DIA 91
17/ENERO/2015 NEVADA EN KYOTO
Hemos desayunado en la habitación, porque hay hervidor de agua y té. Ayer compramos algo para acompañarlo, porque hoy vamos a comer a hora japonesa, a las 12:30 o 13, seguramente, y no es cosa de ponerse morado, aunque hay Buffett de desayuno japo y occidental, si quieres.
Hoy viene a buscarnos un guía gratuito que hemos pedido por Internet, gracias a Ana, que me dio el "soplo". El que ha venido es el mismo que estuvo con ella, un señor jubilado, que se llama Joyi y que es el único guía gratuito en español de Kyoto. Pasó algún tiempo en Argentina y habla español porque lo ha aprendido desde que estuvo y lo está estudiando con un cura español que vive aquí. De paso, practica con los turistas, como nosotros. Nos dice que en temporada, sale casi todos los días con turistas.
Un poco antes de las 9 bajo al hall a esperarle y apareció puntual. Hoy hace mucho frío y él ha venido con paraguas. Nos dice que nos tuteemos. Como los japoneses son tan ceremoniosos, no sabía qué hacer. Vamos a la estación de tren, pero al lado de donde salen los autobuses y fuimos a coger el primero del día para ir a Ninjo-jo, el castillo que ocuparon los Shogun entre 1603 y 18... El Shogun no vivía aquí, pero lo utilizaba para las ceremonias. El,recinto es bastante grande y está rodeado de un foso. Hemos tenido que descalzarnos para entrar al recinto interior, pero nos hemos puesto unas pantuflas de una caja. Las salas están pintadas con dibujos de la naturaleza, con un fondo dorado. Jogy nos describe al pintor que las hizo, bastante famoso. Una particularidad de este recinto es que, cuando caminas, se escucha un sonido como el trinar de un pájaro. El sistema se llama Ruiseñor y es un medio de defensa ya que, al pisar, suena inevitablemente. Si entrara un grupo de gente con aviesas intenciones, el piso trinaría por más cuidado que pusieran. El sistema está compuesto de tirantes de hierro bajo los tablones del pasillo exterior a las salas, que chirrían al pisarlos.
El Shogunato, que había adquirido mucho poder en ese tiempo, decidió, a finales del S XIX, decolore el poder al emperador quien, al no poseer ejército propio, dependía enteramente de los Shogun, los señores feudales. Vimos la sala donde se reunió el Shogun con los señores feudales para proponerles la cesión de poder en presencia del mensajero del emperador. Por si acaso, en una sala adyacente, se encontraban Samurais armados. Pero los señores feudales accedieron y el Emperador volvió a tener las riendas del Imperio del Sol Naciente, el Imperio más al Este de la Tierra. De ahí viene el sol rojo de la bandera, el sol de amanecer.
Kyoto fue la capital del imperio hasta hace no muchos años, en que pasó a Tokyo. Nara fue capital antes que Kyoto.
Hemos visto las dependencias privadas del Shogun. En ellas hay figuras del Shocgun y sus sirvientas, mujeres de alto rango que llevaban unos grandes cuchillos enganchados a la cintura para defender en último caso al Shogun si los sistemas defensivos primarios fallaban.
Hay varias salas de recepción, dependiendo de la categoría de los visitantes. La de los próximos, la de la gente de rango, la de los mensajeros...en todas ellas la tarima del Shogun está en un nivel superior, excepto en el caso de la sala donde recibía al mensajero del Emperador. En ese caso,el mensajero se colocaba en el tatami superior, quedando el Shogun por debajo, en señal de respeto.
Hemos paseado por el parque. Ahora en invierno están muchos àrboles pelados, los cerezos y arces, pero entendemos la diferencia entre pino macho y pino hembra. Todos los tienen recortados por las ramas en redondo, pero los machos tienen el tronco negro y las agujas duras. Las hembras tienen el tronco rojo y las agujas suaves.
