DIA 93
19/ENERO/2015 NARA
Parece que Juanjo hoy está algo mejor de sus múltiples males, así que vamos a pasar el día en Nara, donde hay un templo de los más importantes.
Para llegar a Nara hemos comido un tren. En él hemos estado de palique con una pareja de sevillanos de adopción, que se vuelven hoy a España, vía Estambul, como hizo Ana.
No hemos salido muy temprano, pero llegamos a Nara a eso de las once. Pedimos un mapa en Información de la misma estación, donde te dan unas instrucciones casi automatizadas. Veinte minutos entre cada punto de los que hay que visitar.
Nara parece una ciudad más manejable que Kyoto, que es bastante extensa. Aquí se puede ir andando a todos los puntos principales. Fue capital del Imperio antes que Kyoto.
Recorrimos una calle que acaba siendo peatonal, y llegamos al primer templo que hay que visitar, un templo budista que tiene una pagoda de cinco pisos y otra de tres. Me dice Juanjo que ese templo le gusta mucho, por la estructura del edificio principal, más que los otros que hemos visto. Allí empiezan a verse ciervos, que se acercan a pedir comida. Son pequeños, no sé si serán corzos, y tienen la cara redondita, aunque puede que sea de comer las galletas que les dan los visitantes. Se consideran animales sagrados, mensajeros de los dioses.
Nos dirigimos, por el Parque de Nara, donde se encuentran todos los templos, al Daihatsu del Buda grande. Para llegar a él recorremos una amplia avenida plaga da ciervos que se nos arriman en busca de comida. Pasamos una puerta bastante grande, pagamos la entrada y entramos en el recinto del templo en el que, afortunadamente, no hay que descalzarse. El templo principal es enorme, es el edificio de madera más alto del mundo, o uno de los más, pero una vez tuvo un tercio más de altura que ahora. Ha tenido varias reconstrucciones a causa de incendios. Recomiendan no levantar la vista hasta tener delante al Buda y eso hice. De esa forma, la impresión es mayor. El Buda tiene 14 metros de altura, está hecho en bronce, es de color negro y detrás tiene un trono dorado con muchos más Budas sentados que forman una especie de manto detrás del Buda principal. A los lados tiene otras dos divinidades, y dioses protectores detrás de él. El conjunto es bastante impresionante. Como el Buda, además de su altura, está en posición elevada, han puesto a nuestra altura una reproducción de los pétalos del loto que lo sostiene. Cada pétalo puede tener un metro y medio de altura, al menos. En ellos están grabados templos y Budas dorados.
Los dioses que están a los lados del Buda, la diosa Kannon, una de ellas, son de color dorado, algo más pequeños que el Buda, pero muy adornados. Desde los laterales se aprecia mejor el tamaño del Buda, ya que por delante el altar no permite verlo en su totalidad. Vamos dandole la vuelta, viendo a los dioses de piedra que le sirven de protección. Uno de ellos es el de la Visión Ilimitada y pisa al demonio de la ignorancia. Tiene en sus manos un pincel de escritura, como símbolo de sabiduría.
En la parte de atrás, una de las columnas tiene un agujero del tamaño de una fosa nasal del Buda,mporque donde pasan los niños. Si entran, conseguirán la iluminación. Todos los padres están pendientes. Ana me dice que pasó por el agujero, y Juanjo me pregunta cómo es, porque el agujero es bastante chico para una persona. Ella es bastante menuda, pero a mí también me parece imposible que haya podido pasar.
Pasamos parte de la tarde recorriendo templos del parque. Desde uno de ellos se divisa toda la ciudad. En medio de un bosque hay un templo sintoísta. Decido que los templos sintoístas, aunque no tienen esculturas, excepto las de los animales mensajeros de los dioses, están en unos sitios preciosos. Este, en concreto, está rodeado de linternas de piedra de distintas formas, que deben ser donaciones. Las linternas están cubiertas de musgo. Al fondo, se escucha un suave batir de tambores. Da muy buen rollo. En el camino en medio del bosque, hay una puerta Sinto y nada más. Una chica reza delante de ella. Juanjo me pregunta, para fastidiarme, a qué está rezando y le digo que se lo pregunte a ella. Yo creo que está rezando a los espíritus del bosque, de los árboles y animales. Me parece bien. Las religiones que se basan en elementos naturales no le hacen daño a nadie, no como las principales, que solo producen sangre y muerte. El budismo en todas sus ramas, el hinduismo y el sintoísmo son de las religiones inofensivas, salvo muy raras excepciones, pero las raras excepciones, como los problemas con los Sij están producidos por su proximidad o incluso convivencia en el mismo territorio con los musulmanes, aunque los Sij son guerreros. Pero las demás religiones de Asia son totalmente inofensivas, lo cual ya es importante. Me parece que el sitio en el que reza esa chica, donde sopla una brisa que mueve las hojas de los árboles, es mejor que rezarle a un palo de madera vestido de gala. Juanjo dice que no me pase, pero es lo que creo.
Salimos del bosque por uno de los senderos, que sigue lleno de linternas con su musgo. Pienso que ese sitio me produce mucha tranquilidad. Definitivamente, los santuarios sintoístas me gustan, aunque no tengan esculturas chulas.
Hemos vuelto al centro y me he comprado una galleta de arroz espaciada, porque, según tiene Juanjo el estómago, no sé cuándo vamos a comer algo. Y le da asco el,olor a sopa. Ha comprado unas manzanas, pero yo quiero algo caliente. Finalmente, decide que quizá pueda comer un poco de pasta, que es lo que yo supongo. Cuando tienes el estomago mal, es mejor dejarte de líquidos y comer cosas secas. Esa idea tengo yo para los que no toleran y la misma idea tenían en el barco de Chile para los mareos, diga Izagoñola lo que quiera, que se ríe de mi porque a la gente que vomita le doy tolerancia con galletas. Pero funciona.
Total, que Juanjo se ha comido un plato de spaghetti y yo he tomado una hamburguesa de carne australiana. Ignoro por qué es lo de la carne australiana, con las carnes alucinantes que tienen en Japón, como el Kobe y el Waiyu (no sé si se escribe así)
Algo más repuestos, hemos ido al tren. Los sevillanos iban a ver un templo que estaba en una ciudad intermedia, en Iju, pero se está haciendo de noche y Juanjo está adormilado, así que vamos a Kyoto. Hemos comprado en Nara, ene le supermercado de la estación algo para cenar. Como hay microondas, yo he pillado tempura y rollitos. Y unos dulces de arroz.
En el hotel he vuelto a ir al Onsen. Juanjo no quiere probarlo, aunque pienso que le sentaría bien, porque tiene mucho frío. Pero no se deja convencer. Yo voy allí a calentarme. Te deja el cuerpo fenomenal para dormir. Y un calor que tarda mucho en quitarse. En la recepción, cuando he ido tiritando a pedir la clave de hoy, se reían al verme helada, y me la han dado casi si. Darme tiempo a pedirla.
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