martes, 6 de enero de 2015

DI 74. FIN DE AÑO EN SYDNEY

DIA 74


31/DICIEMBRE/2014 FIN DE AÑO EN SYDNEY

Nos marchamos Juanjo y yo a Sydney. Hemos quedado con Aitor en un sitio para que se lleve el coche y nos recoja esta noche. Hoy tienen que hacer una paella en Manly a las diez de la noche, así que nos recogerán cuando terminen.

Vamos a la ciudad sin desayunar, para tomar algo al llegar. Encontramos el sitio donde hemos quedado con ellos, en la estación de Wynyard, e intentamos aparcar el coche. Lío padre. Los parking valen una pasta gansa. 60 dólares tres horas. La oferta excepcional son 8 dólares cada media hora. Ni de coña. Damos vueltas, pero todos valen lo mismo, más o menos. Aparcamos finalmente en la calle, que tampoco es fácil, porque las horas están restringidas por calles y tampoco es barato. Una vez aparcados, cuando iba hacia la maquinista, Juanjo decide que nos volvemos a Canterbury y que recogemos a Natalia y Carlos y venimos con ellos. En fin, me monto en el coche, qué vamos a hacerle, y reemprendemos el camino a Canterbury. A mitad de camino, hablamos la cuestión, y decidimos volver, aparcar en el mismo sitio, y echarle rollo a la hora. Vale 7 dólares la hora, pero tampoco son muy estrictos. Con que tengas un ticket puesto y no le eches demasiada cara, puedes estirarlo un poco.

Hicimos eso y fuimos a tomar algo al Starbucks. Luego dimos una vuelta por The Rocks, la parte tradicional, donde se encuentra el Puente de la Bahía - Harbour Bridge- y la Ópera, por decir algo. La gente ha cambiado los gorritos de Papá Noel por coronas con la cifra 2015 entre torrecitas. De locos.

Vemos que la gente está poniendo tiendas de campaña y tomando posiciones para los fuegos de la noche con sacos de comida en los parques, y algunos están llenos, y sólo son las once de la mañana!!. Nos parece de locos. Pero si misterio tendrá.

Pasamos por Sydney un rato, vemos sitios chulos, yo entro en la tienda de Blueberry, que es alucinante, vemos centros comerciales espectaculares, y Pasamos por debajo del famoso puente y vemos la ópera desde allí. Su explanada está abarrotada.

A la hora prevista vamos al encuentro de los chicos, que se llevan el coche tan ricamente. Íbamos a ir a Manly con ellos para volver en el Ferry pero, con tanto trajín, al final no hemos paseado apenas por el centro, así que decidimos quedarnos. Aitor está horrorizado de que no cojamos el barco, pero ambos hemos estado antes en Sydney y ya nos lo sabemos.

Hemos comido en una taberna, paseado, tomado unas cervezas, hemos visto el espectáculo de la gente vestida de gala o disfrazada. Hay bares que ya están con el trajín de la música. Hemos llegado al puerto, a la  estación, pasado por detrás de la Ópera, subido al Harbour Bridge y recorrido en ambos sentidos justo antes de que lo cortaran por los fuegos y, finalmente, nos hemos planteado dónde ir a verlos. Juanjo piensa que el mejor lugar es por detrás del Botánico, para ver la imagen de la Ópera y el puente por detrás. Pero parece que esa idea no es original. Las zonas de visibilidad están llenas y cerradas, y no dejan pasar a nadie más. Hay avisos de que nada de cristal ni alcohol y que revisarán las bolsas. Finalmente, hartos de andar, nos quedamos en los jardines que hay bajo el Museo de Arte, desde donde se divisa la Bahía, pero solo un trocito del puente y nada de la Ópera.

Esperamos allí desde las 7, tirados en la hierba. Hay muchos grupos de gente, que se han llevado mantas, toallas, chaquetas...yo llevo un chal. Ayer hacia calor por la noche, pero justamente hoy está refrescando y, al ponerse el sol, teníamos frío. Y, como pardillos que somos,  estamos sentados en el suelo, nada más que con los vaqueros. Al menos me he traído un pantalón no fino, pero acabo poniéndome el mapa bajo el culo.

La gente a nuestro alrededor se ha traído vino y champán en neveras y copas de cristal. Un grupo de chicas a nuestro lado han bebido yo no sé cuantas botellas de vino y champán y a la hora de los primeros  fuegos tienen una tajada importante.