Está empezando a llover. Hace un día de perros, mucho frío y muy nublado. Joyi nos informa de que ya no nos va a llover más días, pero que hoy nevará.
En otro autobús fuimos al primero de los templos de hoy, el Pabellón Dorado, Kinkaku-Ji. Es una pagoda de tres pisos cubierta de pan de oro, hasta un total de 20 kg. La pena es que no se puede ver por dentro, debe ser preciosa, pero la vista de la pagoda desde el otro lado del estanque hacia el que mira, es una chulada. El estanque también es precioso. De vez en cuando suena una campaña grande que hay a la entrada del recinto. Cobran 200¥ por tocarla. Joyi se ríe de eso. Cada es que toca alguien, dice: " Doscientos" y se ríe.
Hemos subido a otro bus para ir a comer a un sitio de comida tradicional. Joyi mide las paradas por tiempo. Es inútil que preguntes el nombre de una parada, no sabe; lo que te dice es el tiempo al que está. El restaurante está a 30 minutos del pabellón dorado. Es el típico restaurante japonés al que no entraríamos ni locos, pensando que nos iban a clavar. Tiene una entrada ajardinada, con plantas, piedras y agua, paredes acristaladas si dan al jardín o empapeladas de blanco si dan dentro, cubierto de tatami -o sea, que hay que descalzarse para entrar, como en todas las casas- y un jardín interior de película, diseñado hace muchísimos años, y perfectamente conservado. Hemos pedido la comida y, mientras la preparaban, hemos ido a pasear por el jardín, calzándonos con pantuflas. Juanjo se ha puesto moraditos a hacer fotos al riachuelo, las cascadas, los paseos...es un jardín pequeño, junto al río, pero el diseño es precioso.
A la entrada nos habían dado un vasito de Sake dulce caliente. Al entrar desde el jardín, Joyi ha pedido que nos dieran otro. Estaba buenísimo, algo denso, parecía arroz con leche licuado. Hemos comido sushi. Tempura, huevo en caldo y Ramen. Hemos pedido sake, porque a Joyi le gusta. Nos lo sirven caliente. También nos han puesto té calentito. Y las toallas calientes y húmedas con las que se inician todas las comidas en cualquier sitio.
En el restaurante hay una sala con una celebración en la que hay música de Geiko. Al ir a pagar, había una Maiko, que nos ha permitido hacerle fotos. Luego hablo de estas mujeres. Era alucinante ver el maquillaje de la parte de atrás del cuello de la Maiko. En forma de M, muy perfilado, para resaltar el cuello. No podías apartar la mirada. La cara blanca, nos ha explicado Joyi que se la maquillaban así para que se las pudiera ver bien en habitaciones mal iluminadas con velas.
Después de la comida hemos ido a visitar otro templo, el del Agua Pura, Kiyomizu-Dera que está bastante concurrido. Para empezar, visitamos la zona del Dios del Amor, cuyo mensajero es un Conejo, ahí donde lo ves. Hay dos piedras en el suelo a una cierta distancia. Para conseguir el amor verdadero, hay que tocar una e ir con los ojos cerrados a tocar la otra. No es fácil. Hemos visto a una chica intentarlo partida de risa. Alguien tiene que "soplarte" por donde está la piedra.
Subimos al templo principal. Ahí Joyi nos manda quitarnos los zapatos y leernos unas instrucciones. Nos dice que él no es espera arriba. Estamos en manos de la Diosa de la Merced y hay que pedirle un deseo, pero sólo uno, o te deja sin nada por ansioso. Para ello, hay que bajar unas escaleras empinadas agarrando un pasamanos que está a la izquierda. Al llegar abajo no ves nada. Y cuando digo nada, es nada en absoluto. Tienes que moverte agarrando el pasamanos. Yo no me fiaba de que no hubiera escalones e iba arrastrando primero un pie para asegurarme. De esa forma estás dando vuelta a un recinto hasta que aparece, tenuemente iluminada, la piedra ovalada que representa un útero. Lo que estamos haciendo es una especie de renacimiento, saliendo del útero de la Diosa. A partir de ahí se empieza a ver de nuevo algo de luz y subes la escalera al exterior.
