Hemos cogido el bus de los refugiados en la plaza de Safo. Como sigue sin haber reparto, en Zaporeak hay gente suficiente. La verdad es que fuimos a ayudarles en un momento crítico de aumento de pedidos. Decía Josi que no habría tenido gente suficiente si no hubiéramos estado con ellos.
Nos hemos bajado en la entrada de Kara Tepe. Es uno de los 3 campos de refugiados, pero debe tener mejores instalaciones porque es para gente vulnerable. El administrador se ofrece a guiarnos por el campo mañana, porque hoy está ocupado. Nos hemos citado con él a las 11:30.
Casi enfrente se encuentra Hope Project, dirigido por Philippa y Erik Kempson. No están ellos en este momento, pero una holandesa que se ha quedado a vivir en Lesvos nos enseña las instalaciones. Son unas naves industriales reformadas. En el primer espacio hay un gimnasio, una sala de costura, otra de lanas para hacer punto, y una exposición de pinturas muy coloristas. El gimnasio es utilizado por mujeres hasta las 4 y por hombres de 4 a 6.
A continuación hay un salón de belleza, manicura y peluquería. El acceso a las instalaciones para los refugiados es por medio de tickets que distribuyen los voluntarios, o lista de espera.
El siguiente espacio es una sala de pintura, donde se exponen cuadros es dos paredes y los refugiados, quizá doce, repartidos en dos mesas grandes en la parte inferior y dos o tres pequeñas en un plano elevado. Unos pintan en caballetes y otros están dibujando en cuadernos grandes. De fondo, una suave música relajante.
Observamos las paredes. Los cuadros de una de ellas están en venta, pero el sistema es complicado, hay que contactar con el artista. Se hace a través del proyecto, pero no parece fácil y no hay página para pedidos.
Pero nos estremecemos y se nos saltan las lágrimas al ver los cuadros, donde los refugiados cuentan terribles historias de desesperanza, soledad y rechazo por parte de la UE. Historias de muerte, de racismo, de alambradas. Niños que se ahogan, una Europa que rechaza, dolor y heridas, una zapatilla ensangrentada en un camino, una mano que sale del agua pidiendo ayuda, gente en barcas que vuelcan, una familia corriendo en la orilla con los chalecos salvavidas aún puestos, el niño blanco rico y el niño negro en harapos, una UE en un dado, otra UE que expulsa, un niño que se tapa la cara con angustia, tiendas rodeadas de basura, muchas historias de naufragios y alambradas, muros y soledad. Terribles historias, historias de falta de humanidad, de sufrimiento inolvidable, vidas marcadas, vidas sin esperanza, muerte, mucha muerte.
Tengo la piel de gallina. Un frío me recorre la piel y se me llenan los ojos de lágrimas. Sin poder hablar señalo algunos cuadros a mis compañeros. Ellos me muestran otros que no he percibido entre tanto dolor. Pero la suave música y el color de las pinturas, entre tanta historia de horror, crea un espacio que humaniza el dolor. La gente se relaja pintando, expresa sus emociones y descarga su angustia. Es un espacio bello, de una belleza terrible, por lo que representa.
Poca gente tiene acceso a ello. La lista de espera no debe ser fácil de alcanzar, pero quien lo consiga es una persona afortunada. Hay más mujeres que hombres. No sé si siempre será así.
Hay un almacén de ropa donde vienen a recoger prendas los refugiados cada tres meses, previa cita con ticket. Está muy organizado y la ropa muy bien colocada. Una diferencia brutal con el almacén de Chíos.
Nos marchamos de allí. Me gustaría llevarme un cuadro, pero me parece complicado transportarlo. Pero durante un buen rato sigo con frío, el frío del miedo de la gente que me ha impregnado. El cuadro de la niña que tapa los ojos de su muñeca me parece el resumen de todo el horror de estas guerras miserables.
Caminamos hacia otro proyecto, One Happy Family, que dirige una ONG de Suiza. Allí acuden muchos refugiados. Es bastante divertido y bullicioso. Funcionan con dinero virtual para tomar un café, cortarse rl pelo... Dan comidas gratis para 800 a 1000 personas en una cocina muy pequeña. No nos explicamos cómo lo hacen.
Aquí hay un montón de actividades. En la sala principal, una nave enorme, los refugiados pintan, juegan al ajedrez, cartas, toman café, té o chocolate o comen.
En el exterior, hay varios locales. En uno pasa consulta Doc Mobile, hay una biblioteca en varios idiomas en una caravana, una escuela para 400 personas, adultos y niños, una sala de yoga y otros deportes, un gimnasio, un huerto, invernadero, un porche para desayunos de los voluntarios, una cancha de voleibol, un taller para reparar bicicletas que son donadas, reparación de electrónica y fabricación de estufas con las latas que les guardamos para comida, un taller de cerámica... Creo que se me olvida alguna cosa pero, en definitiva, un espacio para que los refugiados socialicen. La inactividad y la soledad los vuelven locos y los matan. Aquí pueden hacer ejercicio y reunirse con gente, hacer cosas, ser utiles, como voluntarios, realizando tareas o aprendiendo algún trabajo. Aquí vuelven a ser humanos, a pagar por los servicios como en la vida real, a ser de nuevo útiles y ayudar a otros. Pueden dejar también a sus hijos, mientras, en un espacio para juegos y así descansar un poco de ellos.
Luz y yo "abandonamos" a Raúl para visitar el espacio de las mujeres, una iniciativa independiente de One Family que lleva una española, Inés. Es interesantísimo.
En este espacio está prohibida la entrada a hombres y a niños a partir de cierta edad. Aquí las mujeres se reúnen, toman té, cosen, trabajan un huerto, se relajan y se sienten seguras. Se les dan charlas sobre salud sexual, pero también se les explican sus derechos, su posibilidad de reivindicar, hay debates políticos, se les explica que las amenazas de deportación que reciben no son reales, que tienen sus derechos como refugiadas, lo que dicen las leyes... Hay abogadas que van a visitarlas, tienen cierta protección contra la violencia. Es un espacio feminista y de empoderaniento.
Para financiarse fabrican bolsos con ropas viejas. Unos bolsos preciosos. En su mayoría se venden en España. Inés nos dice que prefiere que compremos bolsos a que les demos dinero. Al comprarles, ellas tienen un objetivo. No se les da dinero porque sí.
La verdad es que son unos bolsos y mochilas fantásticos, algunos bordados, mochilas, bolsitas de punto... Preciosos.
El trabajo de Inés es increíble. Tiene mucha ideas para llevar a cabo. Es economista y pensaba irse a Sudamérica a trabajar en Ecofeminismo, pero llegó aquí y pensó que para qué iba a irse más lejos, habiendo en Europa una situación grave de la que somos responsables.
Es admirable. Nos ha encantado. Además Luz va a traerle a una de sus pacientes, xque necesita algo así porque ha sufrido torturas y violencia sexual, tiene 18 años y está muy sola. Este espacio es ideal para ella y puede aprender un trabajo.
Buscáis feministas? Acabo de encontrar a una de las mejores representantes. Inés, toda mi admiración para ella.
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