miércoles, 19 de octubre de 2016

HOMERO ORTEGA Y LA PAJA TOQUILLA

11/10/216 HOMERO ORTEGA Y LA PAJA TOQUILLA

Hoy nos tomamos el día de relax. Vamos a visitar algunas calles por las que no hemos pasado, dando un paseo tranquilo, sin autobuses, que también apetece un día relajado.

Así que hemos recorrido el resto del casco antiguo, hemos entrado en patios chulos, donde la gente nos ha permitido amablemente pasar. Volvimos al río Tomebamba, paseando por su orilla, y observando las enormes piedras redondas que se ven en el cauce, signo de las tremendas avenidas que debe sufrir de vez en cuando esta ciudad, y explicación de la rotura de ese puente tan potente, aparentemente. El sonido del río, bajando rápido, nos acompaña, junto con algunos pájaros. Los ciclistas y gente haciendo "ruta del colesterol" pasan en silencio, a lo suyo, acompañando al río en su descenso.

Pasamos a la otra orilla, donde está la universidad y desde allí vimos las "casas colgadas" que, desde esa perspectiva se parecen más a las conquenses de España, porque así la perspectiva de estar colgadas sobre el río es más llamativa.

Junto a las universidades hay un pequeño "mall", como le llaman aquí. Unas tiendas, una galería, una sucursal de La Placita..entramos en una tienda de artesanía muy bien puesta, elegante, con productos locales de todo tipo, desde ponchos hasta chocolate. Estuvimos un rato hablando con el vendedor, que debe sacar buen provecho de la tienda, porque parece que le gusta viajar, se lleva a toda su familia, conoce bien México, Perú y nos recomienda un lugar del río Napo que es carísimo!!. Lo miré luego en la página web y está ocupado todo el final de este mes. Vaya tela!.

El hombre se quejaba que, a pesar de ser Cuenca ciudad Patrimonio de la Humanidad, no tenga aeropuerto internacional y no atraiga el turismo como debería. Nos cuenta que hay mucho emigrado a USA desde esta zona. Los llamaba Coyotes, o sea, que deben ser ilegales. Nos dice que cada día entran en la ciudad de Gualaceo 5000 dólares provenientes de remesas de los Coyotesy que esa gente luego ha blanqueado el dinero comprando casas en el centro de Cuenca, rehabilitándolas y convirtiéndolas en negocios como hoteles y restaurantes.

Hablamos de lugares que podrían explotarse, como la Cueva de los Tayos. Esta cueva es para hacerla rapelando, ya que la bajada es de 60m, y no parece que haya podido ser explorada en su totalidad. El nombre procede de unos pájaros, los Tayos, que únicamente existen en ese sitio. Pero esta cueva tiene una historia fascinante, aún no resuelta. Fue descubierta hace mucho tiempo, pero no se exploró hasta el S XX. Quien entró en esa cueva fue un sacerdote que tenía su parroquia por la zona. Descubrió una serie de placas de bronce y oro con inscripciones que correspondían a una cultura desconocida. La historia acabó con el incendio de la casa del sacerdote y la desaparición de las placas. La suposición más corriente es que, al informar el sacerdote a sus superiores del hallazgo, el incendio fue intencionado y las placas están actualmente en los archivos secretos del Vaticano. El astronauta Armstrong, el primero que pisó la Luna, vivió sin hacer ninguna aparición al exterior tras la hazaña, excepto una incursión para explorar la cueva de los Tayos, y no parece que volviera a salir de su rancho, al menos parece que se enclaustró allí hasta su muerte, aunque creo que poco antes de morir dio una entrevista breve.

Esa cueva está al sur, al este de Zamora, o entre Zamora y Cuenca. Un documenta lista español fue a explorarla, contrató indígenas para llevar materiales suficientes, especialmente cuerda, para intentar recorrerla y, al llegar, se le escaparon la mitad de los indígenas con los materiales. Se encontró con que no tenía cuerda suficiente para la exploración. Consiguió bajar, pero poco más, y comentaba que temía que, una vez abajo, el resto de indígenas se marcharan y que no pudiera volver. No fue el caso, pero contaba que lo pasó fatal, que la llegada y la organización fue complicadísima, y el resultado, el que cuenta.

De todo eso estuvimos hablando. Ambos conocíamos la historia. A Juanjo se la había contado anteriormente. Yo no recordaba que esa cueva se encontraba en Ecuador y me sorprendió verla situada en un mapa de la zona. La cuestión es que ahora, un indígena de  Macas ofrece visitas a la cueva. No sé si será de fiar. Yo no iría, en cualquier caso. No tengo la forma física y no he rapelado en la vida, pero es curioso que ahora haya alguna posibilidad de visitarla, no sé hasta qué punto.