Entonces nos hemos asomado a la terraza del templo, que da a una zona profunda donde se encuentra el Manantial del Agua Pura, que tenemos que tomar para pedir salud, o lo que sea. Antes de bajar nos hemos acercado. Una pagoda ron desde la que se divisa el templo. Joyi dice que es la Alhambra de Japón, y estamos ahora en el Albaicín. Nos está haciendo fotos todo el rato. Van a ser casi las únicas que tengamos juntos.
Bajamos al manantial. Hay que subir a un altar desde el que se coge el agua que cae en cascada con unos tazones de palo largo, más largo que el de los otros templos, y bebes algo de agua después de purificarte las manos. Una vez utilizados, los tazones se meten en un artefacto esterilizador de luz ultravioleta.
Salimos de allí por el barrio tradicional. Para llegar, habíamos subido por una calle cuesta arriba donde hay muchas tiendecitas. Joyi nos lleva a ver a un chileno que lleva veinte años en Japón haciendo bicicletas de alambre. Joyi dice que sale mucho en televisión y no me explico por qué, ya que a las bicis no les encuentro ningún chiste.
Habíamos comentado con Joyi que nos parecía chocante que hubiera tantas chicas con kimonos. Nos dice que los usan como traje de gala, pero que muchos son alquilados y, que de las que los llevan, muchas no son japonesas. Dice que nos fijemos como andan: sin andan como pingüino, son japonesas. si andan como un pato, chinas. Cada vez que nos cruzamos con alguna dice::
- Pato o pingüino?
Y nosotros tratamos de adivinarlo, así que ahora casi solo nos fijamos en sus pies.
La calle donde se encuentra es peligrosisima. Si re caes en ella, morirás en tres años. Tenemos mucho cuidado al subir. al salir del templo, vamos por otra, más peligrosa aún.
Esta es de dos años- nos advierte Joyi
Vosotros, los japoneses, sois unos cachondos - le digo, convencida.
Además nos ha caído una nevada de verdad,mientras enfilábamos de bajada la calle de los tres años. Pisamos con muchísimo cuidado, no vaya a ser....pasamos por el templo de Gion en el que muchas Geiko han dejado linternas como ofrenda. En las linternas pone sus nombres.
El barrio por el que pasamos es una maravilla. Joyi nos mete por callejuelas de casitas de madera. Nos dice que muchas son Ryokan (posadas carísimas) o restaurantes de lujo. Desde allí bajamos al barrio de Gion y al Ponto-Chô, la zona del Puente (la palabra viene de la época de los portugueses). En esas zonas hay muchos restaurantes. El barrio de Gion es la zona donde, tradicionalmente, se encuentran las casas dd Maiko y Geiko.
Nos ha acompañado Joyi, antes de irse, a una Farmacia para intentar comprar unas gotas para el oído de Juanjo, pero tenemos el problema de siempre: nos dicen que hay que ir al médico a por una receta.
Nos despedimos de Joyi, nos ha regalado un librito de Kyoto hecho por él, con fotos, y le hemos regalado una caja de bombones. Ha quedado en recogernos de nuevo el lunes, porque no tiene más gente. Estamos encantados con su oferta.
Paseamos por las calles del barrio de Gion, que está cubierto de soportales con farolillos blancos. Muy bonito, especialmente porque ya se está haciendo de noche y los farolillos están iluminados. En una de las callejuelas estrechas que nos ha indicado Joyi que podíamos ver Geiko, me he dado casi de bruces con una. Joyi nos había dicho que lleváramos la cámara preparada, porque andan muy deprisa.