Para hacer tiempo, ha pasado una avioneta haciendo acrobacias. La verdad es que te ponía un poco de los nervios, porque salía llevándose agua de los picados. Varios helicópteros estaban estáticos mientras tanto, y un dirigible, que se ha quedado toda la noche en el mismo sitio, iluminado.

A las 9 de la noche es la primera tanda de fuegos, los de los niños. Vemos dos focos de fuegos, que van simultáneos, y algo de los del puente, pero poco. Está bonito, pero estamos helados. Es imposible quedarnos allí hasta las doce. Juanjo está moqueando. Digo que mejor es estar entre gente, que al menos estaremos calientes.

Intentamos averiguar otros puntos de para ver, pero están llenos. En algunos sitios hay que sacar entrada, como en la Ópera. Nos dice un voluntario que vayamos a The Rocks, que es gratis y se puede entrar. Así que hicimos eso. Lo que pasa es que tienes que elegir entre ver los fuegos del puente o los de la Ópera y Bahía, porque no hay buena visibilidad de ambos. Me senté en el suelo sobre un mapa en un sitio donde parecía que se veían los dos, pero han tirado un par de cohetes y los árboles tapan los de la Ópera. Finalmente nos acercamos a la Ópera, viendo el desfile de los barcos iluminados.  La gente tiene una juerga importante, y hacen como que pasa algo todo el tiempo, gritando y poniéndonos en tensión. La verdad es que la espera es bastante pesada, pero yo tengo muy buen rollo de todo el día, tengo ganas de reírme casi todo el rato y estoy encantada de estar ahí. He pegado la hebra con un australiano que tenía cantidad de suelo. Y hemos visto los fuegos con su amiga, una sudafricana, a la que ha abandonado, en un momento dado, no sé donde se ha ido. Hay gente de todas las razas y pelajes

Los fuegos han estado muy bien. Hay cuatro focos: dos en la Bahía, uno en el puente, y otro por detrás. Los de la Bahía están sincronizados y van a la vez, pero los otros dos llevan otro ritmo y, entre todos, forman un espectáculo precioso. Los bordes de las velas de la Ópera tienen un resplandor azulado en algunos momentos, como los Fuegos de San Telmo, o así. La gente gritaba y aplaudía. Total, no hemos visto la foto de todo el conjunto, pero hemos estado ahí, y lo recordaremos siempre.

Al acabar los fuegos, todo el mundo ha salido pitando a montar en trenes y autobuses. Nosotros vamos a la estación donde hemos quedado, pero nos hemos dado cuenta de que han cortado al tráfico las calles y no sabemos si los chicos van a poder llegar. Juanjo consigue conectar su teléfono a un wifi abierto de un hotel y pudimos comunicarnos por whats app. Como tenían que recoger después de la cena y llegar, tampoco han tenido que esperar. Efectivamente, no les dejaban pasar y ha venido Carlos andando, pero desde cerca, y enseguida han llegado los otros con el coche. Habíamos quedado entre una y media y dos. Y han llegado poco después de las dos. No ha estado mal.

Nos cuentan que han estado en una casa alucinante y que se veían desde allí todos los fuegos perfectamente. Nos han traído paella para que cenemos, aunque nos hemos tomado un sándwich a las doce y media del Seven Eleven, que está abierto.

Esa es otra. Lo de las paellas es de morirte de risa. Estos se pusieron a hacerlas sin saber, a fuerza de echarle rollo, pero ahora les salen buenísimas. Lo raro son los ingredientes, pero es lo que manda la empresa. Compran un pescado y marisco fresco, que ya se lo dan pelado. Tiene dos variantes: la de chorizo y la de Seafood. Ellos mismos alucinan con lo de la paella de chorizo. Pero parece ser que a los australianos el chorizo les encanta. La de hoy era de Seafoood y chorizo. La cosa es que el chorizo no está malo, lo hace una empresa española, pero con marisco ¿¿??. Me dice Natalia que el pincho que más gusta es el de gambas con chorizo. Pa cagarse.




Total, que brindamos con cerveza, tomamos paella y un whisky de postre. Nos hemos acostado después de las cuatro. Y nosotros mañana, o sea, en un rato, vamos de excursión!

No hay comentarios:

Publicar un comentario