Hemos vuelto a la Plaza de San Sebastián a tomar una cerveza en La Casa Azul. La ponen muy fría. Nuestra idea era comer alguna cosa y luego ir por la noche a picar algo a un restaurante bonito que se llama El Mercado, pero es caro para cenar formalmente y no me fío mucho de los foros y calificaciones sin más referencia. Quiero decir que, no me importa pagar caro algo que realmente merezca la pena, pero no tontamente ni sin seguridad de que vayan a darme algo realmente especial. Pero a mediodía no tenemos hambre, y el La Casa Azul no tienen mucho más que Sándwiches, pasta y cosas así. Pero la cerveza se me está subiendo, la altitud te hace ese efecto y seguimos a 2800 m, así que, antes de volver al hotel a parar un rato, le digo a Juanjo que me tomaría una Humita, que es lo único que me apetece. Así que cerca del hotel entramos en un sitio en el que vendían café con humitas, que esta vez eran algo dulzonas. Están mejor las de queso, para mi gusto. Pasamos del café.

Descansamos un poco y luego cogimos un taxi para ir a hacer dos cosas: acercarnos a la Terminal a intentar averiguar los transportes para Loja, porque yo en Internet encuentro casi cero información y me remiten a las Terminales de cada ciudad en Bus Info Ecuador, que es una página que no vale para nada. Te piden la ciudad de origen y la de destino y te responden que vayas a la terminal. Para ese viaje no hacen falta alforjas!.

En la terminal peregrinamos de compañía en compañía, a información, que nos devolvió a las compañías....nada. No hay más información que la que ya sabemos, así que nos fuimos un poco hartos. Hasta que no lleguemos a Guayaquil no vamos a averiguar nada, pensamos...
Nos fuimos a la tienda de Homero Ortega, a por el sombrero de Juanjo, que ahora, después de que se lo están preparando como él quiere, anda con dudas de si llevarse otro. Le digo que se lleve dos, total, los va a usar y no son caros. Andan por los 40$.

Entramos en la tienda y ve uno que le gusta más, porque el ala trasera es más caída. Ambos, el que tiene pedido, que se llama Jungla y el que se está probando, que se llama Indiana Jones, son bonitos. Al Jungla, que es de color algo tostado le han puesto una cinta en color café y al blanco, le han puesto una cinta gris y nos dan otra negra, por si quiere cambiar. Así, parece que se lleva tres sombreros con dos. Yo no me resisto a pillar otro, pero los de ayer, o eran demasiado de gala, o uno, tipo Borsalino, era demasiado blanco, con adornos en blanco, y me convencía regular.  Y los demás son maravillosos, pero muy de gala, y no me los voy a poder poner. Pero hoy, nada más entrar, he visto uno en color café con una flor monisima de adorno, tipo Borsalino. Me lo he probado. Es una talla mediana y yo tengo la cabeza pequeña y escaso pelo, así que me queda holgado. Sólo hacen en talla pequeña los clásicos, pero de esos ya tengo uno en casa, aunque tiene un borde roto en la copa.

Me arreglan el sombrero ajustando la cinta. Una de las hermanas Ortega dirige la operación, me lo coloca, le indica a la dependienta cómo debe ajustarlo, y lo ajusta hasta que la dueña se queda convencida de que ya me está bien. Entra Alicia Ortega, a la que conocimos ayer, y me dice que si, que me lo ve bien. Probamos con otro, pero definitivamente decidimos entre todas que ese color café es el que mejor me va. Me han enseñado cómo reparar y ajustar el que tengo en casa, así que lo haré, porque me está un poco grande y apenas lo he usado.

Nos meten los tres sombreros en una caja y nos dan un molde de cartón que sirve para los de Juanjo. Hay moldes de plástico también pero, para mi talla, ninguno.

He hecho fotos de modelos que hay hoy nuevos. Todos los días cambian y todos los modelos son únicos. El mío no tiene nombre, porque no se repite. Así que por menos de 50 $, porque finalmente nos han rebajado todos los sombreros, tengo un sombrero de paja toquilla Homero Ortega único!.

Me ofrecen que mire los bolsos, que son muy bonitos, pero les digo que ya no puedo cargar más equipaje. La caja de sombreros va a ser un problema para trasladarla a Galápagos. Ya veremos.

Nos vamos tan contentos. Juanjo, como siempre que compra algo, se va arrepintiendo por el camino. "Ya ves tú, para ir a comprar el periódico a Adra, me voy a poner yo eso..." Pero él siempre lleva un sombrero de paja cutre de la muerte por allí, porque tiene que protegerse la calva del sol, así que será mejor un sombrero en condiciones y que deje el otro para la playa, digo yo!

Dejamos los sombreros en el hotel y nos vamos a dar otra vuelta y a cenar. Finalmente decidimos ir al Fogón de Mar, donde estuvimos hace un par de días, porque tienen de todo, no se come mal y, aunque no está en el puro centro, podemos ir dando una caminata.

Estaban adornando de Halloween el restaurante el día anterior, con brujas y telarañas, y ahora han puesto más. Hemos cenado como reyes, y luego hemos caminado hacia él entró, cruzando el río, y subiendo las escaleras. Hay una carrera nocturna y hay gente haciendo estiramientos en las escaleras, que cuesta subir. Al final de la escalera, un argentino -creo yo, por la labia- intenta vendernos un juego hecho con alambre. Le dimos los dos dólares que costaba y le dijimos que se le quedará, después de que nos enseñara el truco.

Volvimos al hotel a dormir. Mañana toca bus a Guayaquil


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