El tiempo que he pasado visitando y ayudando en los campos de refugiados de las islas griegas me ha dejado dos sensaciones intensas. Una mala y una buena.
La mala es la incredulidad de que la situación en la que están viviendo las personas refugiadas pueda darse en un país europeo. Además de las condiciones infrahumanas en las que están viviendo, una forma de supervivencia que jamas pudieron pensar que pudiera ocurrirles, como no debería ocurrir a ningún ser humano, se suman la sensación de abandono, la desesperanza, los problemas psicológicos que todos ellos tienen, sus reiteradas peticiones de que hablemos con nuestros gobiernos, que les ayudemos a llegar a un lugar seguro. La impotencia me desborda y el llanto y la sensación de inutilidad para poder hacer algo por ellos me invade y obsesiona.
La parte buena es la inmensa generosidad de la gente que he conocido. Personas que lo han dejado todo para irse a vivir allí de forma permanente, para ayudar todos los días, todas las horas. La inmensa humanidad de personas cuya bondad y generosidad abruma.
Pero el problema de las personas refugiadas no tiene fin. Sólo puede empeorar si el conflicto de Oriente Medio no cesa y se agrava. Las infrahumanas condiciones de vida en los países de origen, tanto los africanos, cuyos conflictos se mantienen desde el exterior para poder seguir saqueando sus recursos, como los de Oriente Medio, por la misma causa y otras bastante más oscuras, van a seguir produciendo una enorme marea de personas que huyen buscando una vida. No riquezas, sino simplemente el derecho a vivir.
Mientras, siguen llegando noticias diarias desde el Egeo. A pesar del mal tiempo, siguen llegando barcos. La diferencia es que ahora mueren ahogados muchos de los que intentan ponerse a salvo. La policía turca ha detenido en 2019 a 107981 personas antes de llegar a aguas griegas. Desde el tratado UE-Turquía, en Marzo de 2016, se han detenido a 181000 personas, 4950 barcos. El año 2019 está marcado por un aumento terrible en el número de personas que huyen de sus tierras en guerra. Huyen después de que sus familiares hayan sido asesinados, de perder todo lo que tenían.
Huyen de las violaciones y mutilaciones. Aterra ver personas sin miembros en los campos. Unos los han perdido por una bomba. A otros se los habrán arrancado con un machete. Mujeres violadas mientras escapaban, o desde niñas, o en los propios campos, donde la violencia es extrema dadas las condiciones de hacinamiento. Niños solos, sin familia, aterrados, viviendo noches en pánico.
Niños que intentan suicidio y un número indeterminado de adolescentes que lo consiguen.
El mundo que estamos creando mientras en los países de occidente, desde nuestra zona de confort observamos indiferentes, no queremos que nos molesten con estos problemas que no nos interesan, que no queremos conocer por no sentirnos culpables.
La indiferencia nos hace cómplices. Pensemos en ello.
Mercedes De la Fuente Ramos
Enfermera
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