DIA 62
19/DICIEMBRE/2014 POR LA COSTA ESTE
Ha ido Juanjo a comprar galletas y yogur para desayunar. En la cabaña hay té, café y leche. Aprovechamos para desayunar tranquilos antes de seguir la ruta.
La pija nos lleva por Tasmaniguay, según ella. En realidad, por la Autopista Tasman. Vamos a recorrer la península Frecynet, donde se encuentra el Parque Nacional del mismo nombre. Pasamos por Coles Bay, donde hay backpackers, incluidos dos de HI, pero ayer estaba lejos para llegar a dormir. La costa es muy agradable, con bahías y un mar tranquilo y transparente.
Al aproximarnos al Frecynet, vimos frente a nosotros los Hazards, unas montañas de granito rosa. Divisamos tres montes que son el telón de fondo de Coles Bay.
Entramos en el parque, en el que hay que pagar por pasar. Cobran por coche o por persona, según como vayas, pero bale prácticamente igual.
Dejamos el coche en el aparcamiento próximo a los senderos y rellenamos las botellas de agua, porque vamos a subir al Mirador de Winwglass Bay. Dando vueltas por ahí, había un wallaby que debe ser la mascota de la zona, porque se acerca a la gente pidiendo comida.
Subimos al mirador, una subida de tres cuartos de hora entre bloques de granito rosa. Marcaban el sendero como difícil, pero simplemente es un poco empinado. Está bien cuidado y es fácil de seguir. Desde la primera parte se divisa Coles Bay y, al llegar a la cima, lo que se ve es Wineglass Bay, que tiene una forma de frasca. Las aguas son extraordinariamente claras, y la arena blanca, y está considerada como una de las 10 mejores playas del mundo, pero no vamos a bajar porque el sendero es un poco largo y tenemos que seguir. Y no tenemos intención de bañarnos.
Recorrimos un poco las bahías del parque, un mirador, desde el que se divisan acantilados y te pone los dientes largos, porque marca el paso de ballenas jorobadas, cachalotes, etc.
Antes de subir al mirador, había visto por un hueco de la vegetación una playa alucinante. Le dije a Juanjo que había que verla, que se llama Honeymoon Bay, pero que no es por el nombre, que tiene una pinta increíble. Así que al bajar a la costa de nuevo, entremos por un sendero que llevaba a esa playa. Realmente merece ese nombre y más. Unas rocas rojas enmarcan una cala de aguas transparentes, de color esmeralda. Al fondo, los Hazards proporcionan un marco a la zona. La cala más recoleta se continúa, subiendo por las rocas, de fácil acceso, a otras calas que tienen unas aguas igual de transparentes. La cala Honeymoon tiene forma de media luna pero muy recogida, casi con forma de ostra, con una parte más estrecha. Hay una chica haciendo snorkel con neopreno.
Nos dejamos llevar un rato por nuestros instintos, moviéndonos por las rocas, disfrutando del paisaje. Estábamos los dos disfrutando del sitio, cada uno a su aire, simplemente mirando y relajándonos, haciendo fotos, paseando...nos marchamos con dificultad. Es un sitio que inspira tranquilidad y serenidad. Un chico está sentado en las rocas tomando algo y nos sonreímos. El sitio produce sensación de felicidad.
Salimos del parque, pasando por los baños. El wallaby seguía por ahí. Rellenamos las botellas de agua y seguimos por la carretera hacia el norte, después de echar gasolina y tomar unos bocadillos en Coles Bay. Aquí no hay cucuruchos de pescado.
Pasamos por Bicheno, donde parece que se ven pingüinos al atardecer. Fue un pueblo ballenero. En él se encuentra la Isla del Gobernador , a pocos metros de la costa. En ella hay montones de pájaros. Es de roca blanca. No sabemos si la roca es de ese color o son las deposiciones de los pájaros. El agua es muy clara, y un anuncio dice que es perfecto para bucear, porque hay arrecife coralino. La pinta es de hacer más bien snorkel, porque entre la costa y la isla no hay apenas profundidad, y dudo que haya mucha al otro lado de la isla. Recorrimos la costa de Bicheno y llegamos a una cosa que, en las fotos, yo había confundido con un géiser, pero es una zona de roca lisa, con un agujero en donde, al romper la ola, forma un surtidor de agua que parece un géiser, si la ola es grande.
