DÍA 36
22/NOVIEMBRE/2014 CHILOÉ
La casa donde nos alojamos es un laberinto, con escalera que se bifurcan, por las que escuchas las voces de los que van contigo pero no sabes dónde están. Tenemos al lado de la habitación un comedor para desayunar pero nos dicen que tenemos que ir a otro que está al mismo nivel, pero al que para llegar, hay que bajar un tramo o dos de escalera y subir por otro lado. Horroroso. Al pasar por el que NO nos tocaba, vemos que les están dando tarta y, entonces, pensamos que estaban celebrando un cumpleaños y que por eso nos habían mandado al otro lado. Pero nos ponen también tarta de limón para desayunar. Todo muy raro.
Bajamos las maletas al coche pero volvemos a dejarlo aparcado y damos una vuelta por el centro. Visitamos una Iglesia Jesuita de madera que es la principal de la ciudad, en la plaza. Bastante chula. Luego Pasamos por un centro de artesanía. Me he comprado unos guantes, porque los que llevo están hechos una pena y éstos parecen calentitos.
Luego hemos cogido el coche para ver los palafitos. Como la marea sube mucho, las casas originales estaban así hechas, para dejar pasar el agua. Están pintadas de muchos colores, y resultan muy bonitas de ver. Pero en Castro hay poco más, así que seguimos a otros sitios. He visto un montonazo de cisnes de cuello negro y les hemos hecho unas fotos. Esos no se ven en Europa.
Visitamos Chonchi. A Paco le encanta el nombre. Hay una iglesia de madera, pero está cerrada. Conchita va a hablar con todo el que encuentra y le dan distintas explicaciones. Finalmente, la verdad es que la estaban encerando. Bajamos en coche a la costanera, intentando divisar un tipo especial de construcción de casas en madera de tres pisos. Haberla, hablas, pero están hechas una pena mora. Conchita ve unos plátanos y los compra para luego.
Para ir a ver otra iglesia, que es la estrella de la zona porque dicen que no tiene clavos, vamos a coger un Ferry que hace un trayecto de pocos minutos. Ni nos bajamos del coche. Éstos ferrys van "al tiro". Pasan constantemente. Pero echan un humazo de gasóleo que me ha revuelto el estómago. Paco quiere tomar ostras en una zona donde las cultivan, en Curacao de Vélez.
Tuvimos que preguntar, porque no encontrábamos el sitio. Llegamos justo a tiempo para entrar antes que un autobús de tercera edad, que iban a comer ostras como locos. Cobraban 70 céntimos por cada una. Limón aparte.
Conchita y yo sólo hemos tomado un par. Juanjo y Paco, media docenita. No sé qué me pasa, que no me apetecen mucho y tengo un poco revuelto el estómago después del barco. Éstas son de otro tipo. Más grandes y alargadas. Muy buenas.
A continuación hemos ido a visitar la iglesia Jesuita de madera. Una señora que está encargada de cobrarnos algo, nos dice que lo de que no tiene clavos es mentira. Era cierto en la original, pero se dañó y ahora tiene clavos, como todas, aunque en carteles de la pared muestran las técnicas de ensamblaje de las maderas, algunas de bonito nombre, como Cola de Milano, Paco, que ha estudiado en los Jesuitas,, me habla un poco de la simbología jesuítica, ya que veo algunos elementos que me llaman la atención. Me suena a que están casi encriptadas. Tendré que leer algo sobre eso.
Yo sigo con el estomago pocho. He comido despacio uno de los plátanos, para ponerle algo consistente pero seco. Parece que me mejora algo.
Volvemos a subir al transbordador y, al llegar a la isla principal, intentamos llega4 a otra de las Iglesias del circuito, pero el camino era de "ripio", o sea, de gravilla, muy malo. Como tenemos que llegar a Puerto Montt porque Conchi y Paco tienen que subir al bus de las 22 h., nos damos la vuelta para salir de la isla. No paramos más hasta llegar a Puerto Montt. Allí fuimos a Angelmon, donde se encuentran los restaurantes de pescado. Solo hay uno abierto, y pedimos la cena, a bese de pescados, muy buenos. Pero el restaurante tenía tapicerías y manteles llenos de lamparones. Como íbamos con un poco de prisa, no nos dimos e cuenta hasta que ya nos habíamos sentado.
Fuimos rápido a la terminal, donde nos despedimos. La verdad es que el encuentro con Paco y Conchita ha sido de lo más agradable. Es muy interesante conversar con ellos. Espero volver a verlos, porque ellos pasan meses en España desde que se jubilaron, y nosotros tenemos pendiente un viaje a Canadá. Espero que podamos hacerlo alguna vez!
Buscamos un sitio para dormir. Hay uno próximo a la estación. Voy a verlo y Juanjo me pide que por favor, que no sea un puticlub, que ya nos pasó en Portugal, que dormimos en uno. No me parece que lo sea. Me enseñan una habitación y el precio es razonable, así que nos quedamos. Está lloviendo bastante. Empezó a llover a media tarde, pero cae a gusto.
Juanjo va a devolver el coche y viene con la cara desencajada. El tipo al que se lo alquilamos quería cobrarle un pastón porque dice que, entre las muchas abolladuras que tiene, hay una marca pequeña nueva. Juanjo ha reclamado hablar con su jefe, pero le ha dicho que está en Santiago. Como no tenemos prisa, Juanjo le ha dicho que nos quedamos los días que sea pero que ni hablar de cobrarle nada. Finalmente ha roto el Voucher desde el que puede cobrarle, a través de la tarjeta de crédito la fianza que dejaron. Pero Juanjo no se fía. Mañana habrá que hacer algo antes de irnos, para asegurarnos.
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