos lugares del pueblo que no conocíamos. Hoy me he llevado una chaqueta, porque el viento a la orilla del mar es fuerte. Hace buena noche, a pesar de todo, pero no tenemos hambre, porque hemos comido tarde y Juanjo se ha aburrido de dar vueltas por el pueblo. Hemos entrado en la Iglesia, porque está encendida para el Rosario y Misa. Yo había entrado este mediodía, pero no llevaba el móvil y quería hacerle una foto al altar. Es muy gracioso. El fondo es un mural donde se ve un Cristo como en ascensión sobre la bahía de Villamil, en un lado hay cocoteros y sobre la playa vuelan fragatas y piqueros junto al Cristo, que también vuela. Tiene mucho colorido y está majo.
Como no tenemos hambre y a Juanjo no le apetece ni tomarse una cerveza (raro, raro), hemos comprado una y unos chifles (plátano frito) para acompañarla.
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