Las Geiko son de más de veinte años, las Maiko son las aprendizas, de menos de veinte. Se dedican a bailar y servir la comida en las fiestas. Nos dice que la denominación y la característica es propia de Kyoto. Ciertamente, no tienen nada que ver el porte, el maquillaje y el vestido con las chicas que intentan imitarlas. En la calle de las Geiko hemos visto a una Geiko y una Mayko, que llevan una bandejita, que no sé para qué es, tengo que preguntarle a Joyi, Han entrado en una casa. Para entrar, un señor ha levantado una cortina para dejarles paso y hemos podido ver algo. En el patio había mucho señor trajeado, y una señora esperaba a las Geiko de pie en una tarima. A mi me ha dejado sin respiración el porte de la señora, que llevaba un kimono sencillo. A Juanjo no le ha impresionado, pero a mi se me ha quedado clavada en la retina.
A las Geiko todo el mundo intenta hacerles fotos en cuanto aparecen, pero es verdad que se mueven rápido. Hemos seguido cotilleando, sobre todo, las entradas a los restaurantes, que son una joya en su sencillez, con ikebana, agua, piedras y tenues luces de farolillos blancos. En la tiendas, también, los efectos decorativos son de lo más especial. He visto una en que han dejado varias cosas a la venta en bandejas o cuencos sobre un tatami y nada más y el efecto es espectacular.
Paseando por la calle principal, vimos a unas chicas haciendo fotos a un pequeño callejón. Juanjo metió la cabeza, a ver qué veía y las chicas dijeron que era un restaurante Tres Estrellas Michelín. En el callejón solo había un farol rojo que indicaba restaurante y nada más. Yo me metí un poco hacia dentro y solo vi una especie de patio trasero. No sé si será esa la entrada, para despistar, o si habrá otra.
Después de pasear un rato, cumplida la misión que nos había encargado Joyi de ver a las Maiko, volvimos en autobús a la estación. Juanjo no quiere tomar nada esta noche, porque se pidió un plato bastante grande y se encuentra empachado. Yo he comprado algo para picar. Ayer no fui al Onsen porque tenía mucho frío y estaba muy cansada y no me apetecía investigar, pero hoy, con el frío que he pasado, me meto en el baño caliente como sea.
He bajado vestida con el traje japonés de casaca y pantalón que me han dejado en la habitación junto con zapatillas y una bolsa para la toalla y demás. El baño de las chicas tiene una contraseña que se cambia a diario. En el Onsen te bañas sin ropa, ni bañador. Primero hay que lavarse con jabón. Para ello hay unos cubículos en los que te sientas en un taburete y tienes una pequeña palangana y una ducha, con todos los artilugios: gel, champú, acondicionador. Una vez bien limpia, te metes en el baño, que es una piscina que cubre hasta mitad de muslo. Te sientas o te tumbas y te calientas bien en el agua humeante. Normalmente, la gente se sale a los pocos minutos, se ducha de nuevo y se viste. Yo he hecho como en los hammam y he alternado el baño caliente con duchas heladas. Al salir, en la zona de vestuarios, has dejado la ropa en taquillas y las zapatillas en zapateros en la entrada. Hay lavabos con cremas limpiadoras e hidratantes, tónico, etc, secador de pelo, una báscula y una fuente de agua helada para beber. En la misma zona hay lavadoras y secadoras de ropa de monedas.
Al salir del baño, he encontrado a un empleado del hotel y le he saludado. Él se ha inclinado, como todos pero, cuando me he metido en el ascensor, he visto que el tipo seguía inclinado en la misma postura mientras se cerraban las puertas.
He subido a la habitación bien caliente, como estaba puesta la calefacción y yo estaba tan calentita, he tenido que apagarla. Subía con una sed tremenda, así que me he tomado una cerveza que hemos comprado y guardado en la nevera y algo que he comprado para picar.
Después me ha dado un sueño que no veas. Imposible leer ni escribir. Me he metido en la cama a dormir.
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