Seguimos avanzando por una costa con roca, playas de aguas claras, enseñadas, lagunas...seguimos la carretera más pegada al mar siempre que era posible, pasando por Four Miles Creek, Beaumaris, que es un pueblo de vacaciones, y llegamos a Saint Helens, donde habíamos decidido quedarnos a dormir para no meternos en líos, porque tiene un backpackers y no podemos avanzar más hoy, ya que lo que hay que ver a partir de aquí, necesita algo de tiempo y debemos dejarlo para mañana.
St Helens se marca en los mapas con un punto que parece un pueblo grande, pero recorrerlo de Cabo a rabo no lleva más de veinte minutos de paseo lento. Hay un puerto con un par de restaurantes, uno de ellos en un barco atracado, una zona de aseos y picnic junto al puerto, una calle principal poco transitada, un supermercado, un restaurante familiar, el alojamiento donde estamos, una panadería, y poco más.
En el backpackers pillamos una habitación doble, porque vale casi lo mismo que dos camas en dormitorio común. Nos dan una grande, con una cama doble y una litera, junto al baño, cuya ducha funciona con unas fichas que nos entrega el dueño. Nos dice que si necesitamos más, se las pidamos.
Hay cocina. Por tanto, fuimos al supermercado a comprar fruta, yogur, galletas, té y café. Así mañana podremos desayunar antes de irnos. Todos los armarios de la cocina están marcados con letreros para que encuentres y guardes las cosas. Está bien dotada. En el patio, donde dejamos el coche, hay un tendedero, pero no me di cuenta de eso hasta la mañana. Pena, porque me habría dado tiempo a lavar algo de ropa interior.
Dimos otra vuelta por el pueblo, por donde apenas andaba gente, y Juanjo se fijó en que había personas que se encaminaban a un sitio en concreto, que tenía un letrero en la puerta que podía indicar una taberna. Era un club social. Íbamos a marcharnos, pero una señora nos indicó que pasáramos. Nos recibió un hombre que hablaba rarísimo, pero entendimos que podíamos pasar y tomar algo, después de registrarnos en la entrada como visitantes.
Juanjo pidió unas cervezas y observamos que había al fondo, junto al estrado de la banda de música, una zona, que debían ser cocinas, aunque ahora tenían la persiana bajada, donde ponía que se hicieran ahí los pedidos, ponía un letrero con un menú del día, y había mesas, con carteles de reservada, con libros de menú sobre ellas.
De repente, se acercó un señor con un micrófono donde estábamos nosotros, y se apagaron las luces y se encendió una bombilla con forma de flor bajo un escudo con una cruz. Todo el mundo se puso de pie, y nosotros también. El hombre recitó algo que me pareció un panegirico para los caídos. Se hizo un minuto de silencio y luego la gente aplaudió. Se volvieron a encender las luces y volvió a ser todo como estaba antes.
Cuando abrieron la cocina, fuimos a pedir la cena, y nos indicaron una mesa libre para sentarnos. Nos dieron un número para poner sobre la mesa, en un soporte, como se estila aquí en los pub, Toda la gente de las mesas estaba pidiendo la cena, pero nos la trajeron a nosotros los primeros, curiosamente. Había una familia japonesa sentada en una mesa cercana. La mujer era de lo más activa, y parecía dominar la situación. Incluso jugaron una rifa que dirigía el hombre que nos recibió. Los premios eran comida: carne troceada, codillos...
En la sala contigua había billares y se jugaba a la loto, que se llama Keno y parece muy popular. Yo creo que se juega sobre la marcha. Los premios salen en monitores. Lo hay en muchos pub.
Tomé un vino blanco que no estaba mal, con el pescado que había pedido. Juanjo ha tomado unas salchichas de cordero un poco fuertes, muy sazonadas. Me insiste en que es un genio porque ha sabido descubrir el sitio donde va la gente del pueblo. No le quiero dar bolilla para que no se ponga chulo.
Salimos antes de que empezara a tocar la orquesta. En la parte posterior del club social, que nos fijamos que tiene un nombre como de recuerdo a los caídos, hay un monumento a la gente que participó en las distintas guerras, tanto las mundiales como las de Borneo, etc. Conflictos que ni conocíamos. Muchos por rebeliones a la soberanía inglesa, donde participaron los Tasmania como pertenecientes al imperio. Le he hecho una foto a un listado donde aparecen las enfermeras de Tasmania muertas en las guerras. Ocupan dos placas.
Volvimos al albergue. Las calles están desiertas. Les hemos hecho una foto. Parece mentira, es viernes pre- navideño y no hay nadie por la calle. He intentado escribir al llegar a la habitación pero, tras la cena, la cerveza y los vinos, nos hemos quedado secos muy temprano. Hacia las 9.
No hay comentarios:
Publicar un comentario